El prestigioso investigador Luis Toledo Sande pondera en Sancti Spíritus la consagración del Apóstol a los destinos de la Patria.
“Las páginas del diario en que José Martí comenta sobre la reunión de La Mejorana no están perdidas, estoy convencido de ello”, sostiene el doctor Luis Toledo Sande con la seguridad de quien ha estudiado durante décadas la vida y obra del Apóstol, una devoción que, según afirma, no tiene para cuándo acabar.
Director durante años del Centro de Estudios Martianos y autor de la biografía Cesto de llamas, Toledo Sande viene deslumbrando a los espirituanos con su conocimiento enciclopédico en las reiteradas visitas que lo traen de regreso a la provincia, la más reciente en vísperas del aniversario 117 de la muerte del Héroe Nacional.
“No están perdidas -reitera, a sabiendas de lo controvertido de un tema esgrimido por algunos como el misterio mejor guardado de la historia de Cuba-. En última instancia, nadie tuvo que arrancar las hojas con la mala intención de que se perdieran porque no era un cuaderno sino páginas sueltas. De hecho, a la descripción del día 5 de mayo le sigue un espacio en blanco, lo cual quiere decir que si Martí hubiera querido escribir algo más sobre La Mejorana quedaba lugar en la propia página. El día que falta es el 6 de mayo, no el que correspondía a la reunión, y Martí no cocinaba rencores, no llevaba los sucesos de un día al otro en el diario. Lo que él tenía que decir sobre La Mejorana lo escribió el día 5”.
Y con tan rotunda declaración da por zanjado un asunto que desvela a historiadores, suscita el interés de casi todos los cubanos y ha servido de óbice para las más tergiversadas teorías, casi tantas como las que giran en torno a la caída en combate del Apóstol.
“Cuando publiqué mi biografía de José Martí, un escritor me criticó que le dedicaba poco espacio a la muerte y le respondí que mi interés era estudiar su vida. En todo caso habría que recordar lo que él siempre decía: hay que aprender a sacrificarse todos los días, y él estuvo todos los días muriendo por su Patria. Además, la muerte de Martí ha dado lugar a especulaciones y manipulaciones. Las manipulaciones merecen ser olvidadas y han estado llamadas a sembrar cizaña, a buscar culpables.
“Yo creo que lo que ocurrió simplemente fue que, en primer lugar, Martí estaba en la guerra, estaba dispuesto a morir, aunque no vino a eso sino a participar. Él se lo escribió a Manuel Mercado: ‘Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país’, una frase premonitoria. Pero no es que él venía a que lo mataran, sabía que se debía a la Patria. Gómez contaba en ese momento con una fuerza poco preparada. Convencido de la importancia que tenía la vida de Martí,0 le pidió que se mantuviera en la retaguardia, pero él no podía quedarse rezagado en su primer combate”.
¿Le habría dado la razón a quienes desconfiaban de su civilismo?
Martí no fue un civilista sino un dirigente político. Él procuró una concepción de la guerra que resolviera la contradicción entre las tendencias militaristas y civilistas, una guerra en la que el ejército tuviera libertad de acción, pero en la que el país estuviera representado con toda su dignidad. La Patria no podía ser una secretaría del ejército y las batallas debían estar dirigidas a una organización posterior republicana. Por eso es por lo que Martí estaba dispuesto a combatir. Cualquier discrepancia sobre la forma de enrumbar la guerra, él supo soslayarla porque reconocía que la Patria era el fin ulterior. Podía tener, como algunos han dicho, el sentido del honor y tratar de ser poeta en actos y no solo en versos, de no ser solo un hombre de palabra, pudo tener la decisión de desmentir a los que pensaban que no estaba preparado para la guerra, pero lo cierto es que, en medio de los tiros, lo más natural es la muerte en contienda.
En el país hay numerosas instituciones que se dedican al estudio de la figura de Martí; sin embargo, aún no logra articularse una visión holística de su vida y obra. ¿Qué puede estar fallando?
