Cristina Fernández reitera la política de su Gobierno sobre la soberanía del archipiélago ocupado por Gran Bretaña.
A la distancia de 30 años, la Guerra de las Malvinas, que enfrentó a Inglaterra y Argentina por tres estratégicos archipiélagos del Atlántico Sur, sigue constituyendo un conflicto digno de análisis desde el punto de vista político, militar, histórico, económico y social, del cual se derivan múltiples conclusiones.
Resulta del todo indiscutible el derecho de soberanía del país rioplatense sobre esas islas, no solo porque forman parte del entorno marítimo territorial de Argentina, sino también porque esta las heredó de la metrópoli española y en 1833 les fueron arrebatadas por los ingleses, lo que inició así un largo contencioso matizado por sistemáticos reclamos de Buenos Aires, respondidos invariablemente de forma negativa por Londres.
MOTIVOS DE UN DICTADOR
Según el historiador argentino Carlos Escudero, entrevistado por la británica BBC, la operación para la recuperación de esas islas que los ingleses llaman Falkland, así como de las Georgias y Sandwich del Sur, obedeció a un intento desesperado del gobierno militar en Buenos Aires para revertir la difícil situación en que se encontraba, por el repudio de la población y la creciente erosión del apoyo de su base política oligárquica.
Después de cinco años de dictadura, a partir de las juntas encabezadas por los generales Jorge Rafael Videla y Roberto Viola, cuando ya hacía agua la política neoliberal impulsada por el régimen desde su ascenso al poder mediante un golpe de Estado en 1976 -con el estigma de la represión y la tortura, los desaparecidos y una caída pronunciada del nivel de vida-, el general Leopoldo Fortunato Galtieri no creyó tener mejor opción que explotar en su provecho el fuerte sentimiento nacionalista de su pueblo.
Galtieri tenía razón cuando calculó que la recuperación de esas ínsulas inflamaría los corazones de sus compatriotas de todos los sectores sociales y le daría un segundo aire al régimen, sobre todo si, como esperaba, el gobierno de la primera ministra Margaret Thatcher aceptaba el hecho consumado.
Mas, esa deducción se basaba en una variante dudosa, pues partía de la suposición de que Estados Unidos, comprometido en el Continente por el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), los documentos normativos de la OEA y la Doctrina Monroe, adoptaría cuando menos una actitud neutral.
Pero el usurpador de turno de la Casa Rosada se equivocó. Para los entendidos en política internacional, la líder de los conservadores ingleses tenía bien ganado el mote de Dama de Hierro. Ella había dejado morir impertérrita a una docena de prisioneros independentistas irlandeses en huelga de hambre, ella estranguló sin miramientos el movimiento sindical de los mineros en el Reino Unido. Con estos antecedentes, su reacción violenta resultaba bastante previsible.
UN GOLPE DE MANO
El 2 de abril de 1982 se desarrolla la Operación Rosario, cuyos objetivos consistían en la ocupación de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Las fuerzas aeronavales gauchas bajo el mando del vicealmirante Juan Lombardo, no enfrentaron mayor oposición, salvo en Port Stanley, capital de las ínsulas, al que restituyeron el nombre de Puerto Argentino.
Los vencedores trataron correctamente a sus adversarios, pero no pudieron evitar la difusión de fotos tomadas inmediatamente después de la rendición de los militares de Su Majestad, en las que se veía a los prisioneros en posición de tendidos boca abajo mientras eran encañonados por soldados “tercermundistas”, lo que despertó en Inglaterra una ola de furor chovinista que influyó fuertemente en la política nacional en un año en el cual estaban programadas elecciones.
En medio de ese clima bélico, en Inglaterra se decreta la movilización de las Fuerzas Armadas y en cuestión de horas se crea una fuerza de tarea aeronaval bajo el mando del almirante Sir John Fieldhouse, fortalecida con buques mercantes requisados para desarrollar el operativo de reconquista de las islas, que sería concluido el 14 de junio de 1982.
La suerte variable de los combates, caracterizados por las acciones de la flota y los aviones Harrier y Sea Harrier de los británicos y los contragolpes de la aviación argentina, marcaron un lento pero inexorable avance de los europeos hasta la rendición de los cerca de 10 000 efectivos de la nación suramericana, bajo el mando del general Mario Benjamín Menéndez, un enconado participante directo en la represión a las fuerzas de izquierda en su país, que demostró, sin embargo, total ineptitud en su cargo de comandante en jefe en el teatro de operaciones.
Hay que destacar el heroico comportamiento de la aviación, que al mando del brigadier general Basilio Lami Dozo golpeó duramente a las fuerzas de la marina inglesa, ocasionándoles la pérdida de entre seis y ocho barcos de guerra y fuertes averías a otros 11. Inglaterra sufrió además la destrucción de decenas de helicópteros y aviones de combate y más de 1 000 bajas entre muertos y heridos.
WASHINGTON TRAICIONA… COMO SIEMPRE
El primero de abril, en conversación telefónica con Galtieri, el entonces Presidente estadounidense Ronald Reagan, por solicitud de la Premier Thatcher, trató de convencerlo de que desistiera de un asalto militar a las Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur. Reagan alegó que, conociendo la determinación de la Thatcher, una acción de ese tipo no quedaría sin respuesta británica. Galtieri no cedió y la suerte quedó echada.
Una vez desatado el conflicto, la Dama de Hierro hizo honor a su apelativo y se lanzó a la guerra decretando una zona de exclusión marítima en torno a las ínsulas en disputa que incluía aguas de la plataforma territorial argentina. En América Latina, los pueblos y la mayoría de los gobiernos expresaron su solidaridad con la patria de San Martín; Perú y Venezuela llegaron a ofrecerle apoyo militar directo a Buenos Aires.
También le manifestaron su solidaridad los No Alineados, Cuba y el campo socialista. La excepción fue Chile, donde el régimen de Pinochet tomó abiertamente partido por la potencia colonialista extra-continental.
Entretanto, Estados Unidos apoyó a los británicos política, diplomática, logística y militarmente, facilitándoles su base de la isla de Ascensión, fotos satelitales y armamento sofisticado. De esta forma convirtió en letra muerta el TIAR. Además, Washington se burló de la OEA y abjuró de su Doctrina Monroe, mientras sus aliados de la OTAN y muchos del Conmonwealth cerraban filas en torno a Londres y sometían a bloqueo económico al país suramericano.
Con este esquinazo a la dictadura ultraderechista de Leopoldo Galtieri, Estados Unidos inauguraría la senda de traiciones proseguida en 1989 con la invasión a Panamá y la captura de su exaliado Manuel Noriega, y continuada en 1991 con su arremetida contra el Iraq de Saddam Hussein, quien a inicios de los años 80 fue su instrumento en la guerra contra Irán.
A tres décadas de aquellos acontecimientos, los pueblos latinoamericanos, imbuidos de un creciente espíritu de fraternidad y solidaridad, agrupados hoy en la UNASUR y la CELAC repudian la presencia británica en las Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, y exigen el inicio de conversaciones entre Buenos Aires y Londres para la pronta restitución de esas islas a la hermana República Argentina.
Aun hay duda del descaro y desparpajo el cual habita dentro de los imperialista gringo pues en materia de amigo o aliado de las AMERICAS no funcionan pues son traidores aventajados de nacimiento capaces y mucho mas de in cubrir sutilmente sus mentiras donde los incredulos e iluso solo pueden creer en sus falsos comportamientos de fieles defensores del continente pues para mi entender mientras exista imperio quedara como recuerdo el pasado conflicto entre ARGENTINA contra inglaterra negativamente pues continuaran llamando falkland. Lazaro