Fidel García Jacomino, especialista espirituano de la Pedagogía, narra sus experiencias durante el asesoramiento para el reordenamiento de la Educación Especial en Venezuela.
Debió contenerse cuando aquella señora, directora de un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) en Apure y, por demás, psicóloga, al saber quiénes eran exclamó: “Ah, ¿ellos son los que vienen a desgraciarnos la vida?”.
Fidel Felipe García Jacomino, con más de 30 años dedicados a la Educación Especial en predios espirituanos, dirigió una mirada a su compañera de misión y decidió esperar. A poco de emprender la tarea de asesoramiento en la reorganización de la citada modalidad educativa en Venezuela, como parte de una comitiva de 26 cubanos, debió afrontar incomprensiones, aunque a la larga atesora un grato recuerdo de la estancia en el hermano país.
“El nuestro fue un trabajo hermoso, pero también difícil, pues debíamos, entre otras cosas, actuar sobre la conciencia de las personas. Las transformaciones en el campo de la Educación Especial implicaban el beneficio a más de 14 000 niños y adolescentes que, según los resultados de la misión José Gregorio, no estaban escolarizados. A la par, implicaba también, con la creación de los Centros Pedagógicos de Diagnóstico, Orientación y Formación para la Diversidad Funcional Intelectual, la desaparición de los CDI, que tenían una esencia más bien asistencial y no les daban seguimiento en la escuela a los casos atendidos.
“Al final del diálogo le mostré a aquella señora la verdadera intención que nos movía y la diferencia del modelo cubano para ese tipo de enseñanza respecto al que se está implantando allá. Pese a ser de la oposición, después de escucharme ofreció disculpas por su valoración a la ligera”, relata.
“Permanecimos allá entre enero y marzo del presente año. Nos dedicamos, además, a buscar los locales donde se ubicarían esos centros (nosotros les llamamos CDO, como a los nuestros, uno por cada estado), y a aglutinar el personal apropiado para la labor que allí se desplegaría. Luego otros especialistas cubanos iban a impartir la capacitación en diferentes aristas del quehacer en el campo de la Educación Especial: retardo en el desarrollo psíquico, autismo, trastornos de conducta…
“También se creó el Centro de Referencia, cuya finalidad es la labor metodológica para guiar las transformaciones e investigaciones en este campo. En cada estado venezolano se seleccionó una escuela para que asumiera esas funciones y se colocó personal altamente calificado”, precisa el también máster en Ciencias de la Educación.
De conjunto con quienes dirigen la enseñanza en los estados de Táchira y Apure, además de definir quiénes eran tributarios de las diferentes modalidades de Educación Especial entre los censados por la misión José Gregorio, Fidel Felipe y su compañera de misión asumieron la rectoría de la labor de captación de otros casos en visitas a domicilio.
“Como escuelas especiales o para la diversidad funcional intelectual en Venezuela existen ahora solo las destinadas a atender deficiencias intelectuales, las demás discapacidades se incluyen en colegios primarios. A nuestro regreso había muchas tareas pendientes, pero allá quedó el algoritmo de cómo hacer para ir incrementando esa labor”, sostiene el hoy metodólogo provincial de Educación, en cuya trayectoria figura la dirección de la única escuela para niños con trastornos de lenguaje con que ha contado Sancti Spíritus.
LOS INCENTIVOS
Dos reuniones con la Ministra de Educación de la República Bolivariana de Venezuela incentivaron el espíritu y contribuyeron a fertilizar el camino. La titular reparó en la alta calificación del grupo y le trasmitió la preocupación del presidente Chávez por aquellos niños sin escolarizar. Era una manera de valorar la labor que realizaban.
Así, el trabajo se extendía a veces hasta altas horas de la noche.
En una ocasión, ya en la madrugada, Fidel Felipe recibió una llamada telefónica. Era la directora de Educación en el estado de Apure para relatarle lo sucedido tras haber acatado sus consejos: “Ante el riesgo de que se tergiversara lo que en realidad nos proponíamos hacer, dadas algunas incomprensiones entre los propios funcionarios -cuenta el espirituano-, yo le había recomendado convocar a todos los padres para explicarles la idea y utilizar los medios de comunicación masiva. Ella, muy contenta, me habló del favorable impacto en un sinnúmero de familias que le agradecían lo que se iba a hacer por sus niños”.
Para el educador fue hermoso el intercambio con directivos de la hermana nación, aunque adaptarse a las nuevas condiciones y a algunos giros idiomáticos le resultó algo difícil. La partida llegó entre la alegría y la nostalgia por los nobles empeños que dejaba atrás.
Sin embargo, el relevo era seguro; otros especialistas darían continuidad al convenio entre Cuba y Venezuela en lo relativo a la Educación Especial. En los grupos de 50 personas de los distintos Centros de Diagnóstico y Orientación (CDO) cubanos que de marzo a la fecha han laborado directamente con los centro de referencia y con sus homólogos, creados por la avanzada que integró Fidel Felipe, figuran varios espirituanos de vasta experiencia.
En la memoria, una escuela de sordos privada de tecnología indispensable para la estimulación auditiva y los muchos infantes necesitados de un tratamiento especializado aún pendientes de recibirlo. En el corazón, la certeza de que en lo adelante el destino de esos niños cambiaría. “Nosotros dejamos la fórmula”, asegura el colaborador, quien junto a sus compañeros en el aún cercano primer trimestre de 2012 confirmara con su actuar la letra de aquella conocida canción: Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
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