Recién galardonado con el premio de poesía Raúl Ferrer, Hermes Entenza se define como un artista eternamente inmaduro. Tiene entre sus proyectos presentar una gran exposición en Sancti Spíritus, en la Habana y en Berlín, además de publicar su libro de cuentos Conejo Negro.
Por Elizabeth Borrego Rodríguez, Estudiante de Periodismo
Antes de colorear sus cuadros, Hermes Entenza dedica días y hasta semanas a fermentar cartones de huevos y periódicos viejos, en un ritual más emparentado con la alquimia que con el arte de la pintura, según sus propias confesiones. “Quizás sea por la manía espirituana de hacerlo todo a la antigua”, dice al describir su técnica preferida para simular los papiros egipcios, luego adornados con imágenes de santos, a veces más cercanos a la telefonía celular y a Windows XP que a las deidades del Nilo.
Hermes empezó a sentir el arte desde niño, mientras oía las canciones religiosas interpretadas por su madre en la iglesia bautista donde vivían, mucho antes de convertirse en una pieza imprescindible de la cultura espirituana.
Usted ha cultivado de manera prolífera la plástica y la literatura, ¿cómo sabe si tomar el pincel o la cuartilla en blanco cuando aparecen las musas?
Comencé pintando y me creí escritor mucho después, en el 2000 presenté mi primer libro. Me aferro al mismo tema, tanto para escribir como para pintar: la soledad. Aún así ya tengo bien definido qué puedo pintar y qué escribir, ya tengo temáticas y técnicas muy propias; por la labor de tantos años.
Pienso que existen las mismas herramientas para la literatura, la música y la plástica. El arte es uno solo, y el artista puede tomar estas herramientas para decir lo que siente y anhela. Me he dado cuenta con la experiencia que existen elementos ideales para escribir y no para pintar, y viceversa.
Recientemente usted y un grupo de intelectuales confesaron que les dolía la cultura espirituana…
Sancti Spíritus es y será siempre una locura. Creo que eternamente conservará esa cruz medieval. Todavía faltan almas renovadoras y nuevas energías para encauzar todo lo interesante que se encuentra en la inmensa cantidad de buenos músicos, artistas plásticos y de artes escénicas aquí, muchos de los cuales han emigrado de la villa debido a las malas condiciones, la falta de recursos y la pésima promoción. Existen muy pocos intentos de cambio, a pesar de la «buena voluntad» de algunos funcionarios.
¿Cómo explica este arte suyo cercano a la religión, llamado por los especialistas protocristiano?
El arte protocristiano constituyó un escándalo en su momento, devino el último arte occidental con influencias románicas, concebido cuando el cristianismo todavía era ilegal, aún vivía en catacumbas perseguido por los románicos, pero aun así resultaba muy interesante. Yo lo considero como el primer graffiti que existió. Las catacumbas continúan llenas de este arte. Me gusta mucho porque significa ir al inicio de todo; comenzó como una filosofía del hombre y así lo considero todavía. Aunque no todo gire en torno a esto, uso lo que pueda para armar el cuerpo expresivo de mis cuadros.
En el 2004 usted aseguró: “Mi madurez consiste en saber que jamás seré una persona plenamente madura”, ¿aún sostiene esa idea cuando siguen pasando los años?
Todavía lo creo así. Mi madurez radica en saber que nunca voy a verme como estos tipos de voz gruesa, siempre voy a improvisar, a adaptarme al arte. Soy incapaz de pasarme dos meses pintando un cuadro porque me agobia, prefiero sentir la alegría de pintar. Pongo rock and roll altísimo y bailo y tiro pintura, porque se acerca más a mi trabajo. Ahora mismo quiero innovar y estoy pensando en un Videoarte con mi hija, irnos de viaje por toda Cuba en un tren, pero eso vendrá luego, de sorpresa.
¿Considera haber transgredido las normas familiares con la imagen que proyecta, en extremo desenfadada?
Por supuesto, mis creencias resultan bastante extrañas con respecto a las de mi familia. Pero la religión me ha marcado muchísimo, en la literatura y en la plástica, no tanto en el aspecto formal como en el filosófico.
Soy la oveja negra más querida de mi familia, pero no tengo problemas con nadie en casa. Durante una etapa me creí ateo y se lo decía a mi padre, el pastor de la Iglesia Bautista. En ese momento busqué muchas religiones, incluso el budismo, hasta que el mismísimo Frei Betto me explicó que la religión representaba un símbolo: “Jesús se manifiesta en ti cuando menos lo esperas”, me dijo.
En la mitología griega Hermes simboliza al dios mensajero de las fronteras y los viajeros, ¿cuántas fronteras ha dejado atrás este Hermes terrenal?
He recorrido toda Norteamérica, México y casi toda Europa, menos Inglaterra que se ha convertido en mi sueño. En Estados Unidos viví 3 años, donde estudié restauración y regresé porque no me gustó aquel modo de vida. Allí supe qué significaba vivir como un inmigrado.
En Alemania tengo un tallercito, trabajo con una comunidad artística en las afueras de Berlín, específicamente en una casa muy grande, construida después de la caída del muro. Allí viven actores, pintores, escritores, con todo muy barato. Ellos mismos cocinan su pan, tienen carros de lujo para presentaciones importantes. Voy allá una o dos veces al año.
¿Entonces, si resulta tan cómodo, por qué regresa siempre?
Es una pregunta difícil. Debe ser porque ya tengo 51 años y pienso que no podría adaptarme.
A la vuelta de tantos años, ¿aún existen metas?
Pienso en sentirme bien y estar en paz conmigo mismo: constituyen mis metas constantes. Pero entre mis proyectos más anhelados quedan presentar una gran exposición en Sancti Spíritus, en la Habana y en Berlín, además de publicar mi libro de cuentos Conejo Negro con la editorial Letras Cubanas. Esas son mis metas realizables para este año, aunque también sueño con borracheras en la torre Eiffel y con viajar a la Luna.
me encantó volver a leer este trabajo, gracias a Elizabeth por regalarnos esta oportunidad, y gracias a HERMES por existir.
muy buena entrevista, el futuro de escambray está asegurado. me encantaron las preguntas