Recuperación de las capacidades industriales y de almacenaje respalda el crecimiento de la producción arrocera en la provincia de Sancti Spíritus.
A muchos trabajadores del Secadero Españoles, del CAI Sur del Jíbaro, todavía se les ponen los pelos de punta cuando recuerdan las peripecias que debieron vivir para mantener a salvo la montaña de más de 800 toneladas de arroz que creció durante semanas en una improvisada nave del centro, mientras esperaba su turno para entrar en los molinos
Cuando a mediados del pasado año la falta de capacidades para almacenar arroz seco en cáscara amenazó con estrangular una parte no despreciable de la producción espirituana, los molineros de La Sierpe lamentaron la incorporación tardía de sus principales industrias (Tamarindo y Las Nuevas), cuyo estado técnico, por aquel entonces, tampoco les permitía moler por encima del 80 por ciento de sus potencialidades en momentos en que la demanda crecía por horas.
Camilo Meneses, quien sufrió aquella odisea desde su puesto de director de Industria en el complejo, prefiere recordar el episodio en tiempo pasado, sobre todo ahora que la infraestructura integrada por secaderos, molinos y almacenes recoge los frutos de un mantenimiento que él considera “muy superior” al de la campaña precedente.
“A diferencia del 2011, cuando existió déficit en la mayoría de los recursos que necesitaba la industria para responder a los volúmenes de cosecha que teníamos -explica el directivo-, este año hemos recibido motores y motorreductores, dispositivos eléctricos, una parte importante de los rodamientos, de laminado, tornillos, etc, lo cual nos pone en una mejor situación”.
UNA ZAFRA DE NUEVE MESES
“La gente siempre anda hablando de las tensiones que se producen en la zafra azucarera y nadie saca en cuenta que esto es como una zafra, pero de nueve meses”, sostiene desde su experiencia de más de tres décadas en el sector Rodobaldo Rodríguez, director de la emblemática Unidad Empresarial de Base (UEB) Secadero Españoles, sin dudas una de las más competentes de su tipo en el país.
Mantenimiento a partes y piezas, completamiento de sistemas eléctricos y sustitución de 27 silos de proceso (19 en una primera etapa y el resto de manera progresiva) se cuentan entre las acciones más notorias emprendidas en las diferentes plantas de secado de Sancti Spíritus, un eslabón capital de la cadena arrocera.
Lo más trascendental en este frente, sin embargo, es la recuperación del secadero tipo IMAD de Tamarindos, una industria que llevaba paralizada más de una década y que de golpe y porrazo incorpora otras 128 toneladas diarias de capacidad, que mucha falta le hacen hoy a Sancti Spíritus.
La provincia dispone de siete industrias de secado -una en Las Nuevas, tres en Españoles, dos en Tamarindo y una en Yaguajay-, las que en su conjunto pueden recibir en una sola jornada 890 toneladas de arroz húmedo, cifra que en los últimos tiempos había mermado con los desmanes de la escasez de recursos, el envejecimiento fabril y la falta de mantenimientos profundos.
“Las capacidades no pueden activarse simultáneamente, van a ir saliendo en la medida en que se incremente la cosecha -precisa Camilo Meneses-, ya con la incorporación de Tamarindo podemos asumir 357 toneladas diarias, en mayo incrementamos otras 256 y el propósito es activar también Las Nuevas para completar las 890”.
La baja demanda que mantiene en el país la producción de arroz precocido les abrió los ojos a los innovadores espirituanos, quienes con pequeñas modificaciones tecnológicas en la planta encargada del procesamiento del grano en el molino Ángel Montejo, de la capital provincial, ganaron otras 50 toneladas para la capacidad de secado del territorio.
La alternativa en cuestión consiste, siempre que sea posible, en alternar la producción de precocido con el secado del grano, lo cual además de ensanchar las capacidades de la provincia, da cobertura para el secado a productores de zonas más cercanas a Sancti Spíritus y libera a La Sierpe de determinados compromisos en el giro.
AGUA PASADA SÍ MUEVE MOLINOS
Contrario a lo que reza el refrán, la experiencia de años anteriores sí viene removiendo los molinos arroceros de Sancti Spíritus, responsables de asumir toda la producción de esta provincia (se prevén unas 41 200 toneladas para el año en curso) y también una cifra significativa del cereal procedente de Villa Clara y Ciego de Ávila.
A Las Nuevas y Tamarindo, los caballos de batalla en el centro del país, se suman las industrias Ángel Montejo y Manolo Solano, en la cabecera provincial, y la ubicada en el antiguo central Simón Bolívar, de Yaguajay, que da cobertura en parte a la creciente producción de la zona norte.
Félix Olivera, jefe de Mantenimiento en Tamarindo, dice que desde los tiempos en que trabajó como ayudante de los japoneses que montaron el molino, allá por 1973, hasta hoy, la industria nunca había estado lista antes de junio.
El “milagro” de ahora se debe al adelanto conseguido en la reparación, que según su parecer “permite arrancar mejor que años atrás a pesar de la escasez de algunos rodamientos y de las limitaciones con los implementos de soldar”.
La infraestructura molinera ha venido recuperándose desde el 2011, cuando ya entraron en explotación todas sus unidades y se montaron nuevos sistemas de clasificación y descascarado, los que aportaron incrementos en capacidad de procesamiento y mayor calidad en la producción terminada.
El proceso inversionista con el que se pretende actualizar la industria del arroz incluye también el montaje de nuevas básculas, la pavimentación de áreas exteriores, la colocación de cercas perimetrales y un asunto de importancia cardinal para la región: el incremento de las disponibilidades de almacenamiento de arroz seco en cáscara en silos metálicos, cuyo déficit también amenazó con oscurecer la cosecha el pasado año.
De tal suerte, en Sur del Jíbaro hoy funcionan seis de estos tanques gigantescos y la reposición de la base de almacenes de Tamarindo, actualmente en ejecución, incluye el montaje de otros cuatro, en los que podrían resguardarse más de 4 100 toneladas del grano, un aporte formidable a la estabilidad del flujo productivo en estos predios.
Hasta el Sur del Jíbaro no ha llegado una cigüeña salvadora con todos los recursos que requiere el sector para sacudirse los quebrantos de décadas, e incluso muchos alertan que todavía faltan insumos vitales para asegurar la transportación del arroz en proceso, poner a punto todas las unidades o garantizar reposiciones ante lógicas contingencias; sin embargo, en algo existe consenso: por lo que se ha hecho y se hace en la industria, al menos esta vez los cosecheros no tendrán que andar, como quien dice, con el credo en la boca.
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