Con un nuevo rey en la selva del béisbol cubano cerraron las cortinas de la temporada 51. Los Tigres avileños demostraron -¡al fin!- su fiereza para cegar al legendario monarca y quitarle los rangos.
Lo hicieron con una soberbia demostración de consistencia, después de un subcampeonato en la Serie 50 que los dejó con ganas. Sus hombres, heridos en su orgullo por los reclamos de una afición que les había colgado el cartel de generación perdida, aprobaron la asignatura pendiente ante un rival al que casi todos presentan temible, pero que vencieron de manera categórica y aplastante para atraer a unos seguidores que les dejaron el graderío vacío tras las dos derrotas iniciales de cuartos de final.
Ciego de Ávila entró en play off desde que para clasificar tuvo que esperar el último desafío apelando al mismísimo Vladimir García y se enfiló a su título cuando volteó dos veces los cuartos de final al estar 0-2 y 1-3 ante Las Tunas.
Así, tras disponer de Granma a “palo” limpio llegó en plenitud de forma a un enfrentamiento desfavorecido por muchos pronósticos y se creció. Lo hizo con las manos unidas de un Vladimir que lució inmenso, un Yander Guevara que no lo fue menos, un Osmar Carrero que engrandeció su mocedad, un Rusney Castillo que ratificó su condición de líder ofensivo, o de los Fiss, Charles, Isaac, Mayito Vega…que ahora, si lo deciden, podrán retirarse con la frente en alto. Y hasta de un Ricardo Bordón capaz de demostrar que, cuando un colectivo funciona, no todo descansa en los grandes y hasta un “anónimo” puede decidir un partido decisivo.
Seamos justos con el campeón. Aunque el partido final fue digno de un cierre de campeonato, no fue este el gran play off que muchos predijeron a la altura de la casta del contrario. El resultado de 4-1 que estuvo a punto de una escandalosa barrida (los avileños perdieron en extrainings por la mínima) y dos encuentros definidos por holgados marcadores lo ratifican, para echar por tierra el cacareado estribillo de que una final sin los Azules no luce.
Ciego mostró más. Tanto como que Industriales no es el equipo inderrotable que la exacerbación mediática presenta, ni el Latino la plaza inconquistable donde las presiones deciden. Para lograrlo, la tropa de Roger Machado, quien se mostró comedido, confiado y estratégico hasta para cambiar la alineación al asomo de la primera derrota, apeló a la única vía posible: las garras al estilo de unos Tigres que, con respeto a su rival, vencieron en el Latino dos veces y ganaron el partido que no se puede perder: el quinto, ese que les evitó retornar a selva ajena y que les permitió coronarse ante su público para celebrar en apoteosis un título ansiado.
Ciego jugó con los Azules y no contra ellos. Les robó sus tradicionales armas de combate y aunque hubiese bastado su poderosa ofensiva, fabricó carreras cuando hizo falta con un robo o un corrido de bases, un toque de bola o un sacrificio. Remontó marcadores al instante, no dio respiro al enfermo moribundo y neutralizó la bien ganada combatividad de los Leones, que poco pudieron hacer cuando sus principales hombres fallaron con el madero y un pitcheo maltrecho e inexperto hizo lo que pudo ante unos Tigres desbordados. Con un solo lanzador no se gana un play off.
Y aunque Vargas devolvió a los Industriales al selecto club de los cuatro grandes, tras un décimo lugar la pasada campaña, para un equipo que se precia de su indomabilidad y sus 12 títulos parece poco la plata con solo una pírrica victoria en todo el play off final.
El debutante mentor, que hizo gala de estratega ante Matanzas, persistió en no pocas terquedades e hizo todas las apuestas al batazo que no llegó, sin asomo de los tradicionales ardides ofensivos con los que suelen desestabilizar a los contrarios.
