En la madrugada del 6 de enero de 1959 el pueblo espirituano tuvo un auténtico regalo de reyes, como por mucho tiempo había constituido una arraigada tradición para los pequeños de familias pudientes, solo que esta vez no se trataba de los míticos Gaspar, Melchor y Baltasar.
Ahora eran millares de «reyes» barbudos, portadores del más preciado de los obsequios posibles: la libertad; llegaban en centenares de vehículos precedidos por tanques, tanquetas y jeeps coronados por soldados y milicianos rebeldes sorprendidos por el extraordinario recibimiento que les tributaba la población.
RECUERDOS DE UN CARAVANERO
Alcibíades Aguilar Rondón tuvo el privilegio de ser escogido para formar parte de aquel inolvidable ejército rodante cuando la tropa a la que pertenecía en el II Frente Oriental Frank País, una compañía de la Columna 17 Abel Santamaría, entonces bajo el mando del capitán Filiberto Olivera, recibió la orden del Comandante Raúl Castro de trasladarse a Holguín para unirse a la Caravana que conducía Fidel desde Santiago de Cuba.
Eran demasiadas emociones para el guajirito nacido el 28 de abril de 1937 en Mayarí Arriba, hoy municipio II Frente, de la provincia de Santiago de Cuba, en un hogar campesino asentado en una pequeña parcela y con un futuro nublado por la miseria imperante.
No es fácil hilvanar todas las remembranzas que se le atropellan al cabo de más de medio siglo. De ahí que Alcibíades no pueda precisar los detalles de la marcha desde Rejondones a Holguín, la primera ciudad “grande” que conoció en su vida, donde tuvo un anticipo de las sorpresas que le esperaban en el largo trayecto hacia La Habana.
“Sí recuerdo que se formó una hilera de cientos de vehículos de todos tipos y tamaños: camiones, yipis, camionetas, automóviles, tanquetas, zapas… de todo. Y junto con nosotros viajaba gran cantidad de soldados del recién derrotado ejército de la tiranía que se nos habían unido. En todas partes nos abrazaba la gente, las mujeres nos besaban sin conocernos, la jovialidad y simpatía desatadas eran extremas”.
Del extenso recorrido en sus primeras etapas, a Alcibíades solo se le quedó claramente grabado el gran acto celebrado en Camagüey para recibir a los emisarios de la Revolución triunfante.
SANCTI SPÍRITUS O LA APOTEOSIS
Para aquellos miles de hombres, la llegada a la capital espirituana revistió un encanto especial, algo que el Comandante en Jefe resumió poco después en su discurso ante la multitud cuando dijo que Sancti Spíritus no era y no podía ser “una ciudad más” en el extenso itinerario.
Como los puentes de hierro sobre los ríos Zaza y Tuinucú en la Carretera Central habían sido cortados por los propios rebeldes en los últimos días de la lucha, la larga Caravana tuvo que desviarse por el camino de El Majá a La Ferrolana y de ahí seguir rumbo a la villa del Yayabo por la Carretera de El Jíbaro.
“Era avanzada la noche cuando la hilera de vehículos de varios kilómetros de largo hizo su entrada por el puente Balneario y allí mismo -rememora Aguilar- empezó a escucharse la gran algarabía de la gente aglomerada en las calles y en puertas y balcones, lanzando vítores y flores a los recién llegados.
“Cuando alcanzamos el parque Serafín Sánchez eso fue apoteósico, la multitud aplaudía y nos abrazaba como si hubiéramos sido familia y nos conociéramos de toda la vida. Aplausos, gestos, exclamaciones, todos emocionados, porque todos se sentían parte de aquello.
“La efervescencia de la multitud llegó a su clímax cuando Fidel salió al balcón de la antigua Sociedad El Progreso y empezó a hablarle a la masa allí reunida. Para mí fue algo impactante ver tanto pueblo, tanto apoyo, tanto fervor”.
LO QUE NO ADIVINÓ ALCIBÍADES
Luego, entrada la mañana, continuarían viaje hacia la Capital. “Yo no conocía La Habana y solo aspiraba a regresar a mi terruño en Oriente para ayudar a mis viejos cuando se organizara el nuevo Gobierno”, refiere; pero la realidad impuso sus reglas.
“Ya en la capital nos enviaron a formar parte del regimiento acantonado en Managua y posteriormente en el aeropuerto de Ciudad Libertad con el grado de sargento. Pero al poco tiempo Fidel orientó crear los Batallones de Viviendas Campesinas para hacerles casas a los lugareños residentes en los lugares más intrincados.
“Yo fui asignado al Batallón 16 y construimos la Ciudad Pesquera de Caibarién, después nos trasladamos para el central Purio en Calabazar de Sagua, a edificar viviendas campesinas, y de ahí, de nuevo a Sancti Spíritus”.
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