A mí a veces me han presentado como especialista en Martí y yo rechazo ese término, no por modestia ni por humildad, sino porque Martí se resiste a la especialización. Está muy cerca del ideal de hombre del renacimiento, un hombre muy abarcador que sabía de muchas cosas y se corre el peligro también de empezar a citarlo para todo. Un compañero me decía hace poco que solo falta que debajo de la frase “Mi trabajo es usted”, en los carteles de la gastronomía, escriban: José Martí. Pero de ello el gran culpable es el propio Martí, porque eso no le pasa a alguien que no sea grande, no le pasa a alguien que no sea un genio universal, capaz de abordar a profundidad cualquier tema. Ahora, nosotros no debemos ser culpables de hacerlo dudosa ni irresponsablemente.
Las frases de Martí, descontextualizadas, han sido tomadas como estandarte por las más variadas ideologías, lo que hace parecer que Martí “sirve” para todas las corrientes políticas…
No servía a cualquier ideología, qué va. Él únicamente comulgaba con todos los que estuvieran por el bien colectivo. No olvidemos que Martí no era un ideólogo socialista pero tampoco antisocialista. Fue, además, un hombre de una grandeza ecuménica, por lo que todas las corrientes de pensamiento lo quieren para sí, pero no sirve para todos. Para los opresores no sirve. ¿Para el budista? Sí, si es honrado. ¿Para el católico? Sí, si es honrado y emancipador; para el protestante, también. ¿Para los prelados que sirven a alguna jerarquía de opresores? Para esos no sirve.
En una reciente visita a Sancti Spíritus usted expresó: “No debemos compararnos con Martí para ver en qué nos avala sino para definir en qué nos impugna”…
Yo creo que una de las cosas en las que podría impugnarnos es en la falta de espiritualidad que está prosperando, el exceso de pragmatismo. Martí hablaba de la utilidad de la virtud, no de la virtud de la utilidad. La virtud es útil, pero la utilidad no es necesariamente virtuosa. Y aunque él tenía una religiosidad muy personal, cuando hablo de espiritualidad no hablo en términos religiosos, sino de la profunda espiritualidad de José Martí, un paradigma de ser humano al que hoy, quizás, estemos muy lejos de llegar. Hay un nivel muy doloroso de grosería. Él entendía la clara diferencia entre pueblo y chusma, entre lo popular y lo vulgar, y yo creo que esa es una enseñanza que todavía nos queda por aprender.
En el plano macrosocial, ¿cree usted que el proyecto de república de Martí, con todos y para el bien de todos, sea una utopía o una realidad alcanzable?
Ambos. Esa frase la dice Martí en el discurso que ha trascendido con ese propio título: Con todos y para el bien de todos. Martí era un hombre muy unitario, se distinguió por lograr la unidad entre los revolucionarios cubanos como no lo había conseguido ningún otro patriota de su tiempo, lo que hizo que Gómez dijera: “Esta es la guerra de Martí”. Él se refirió a todos los que estaban dispuestos a colaborar porque preconizaba la unidad, pero sobre la base de la lealtad reflexiva, no de la incondicionalidad; él reclamaba que el primer deber de un ser humano era pensar por sí mismo, no ser arrastrado ni empujado sino defender la causa común por convicción; no con la ceguera de la incondicionalidad sino por lealtad reflexiva.
Con tantos años estudiando la figura de Martí, ¿qué facetas de su vida todavía lo sorprenden?
Martí es inabarcable y deslumbrante. Fina García Marruz me autorizó a contar en público una anécdota. Ella, después de muchos años de matrimonio con Cintio Vitier, se le acercó y le dijo: “Cintio, tengo una cosa muy seria que contarte: estoy enamorada de Martí”. Y él le respondió: “Ah, Fina, ¿era eso? Yo también”. Porque Martí es un hombre del que uno se enamora. Es el enamoramiento de ser humano a ser humano, por su calidad espiritual. Incluso, aunque uno lo haya estudiado mucho, cuando regresa sobre algunos pasajes, cuando uno lee una carta de Martí mil veces, le vuelve a encontrar matices, aristas. Me sigue fascinando la manera en que Martí nos puede ser útil para nuestro crecimiento como sociedad, como país, porque no es una figura nacional sino de una dimensión planetaria, universal. No me resulta difícil comprender que en esa época las mujeres se enamoraran de Martí porque incluso ahora las personas continúan enamorándose de él, aunque haya muerto.
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