Sancti Spíritus también asiste a la conmoción a la hora de la muerte de Teófilo Stevenson. Esta tierra se le rindió a sus pies y le tuvo entre sus hijos, por eso le entregó en el 2003 la réplica del machete del Mayor General Serafín Sánchez.
Teófilo Stevenson Lawrence está listo para su próximo combate. Una pelea tan intensa como la que vivió en sus más de 20 años sobre el ring donde se erigió como el más grande boxeador amateurs de todos los tiempos.
Para el gran campeón comenzó el combate de la posteridad, ese que le dará otra vez la medalla del recuerdo imborrable de todos los que le admiraron más allá de los guantes y los puños.
Teofilo fue el boxeador de Cuba y del mundo. Por eso Sancti Spíritus también asiste a la conmoción a la hora de su muerte. Esta tierra se le rindió a sus pies y le tuvo entre sus hijos; le entregó en el 2003 la réplica del machete del Mayor General Serafín Sánchez.
Entonces abrió apenas una página del enorme libro de su vida, una vida marcada por la fidelidad, la entrega y la humildad. Entonces desentrañó rasgos de un carácter que forjó entre multitudes.
No hubo espacio para la jactancia. Como se narra un cuento de niños recordó cómo ganó ocho de sus 12 combates olímpicos por nocaut en las lides de 1972 en Munich, 1976 en Montreal y 1980, Moscú. También todas las victorias eslabonadas desde que en1970 decidió subir al cuadrilátero en los pesos pesados tras su medalla de oro en un torneo Esperanzas Olímpicas en Bulgaria y eclipsó al técnico soviético Andrei Chervorenko.
Pocos comprendían cómo escondía detrás de tan fulminante pegada al hombre admirablemente pasivo, dócil, elegante.
“El boxeo me enseñó a ser un poco tranquilo-diría Teófilo- como en casi todos los deportes de combate que los contrarios se abrazan al final; siempre estoy cerca de los niños, me encantan; cuando paso cerca de un gimnasio, no puedo evitarlo, entro y hago algo.»
Fue Teofilo el manjar inalcanzable de mercaderes, el diamante en bruto que optó por los aplausos sinceros de su pueblo, aunque sus puños derribaron a más de una esperanza del deporte rentado.
“Dos o tres veces desprecié sumas millonarias-recordaba- una vez hasta me llevaron una maleta llena de dólares, y no tenía vigilantes, siempre dije lo mismo: eso no puede comprar el cariño de un pueblo entero, ni el respeto ni los derechos de los que gozo. Eso no es muela. Mira, una de las dos veces que perdí con Visostki, el ruso, yo no estaba en condiciones, me faltaba entrenamiento, pero dijeron que el pueblo quería verme, aunque no ganaría, y subí. En la final del Mundial ´74 tenía una lesión en el pie derecho. Le gané al norteamericano Stinsoon, y cuando me preguntaron por qué no había dicho nada, sólo contesté: Por Cuba peleo con un brazo o una pierna”
Cuba y Fidel calaron hondo en el alma del campeón, a quien no hacían falta discursos para “noquear” cualquier provocación.
“..Lo del incidente de Miami, mejor no hablamos mucho de eso, rememoró Teofilo-. En el aeropuerto un tipo empezó a provocarme diciendo cosas de Fidel y cerca de mí no se puede hablar mal de él. En un descuido le di un derechazo, todavía me quedaba algo, se formó el lío, yo mismo pagué la fianza y con gusto”.
Teofilo fue el dueño absoluto de los pesos completos del amateurs. Además de su triada dorada olímpica, el tunero resultó tres veces titular del mundo ( 1974, 78 y 86), doble campeón panamericano, y centroamericano, 11 veces titular del «Cardín» y del «Playa Girón», multimedallista en varios torneos…
Protagonizó pleitos inolvidables sobre todo contra los norteamericanos, como la de Munich,1972 ante Duane Bobick. Con tan solo gancho al estómago combinado con derechazo al mentón cae la Esperanza Blanca y un reinado estadounidense desde 1904 en esos pesos. Para el gigante tunero la Copa Val Barker, de mejor boxeador.
“El me ganó en el 71, en los Panamericanos 3-2 y a mí me quitaron dos puntos. Se la guardé. En la Olimpíada lo eliminé en semifinales y él me deseó que ganara la de oro. Después me llamó y conversamos largo rato. Enfrentarme a los norteamericanos siempre tuvo dos motivaciones por lo que todo el mundo sabe; después de Bobick no perdí jamás con ellos y disfruté ganar en el Madison Square Garden, la meca del boxeo en Nueva York cuando los topes bilaterales. »
Nombres imprescindibles, mencionó muchos. El soviético Andrei Chervorenko, Sagarra, el maestro, Young Herrera, quien lo raptó del básquet y la pelota para llevarlo de los libros al ring porque “mi padre me daba un libro de boxeo para aprender inglés, pero yo sólo miraba las figuritas, las posiciones”. Otros que vieron deshechos sus sueños de campeones: John Tate, Woody Clark, Michael Clark Piotr Zaev, Mircea Simon.
En medio de la leyenda, el campeón admite también algunos pleitosn medio de la leyenda, el campe los pesos completos del amateursaron a mentrega y la humildad. que hicieron tambalear su mito de infalibilidad como las derrotas frente al guantanamero Osvaldo Castillo o al italiano Francesco Damiani en el mundial del 82.
“Perdí varias peleas y la gente no se acostumbraba. Muchas veces no entrené bien, pero Alcides confió en mí y me llevó al Mundial del 86 en Reno. Sabía que podía y pude. Terminé ganando, mis últimas peleas las gané por nocaut, ahí me dije: no hay que esperar más.»
Cuba despide a su ídolo entre lágrimas y vítores. Dice hasta siempre al hombre que dejó agilidad sobre el cuadrilátero, pegada potente, técnica y plasticidad, deudas de entrenamiento, batalla contra el tiempo y un cariño del tamaño de su grandeza sobre el ring.
Por eso no extraña que Cuba toda le granjeara un adiós de campeones.
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