En nombre de la cultura, no pocas plazas públicas del territorio reproducen el mal gusto, la vulgaridad e incitan a ciertos tipos de discriminación.
Unos lo niegan categóricamente. Otros insisten de manera rotunda. No pocos se hacen los desentendidos. Escambray sirve la polémica a partir de criterios reiterados en su Redacción: con frecuencia, las plazas públicas del territorio, en lugar de cultura ofrecen chabacanerías, obscenidades, frases con alusiones discriminatorias, chistes de quinta categoría y música sin calidad.
Por lo general, tales subproductos, que lamentablemente gozan de notable aceptación -en particular entre los más jóvenes-, llegan de la mano de los llamados comediantes musicales, disc jockeys (DJ), grupos de reguetón y a través de los discos grabados que se escuchan sin el más elemental instinto selectivo.
HUMOR: UN ARMA DE DOBLE FILO
Estudiosos del arte en la isla han apuntado que el humorismo constituye uno de los rasgos consustanciales de la idiosincrasia nacional: los cubanos despliegan su capacidad intrínseca para la risa incluso en las circunstancias más dramáticas, como una suerte de resguardo contra la adversidad.
Pero esa fortaleza hoy puede convertirse en un arma de doble filo para los cultores de esta manifestación, pues el humor en Cuba es algo muy serio: se debate entre el elevadísimo nivel educacional de la mayoría y una especie de mal gusto, con predominio de groserías, del lenguaje de bajo mundo que se ha entronizado durante las últimas décadas en no pocos estratos de la sociedad.
Representantes de grupos humorísticos espirituanos encuestados sobre el lamentable fenómeno argumentan en muchos casos la presión del auditorio, que se regodea con este tipo de chistes; la solicitud de ciertos contratantes, quienes con sentido comercial solo les interesa mantener llenos estos espacios a favor de sus dividendos; y el espejo que representan algunas figuras ya establecidas nacionalmente, incluso en la televisión, que imponen este estilo seudoartístico durante sus actuaciones aquí.
¿Cómo resuelven las disyuntivas entre el público y la ética, entre la ética y el mercado?, interpela este suplemento a Rolando Pino, director del grupo Cariduro.
“Antes usábamos este tipo de expresiones, pero en el 2009 nos señalaron que debíamos mejorar el repertorio, buscamos un escritor y lo hemos superado. Este año nos han criticado, lo asumimos. El humor es un negocio, si el público no se divierte no te vuelven a contratar. Tenemos que atender lo que los espectadores quieren para garantizar el dinero. Estamos evitándolo, eso degrada”.
La mayoría de estos comediantes proviene del movimiento de artistas aficionados y carece de una sólida formación. En no pocas de sus actuaciones, la sequía de ideas destapa manifestaciones chabacanas e hirientes con alusiones estereotipadas y superficiales de discriminación a los homosexuales, las mujeres, los negros y guajiros, chistes sexistas ordinarios, críticas políticas excesivas, entre otras tendencias reprochables.
Los entendidos en el tema definen que el humor destinado a cabarés, donde predominan los adultos y las copas, debe ser uno; mientras que el de las plazas públicas y los teatros, con audiencia heterogénea, implica una realización artística con todas las de la ley. Sin embargo, los límites se han traspapelado.
“El Centro Promotor del Humor, al cual pertenecemos, dio un taller reciente con el objetivo de rescatar el humor escénico, evitar vulgaridades, groserías, limpiar los repertorios, incluso pretende eliminar aquellos proyectos que no satisfagan estas expectativas”, asegura Julio Martínez, director del proyecto Blanco y Negros, único grupo espirituano que ha ganado espacio en esa institución.
Usted afirma que los espirituanos resultan un público difícil y que los funcionarios también tienen su responsabilidad, ¿solo cuestión de barrer hacia fuera?
“Los principales responsables somos nosotros, pero para controlar están las instituciones y a veces en las presentaciones no aparece ningún funcionario de Cultura ni de la Empresa de la Música, que también recibe una parte monetaria. El artista debe hacer bien su trabajo, sin embargo, a veces el público no te deja, se mete con uno, se ha acostumbrado al chiste agresivo. Si todos establecemos una misma línea de trabajo el auditorio lo puede asimilar, aunque no parece fácil que acepten nuevos códigos”.
El Consejo Provincial de las Artes Escénicas considera que resulta necesario colegiar en los espacios el producto cultural que se va a ofrecer. Además, “no siempre una respuesta de público se corresponde con la calidad de la oferta, a veces tiene más que ver con el mal gusto que hemos desarrollado y con lo poco exigente que hemos sido, por ejemplo, con el movimiento humorístico escénico, donde se necesita urgentemente crear acciones de superación”, considera Juan Carlos González, su presidente.
CULPAS AL BOMBO
Según los anales más recurrentes de esta manifestación en Cuba, sobran evidencias de su dignificación: desde las obras teatrales del bufo y el vernáculo, que sustentaron el proceso de construcción de la nacionalidad en la escena cubana; hasta Chaflán, el costumbrismo picante de Alegrías de sobremesa, Virulo y los festivales Aquelarre, donde la carcajada se gesta a partir de los estados de opinión cotidianos.
