Al sureste de la ciudad de Sancti Spíritus, figura, desde tiempos pretéritos, la Plaza de Jesús, llamada así por la ermita y luego por la Iglesia Jesús de Nazareno, surgida la primera en los años finales del siglo XVII, casi al mismo tiempo que la Parroquial Mayor, una de las edificaciones emblemáticas de la villa.
Aunque hace 100 años el Ayuntamiento local le cambió el nombre por el de Parque Honorato, en homenaje a su hijo ilustre Honorato del Castillo Cancio, quien impartió clases en el Hospicio de Santo Domingo, aledaño al añejo templo, el pueblo le mantuvo el apelativo original, quedando el último solo para documentos oficiales.
Comoquiera que sea, la Plaza de Jesús posee atributos suficientes para ubicarse en un alto sitial de interés histórico y turístico. Baste decir que son muy pocos los lugares de la villa donde confluyeron una ermita distintiva de oficios religiosos, al lado de un patíbulo que sirvió para realizar -por fortuna- escasas ejecuciones.
Por si fuera poco y según la doctora Alicia García Santana, entre la zona de la referida Plaza y el río radicó una aldea india cuyos moradores fueron sojuzgados por los residentes españoles del área de la Iglesia Parroquial Mayor y posteriormente exterminados en un término de pocas décadas.
LA PLAZA EVOLUCIONA
Pero el tiempo no pasa de balde. En 1736 al lado y dentro de la ermita de Jesús Nazareno fue habilitado el Hospicio de Santo Domingo para la educación de signo religioso. Más tarde, el 31 de octubre de 1830, la ermita deviene iglesia después de una puja prolongada entre franciscanos y dominicos para ver quién asumiría por fin la construcción y representación del santuario.
Ya desde 1804 la horca había sido trasladada para una sabana en las afueras del casco urbano, eliminándose de allí su presencia intimidante. Poco a poco se van radicando en el entorno distintos locales destinados a viviendas y al comercio en los frentes que daban a la pequeña plaza de las calles Real -Independencia- Amargura -Pancho Jiménez-, Padre Noya y la hoy llamada Raimundo Sánchez.
Según consta en las actas del gobierno local, “a su carácter religioso y residencial, se añadió el comercial desde que en 1819, un grupo de mercaderes acudió al Cabildo para pedir que se estableciese allí la venta de carnes, verduras y frutas traídas del campo para el diario consumo”.
Señala el historiador Pérez Luna que, “al aumentar la actividad comercial se hizo necesario habilitar algún tipo de instalación. En 1845, el contratista Felipe Santiago Hernández entregó un edificio en la calle Amargura que constaba de 21 puestos de expendio y una pieza dedicada al Regidor Diputado”.
Pero esa construcción de mampostería y techo de tejas no resultó suficiente para todos los comerciantes, “pues los que no alcanzaban puestos debían irse a la Plaza de la Caridad, donde también estaba autorizada la venta de viandas desde 1839”.
Este comercio citadino mantuvo, no obstante, su pujanza, hasta que en 1898 surge la Plaza del Mercado en el espacio que forman las calles Real y San Rafael (Céspedes) en su confluencia con el popular boquete del Coco, hoy Ernesto Valdés Muñoz, lo que a la postre resultó decisivo en su desmantelamiento.
FENECIMIENTO Y ¿POSIBLE RENACER?
Ese fue, de cierta forma, el principio del fin del protagonismo urbano que llegó a ostentar la Plaza de Jesús, porque en 1908 la Iglesia Católica dispuso el cierre del templo de Jesús Nazareno, y añadir su feligresía a la Parroquial Mayor. Desde entonces los fieles dejaron de frecuentar esa área para misas y cultos de ocasión, fiestas religiosas, verbenas y otras actividades eclesiales y laicas.
Mientras la ciudad crecía hacia el norte y el noroeste, y el comercio se centraba en las inmediaciones del nuevo Mercado, se intentó una reanimación de la Plaza de Jesús, donde se derribaron los portales existentes en su porción norte, se habilitaron tiendas de víveres, se ensancharon y pavimentaron las vías circundantes y se dio al lugar una nueva configuración, mas todos esos esfuerzos resultaron baldíos.
Atendiendo a la relevancia histórica y patrimonial del Parque Honorato, la historiadora de la ciudad María Antonieta Jiménez, en un estudio que hizo hace algunos años junto al licenciado Javier León Valdés, recomendó “recuperar parte de la actividad comercial trasladando los vendedores ambulantes de la calle Honorato para la antigua Plaza de Jesús Nazareno y utilizar temporalmente la antigua iglesia para exposiciones y representaciones teatrales hasta que pueda iniciarse el rescate completo”.
Esas dos interesantes propuestas, realizadas a las autoridades competentes, bien valen un análisis concienzudo. De ahí podría surgir una decisión feliz, sobre todo ahora que la villa del Espíritu Santo se aproxima a su medio milenio.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.