En el epílogo valga recalcar el brillo del bronce de Matanzas, que rescató esa pasión silvestre por la pelota, por darle color, brillo y sazón a la campaña, por dar una clase magistral de cómo las mentalidades pueden cambiarse de un año a otro de la mano de esa bujía imprescindible: Víctor Mesa, quien, aun cuando no acudió a recibir un premio que esculpió, resaltó por su apego a las más caras exigencias del espectáculo: entrega total como si en cada partido les fuera la vida, corazón sobre el terreno, rejuego táctico-estratégico, mañas que obligan a cerrar el famoso librito y enseñan que el éxito lleva también el sentido del riesgo.
Granma debe aprender que no solo de batazos vive el béisbol y que para empeños mayores deberán enmendar las torpezas que distinguen su juego, aunque esta vez sirvieran para alertarle a Villa Clara que irse dos años sucesivos en cuartos de final no parece pura coincidencia, sobre todo cuando ciertos asomos de individualismo pueden acentuar su alejamiento del podio.
Cienfuegos habrá comprendido que a los Leones se les enfrenta con la prestancia de los Elefantes, sobre todo si se cuenta con buenos lanzadores y bateadores probados, aunque en los play off hacen falta otros ingredientes.
Tras la lección de la “generación reencontrada” de Ciego, para Sancti Spíritus queda la urgencia de una autopsia necesaria. Más allá de estadísticas, apremia extirpar la modorra generalizada que los ataca en postemporada, convencido de que sin convicciones ni entrega incondicional no pasará de ser una vidriera de estrellas incapaz de brillar con luz propia.
Un aparte para los espectadores que, asidos a cornetas estridentes, imitación de ídolos, masificación de gigantografías, apropiación de símbolos y mascotas de todos los tipos, congas y carteles dotados del más puro gracejo criollo, han tenido su mayoría de edad y siguen siendo el mejor termómetro para medir la salud de nuestra pelota.
Para los especialistas, un llamado. La subida del box y el cambio de Mizuno apenas logró emparejar un tanto ofensiva y pitcheo. Ningún espejismo puede llevarnos a echar a un lado las deudas cualitativas de nuestro pasatiempo. No todos los estadios se llenan, ni siquiera en tiempo de play off. La fórmula para hacerlo la tienen, en primer lugar, los principales actores con su capacidad de entrega en cada juego, para eliminar las debilidades a resolver ante el examen que se nos viene encima con el Tercer Clásico Mundial en el 2013.
Para algunos, incluidos colegas de voz y pluma, ninguna pasión nos puede cegar: cuando un Vladimir García deja en tres hits a un equipo del tamaño de Industriales ante 60 000 aficionados en el Latino, la noticia no puede ser un jonrón de foul de Carlos Tabares.
Para Ciego es todo el mérito, pues con una tonalidad un poco más clara, selló la temporada con un azul intenso de rayas doradas y se convirtió en el nuevo rey de la selva.
Elsa, soy médico y me encuentro cumpliendo misión internacionalista en la hermana República Bolivariana de Venezuela.Desde aquí seguí todos los juegos del play off.Excelente tu artículo.Debo añadirle, la falta de profesionalismo de ambos narradores de la televisión cubana, pues independientemente, que ellos, como seres humanos al fín, tengan predilección por un equipo, deben tener en cuenta que su trabajo está por encima de cualquier favoritismo, y que sus voces son trasmitidas por un medio nacional, y que por demás, tiene alcance internacional.Es de mi opinión, que sus comentarios y narraciones, pecaron de parcialidad por el equipo Industriales, lo que opacó la calidad de la trasmisión televisiva.
exelente articulo, felicidades hacia rato no leia algo parecido!!!!
Hola ,que podemos decir así quisieramos los Espirituanos tener un equipo , así, que demuestre lo que vale y lo que puede hacer , que no solo sirva para engrandecer rivales, sino para matar los partidos cuando tengan que ser matados y no esperar y dar posibilidades a rivales prácticamentes muertos , hojalá que a nuestros Gallos esta fianal le sirva de escuela …