En Sancti Spíritus existe una decena de directores artísticos -por cierto, solo uno con evaluación profesional y los demás habilitados-, que constituyen los máximos responsables en la escena, pero que casi nunca resultan contratados para estos espectáculos. Al igual que los comediantes musicales, se subordinan al Departamento Técnico de la Empresa Provincial Comercializadora de la Música y los Espectáculos, para abreviar Empresa de la Música.
Sondeado por Escambray, este personal imprescindible puntualizó que cada centro y cada institución responden por sus agrupaciones, pero nada sustituye la responsabilidad ética de los artistas con su público. “El problema también tiene que resolverse desde los medios de difusión porque lo que uno escucha mucho termina por aceptarlo”, insistió Carlos Sotolongo, uno de los interrogados.
Por su parte, la mayoría de los funcionarios de la Empresa de la Música entrevistados asegura desconocer absolutamente la insatisfacción pública con estos espectáculos. Ángel Luis Chongo, subdirector técnico, reconoce que a veces han discutido ese tema, pero “uno no puede estar en todo. En los guiones no aparece nada de eso y cuando se hacen las audiciones todo lo presentan bien”.
Además, afirma, esto no se manifiesta solo en los centros de Cultura, sino también, por ejemplo, en algunos de Gastronomía y del Turismo, donde se contrata a los artistas sin ningún tipo de asesoría especializada, incluso a veces clandestinamente.
La Dirección Provincial de Cultura asegura que durante este año no ha recibido ninguna queja al respecto, pero que quien pacta con artistas o presentadores se convierte en garante y debe advertir sobre la política establecida según la caracterización del espacio.
“La mayoría de las incidencias tienen que ver con la Empresa de la Música y las Artes Escénicas. Sus equipos técnicos tienen la responsabilidad de alertar para que estas cosas no sucedan. Además, es política nuestra que directivos de la Empresa de la Música permanezcan en esos espacios y respondan por ellos”, expía culpas Nelson Fernández, subdirector técnico de Cultura.
DINERO PARA EL SEUDOARTE
Un sitio emblemático en Sancti Spíritus, la Plaza Cultural, constituye el más saeteado por las opiniones. En lo que va de año por allí han pasado unas 70 000 personas para disfrutar propuestas tan heterogéneos como temporadas de humor, grupos de reguetón, figuras de la talla de Adalberto Álvarez o la recurrente Disco Joya.
¿Quién decide y cómo seleccionan lo que se escucha en la Plaza?, pregunta Vitrales a Elizardo Tuero, su administrador.
“Desde que hacen el contrato se decide la música que deben poner. Yo y el dueño de la discoteca nos ponemos de acuerdo, él sabe lo que se permite, siempre tratamos de utilizar el reguetón menos agresivo y priorizar la música cubana. Los humoristas presentan su guión a la Empresa de la Música y allá se lo aprueban”.
¿Qué acciones han desplegado contra las quejas por la calidad de los espectáculos?
“Algunos vecinos se quejan por los decibeles, pero yo no he oído groserías ahí, ¿usted las tiene grabadas?”.
¿Entonces usted sostiene que aquí no se han dicho obscenidades, ni chistes de mal gusto?
“Algunos chistes los dice todo el mundo. Sobre lo otro habría que revisar los guiones, yo tengo que estar controlando todo, no escucho el espectáculo completo. No veo eso así, hemos tomado medidas con los decibeles, estamos tratando de recrear al pueblo que bastante lo necesita y hasta hemos sido estimulados porque la recreación de Sancti Spíritus está aquí”.
Ya lo afirma el viejo proverbio, de buenas intenciones se encuentra empedrado el camino hacia el infierno. No hacen falta grabaciones. El Reparto Los Olivos en pleno pudiera dar fe con los ojos cerrados de los distorsionados códigos que empañan no pocos de estos espectáculos. Igual, quienes reciben esta seudocultura en otras plazas abiertas del territorio.
Por ejemplo, la música grabada que ofrecen las discotecas se ha dejado prácticamente al libre arbitrio de trabajadores por cuenta propia, quienes seleccionan los números que se escucharán por equipos superpotentes, no solo por los asistentes al escenario, sino por todos los que viven kilómetros a la redonda.
“No estoy en contra del reguetón como espectáculo cultural, pero tiene textos contra los que sí estoy. Intento poner lo mejorcito y mezclar con otros tipos de música. Se hace difícil, a veces he tenido problemas con los muchachos porque buscan esos números agresivos. No decimos ni groserías, ni nada de discriminación”, asegura categórico Jaime Flores, disc jochey de Disco Joya.
¿Entonces estos criterios llegados al suplemento provienen de imaginaciones fecundas, constituyen puro invento?
