Grandezas de un minicuentero

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José Javier Morales Revuelta, estudiante mexicano de la Universidad Pedagógica de Sancti Spíritus, combina su carrera con el sueño del arte. Recientemente recibió el primer premio en la categoría internacional del concurso Cartas de Amor 2012-

Los niños sonríen al ver a José Javier Morales Revuelta, el profe, vestido de payaso, cantando o leyéndoles un cuento de los muchos que ha escrito. Ese es el mayor premio para el futuro maestro: hacer felices a los infantes que tanto requieren del arte y la pedagogía para formarse como hombres y mujeres de bien.

“Nunca esperé ser maestro, siempre quise convertirme en artista. No sabía cuál era la manifestación que más me gustaba; no obstante, en casi todas me sentía a gusto, pero en el pueblo en el que crecí, allá en una zona rural de México, no existen posibilidades de asistir a una escuela artística de prestigio. Y yo, que soy perfeccionista, quería estudiar en algún lugar que explotara todo lo que habita en mí, y que demandara mi absoluta entrega. Por eso vine a Cuba, porque la educación que aquí se brinda tiene gran prestigio en mi país”, asegura.

Pero José Javier no desdeñó el sueño perseguido desde la infancia. Tiempo antes de venir, conoció a un profesor de Literatura y Redacción, quien le despertó el ímpetu de escribir.

“Mis textos comenzaron a impresionar a jurados de diversos concursos, y unos tras otros me decían que de seguro era muy buen lector. Los sobresaltos de ellos resultaron mayores cuando yo les respondía que nunca había leído un libro”.

Sin embargo, la estética de sus textos, la manera en que con pocas palabras crea todo un mundo de historias cotidianas, y a la vez únicas, posibilitaron que José Javier obtuviera en el pasado Festival Nacional de Artistas Aficionados de la FEU, celebrado en Ciego de Ávila, la categoría de Oro en Literatura, gracias a sus pequeños cuentos.

¿Por qué minicuentos?

Porque al estar estudiando una carrera que demanda tanto sacrificio, dispongo de poco tiempo para escribir, así que el género minicuento ha venido a ser el idóneo para mí.

¿Cómo llega un minicuentero a las cartas de amor?

En realidad, la que resultó ganadora es la única carta de amor que he escrito; antes no conocía el género epistolar. La redacté hace unos años, cuando tuve que viajar a mi país por problemas de salud. Entonces la distancia me hizo escribirle esas palabras a mi pareja, que se encontraba acá en Cuba. La carta estuvo engavetada todo este tiempo, y cuando me enteré del concurso, ambos fuimos a llevarla a la Escribanía Dollz.

“La noticia del premio fue para mí como una luz que me incentiva a continuar el camino literario. Pero no he abandonado la idea de ser también actor, cantante… Y el trabajo de maestro de la educación especial lleva implícito todo eso, ya que uno debe incentivar a los niños. Para ellos, mis clases son como ir al circo”.

Cuando regrese a su tierra, José Javier comenzará entonces a redactar en sus pequeños cuentos o en sus aún jóvenes cartas de amor, las grandes historias que lo convierten hoy en un maestro del arte.

“Quizás el momento que más ha marcado mi estancia en Sancti Spíritus fue el día en que tuve la oportunidad de visitar una escuela de niños sordos. Un profesor me pregunta qué tengo en mente para hacer que ellos aprendan, y yo, sin más, comencé a actuar. Fue entonces cuando una pequeña que no había hablado nunca, me llamó, motivada por lo que yo hacía. Bastaron las gracias y las lágrimas en los rostros de sus padres para darme cuenta de que en mi vida el arte y la pedagogía siempre andarán juntos”.

Minicuento: Dilema

Lo supo, siempre lo supo; pensó enamorarse, entre la confusión cuestionó a sus padres sobre el amor, cuando ambos terminaron de glorificar tan bello sentimiento, solo dijo:

-Estoy enamorada y espero que ella también de mí.

Fragmento de la carta que resultó ganadora:

Aduéñate, no de mí, de mi amor y toma entonces mi vida, o hazme pasar como otro intento que muere por ingenuo. Puedes no responderme a mi llegada; por favor, no hagas que tu respuesta tarde tanto en venir; te veo en el parque; cada tarde, una semana esperaré sobre la banca, con tu lugar lleno de flores, vacío, ocupado para siempre por ti. Vuelo en tres días; termina con la fe que aguarda un sí, concédeme el milagro de amarte y nunca bajemos del cielo.