A dos años de su muerte, justo en el mes de enero, Escambray Digital recuerda la vida del cantautor cabaiguanense Arturo Alonso, símbolo identitario de la cultura en Sancti Spíritus.
De pelo canoso y piel arrugada, aunque con alma joven, Arturo Alonso, o “El cantor de los pueblos”, como lo catalogó el estelar músico cubano Barbarito Diez, será por siempre un símbolo para la historia musical espirituana.
Merecedor de la Distinción por la Cultura Nacional e Hijo Ilustre de la provincia, poseía la sencillez inherente a aquellos que no olvidan los orígenes.
Al llegar a su casa para entrevistarlo hace poco más de dos años, no imaginaba siquiera que sería el último reportero en hacerlo. Lo encontré acostado en el sofá escuchando un juego de pelota de la Serie Nacional. “Caramba, llegó el periodista”, exclamó al verme, y un “¡Pasa!”, desinhibido me hizo sentir en confianza para conversar durante más de dos horas.
Así era Arturo, un hombre jovial, humilde, de pueblo…
Sus más de 1 300 temas que abarcan casi todos los géneros tradicionales cubanos avalan la calidad musical de quien, a sus 87 años me confesó le gustaría llegar a las 2 000 obras, hecho que le fue truncado por un infarto cardiovascular.
Muchos dicen, para explicar tan lamentable suceso, que era tan noble que el corazón no le cabía en el pecho.
Pedazo de mi Cuba, mi Cabaiguán querido, mi lindo Cabaiguán…, así dice su tema dedicado a esta tierra con olor a tabaco que, aunque no lo vio nacer, lo acogió desde los dos años hasta el momento de su deceso.
Músicos de la talla de Barbarito Diez, Roberto Sánchez y la Orquesta Aragón han interpretado Un canto a Cabaiguán y muchos de sus temas, lo que le abrió las puertas para continuar su carrera en La Habana o en cualquier otro lugar; sin embargo, Arturo nunca quiso ir para otro sitio que no fuera su terruño, donde añoraba pasar horas y horas en el paseo hablando con sus admiradores, con sus amigos, con su gente.
En aquella conversación definió a Cabaiguán como su pueblo, su hogar, donde quería a todos y todos lo querían. Aseguró le gustaría ser recordado como un compositor humilde, que aunque tuvo la oportunidad de abrirse paso, escogió “este mágico pedazo de isla para vivir”, y sus últimas palabras en el diálogo reporteril fueron: “A mi edad, me gustaría morir como soy”.
Y así ocurrió, a las pocas semanas su corazón se detuvo, mas no se apagó y seguirá latiendo con fuerza en la memoria de cada habitante de la Capital Canaria de Cuba, su pedacito de cielo, su Cabaiguán.
Gran hombre y compositor gue por amor a CABAIGUAN dejo una mayor fama y mayor reconocimiento pero ahí esta su grandesa imperesedera en la cual yo digo como dice sierto dicho el hombre no se mide por su altura solamente por su buen corazon y su capacidad de amar a los demas. Lazaro