“Quizás lo inventa alguien que quiere acabar con la Plaza o esas frases aparecen en los textos de algunas canciones. Formamos parte de la promoción de la música y quisiera contribuir. Mi formación es empírica. La posición de los animadores puede no ser la más correcta, no estamos todo lo preparados, debían hacernos audiciones, al final tenemos responsabilidad con el espectáculo”.
Para Jorge Antonio Alfaro, director de la Disco Joya, ellos se han convertido en una especie de salvadores de la Plaza Cultural, “antes era un desierto y nosotros logramos llenarla, además le damos ingreso a la Empresa de la Música, casi está viviendo de nosotros que ganamos en dependencia del público que entre”.
Dineros, peculios que abundan en este mundo, donde por solo mencionar algunos ejemplos al azar, un director artístico puede ganar hasta 4 500 pesos en un mes, los cuentapropias esquivaron las cifras y la propia Empresa de la Música ha ingresado de enero a la fecha alrededor de 450 000 pesos solo por la Plaza Cultural.
Pero en este caso las abultadas cifras no constituyen sinónimo de calidad del hecho artístico. El Ministerio de Cultura ha alertado en reiteradas ocasiones sobre las manifestaciones del falso arte y su sobrevivencia por la incapacidad de enfrentamiento de las instituciones. ¿Acaso los intereses económicos desplazan la selectividad de la oferta en estos escenarios públicos?
Hace apenas unos meses la Empresa de la Música contrató a una directora artística para la Plaza Cultural, sobre todo los fines de semana. Desde su incipiente experiencia aquí María Caridad Hernández reconoce que necesita trabajar con cautela y pretende introducir los cambios paulatinamente. “Este resulta el espacio por excelencia de la juventud, que se encuentra muy apegada al reguetón como fiebre mundial. Hay que rescatar valores, introducir poco a poco lo cubano, confío en los muchachos, estoy optimista”.
RÉQUIEM PARA UN FINAL
Aunque en teoría ni la Empresa de la Música ni la Dirección de Cultura avalan estas torceduras del espectáculo y se pronuncian por rescatar la música y el humor cubanos como valor patrimonial y parte de la identidad nacional, hasta el momento nadie toma cartas en el asunto -ni siquiera el cuerpo de inspectores- para revertir las tendencias que laceran el prestigio de esos espacios.
“Creo que en las plazas debemos darle más oportunidades a la buena música, pero en eso tiene que meterse todo el mundo, otros organismos también pueden tributar. A veces se pone algo que vale la pena y no van porque se ha perdido esa cultura, se eliminaron las áreas bailables. Estamos envenenando a la juventud y tenemos que tomar partido”, opina Carlos Manuel Borroto, presidente del Consejo Técnico Asesor de la Empresa de la Música.
Parece imperdonable que se mantengan en escena vulgaridades de esta índole y hayan reaparecido mensajes discriminatorios humillantes, abolidos por ley en Cuba desde hace más de 50 años. Pero lo peor, las instituciones culturales responsables dejan correr por detrás del telón la banalización y la mediocridad que contribuye a degradar aún más el gusto de los públicos.
Las plazas tampoco pueden cerrarse a cal y canto porque los jóvenes y otros espectadores necesitan esas propuestas. Sin elitismos ni populismos, sin desestimar las más elementales normas éticas, los creadores y directivos deben buscar la propuesta idónea para cada escenario. Escambray apenas prende la polémica.
Lo doloroso es que la gran mayoría de la población considera CULTURA esas vulgaridades y también consideran que una actividad sin una pipa de cerveza no es una actividad cultural.
Tantas opciones de sana recreación que se pueden generar pero falta la voluntad y la creatividad de los responsables de cultura en la Provincia.
yA EL ARTE SIN REGUETÓN NO ES ARTE PARA LA JUVENTUD.
Muy bueno este articulo, quiero sumarle, que yo no se quien ha dicho que espender cerveza en Pipa en cada esquina, y poner música a todo nivel, que sacar las mesas de los merenderos con ron y tres chucherias que ni siquiera se venden en los lugares de comerciao es recreación, y mucho más los fines de semana que es cuando el pueblo trabajador puede descansar, estas cosa deben ponerse en lugares abiertos alejados de las zonas de vecinos o zonas recidenciales, pues son cosas sumamente molestas, además esta comprobado que mucho de las personas que van a estas ciosas son personas que en primer lugar no son del barrio y en segundo lugares son personas que beben habitualmente, molestando a los vecinos que deben estar a puertas cerradas, y cuando no existen ni baño no respetan en hacer sus necesidades al aire libre, y en muchas ocasiones probocan relletas entre ellos mismo, creo que el govierno, promotor de mucha de estas actividades deberia proyectarse por la recración sana y provechosa, por habilitar lugares adecuados y no improvizar con cosas de este tipo, la bebida y la música alta, no es recración y en eso se debe pensar fuertemente y luchar porque los que tienen a su cargo estas responzabilidades piensen como promotores culturales y no como puros comerciantes.
Muy bueno este articulo. Hacia rato q no leia algo asi.
Felicitaciones.