Trinidad, la tercera de las villas fundadas en Cuba por Diego Velázquez, recibió el aniversario 498 con una imagen diferente tras llevar a feliz término cerca de un centenar de acciones constructivas.
Por Carmen Ropdríguez Pentón
La Santísima Trinidad, la tercera de las villas fundadas en Cuba por Diego Velázquez, con el incentivo que presupone la llegada al medio milenio dentro de dos años, recibió el aniversario 498 con una imagen diferente tras llevar a feliz término cerca de un centenar de acciones constructivas.
Preservar la arquitectura forma parte de una estrategia que culmina en el 2014, encaminada al desarrollo local y al aumento de la calidad de vida a partir de labores constructivas que en el año recién concluido ascendieron a más de 1 900 000 pesos en obras de interés social y económico.
Según declaraciones ofrecidas por Ramón Naranjo, presidente de la Asamblea del Poder Popular en el sureño municipio, la celebración resultó propicia, además, para rehabilitar instalaciones que conforman la reserva patrimonial como la Escuela de Oficios y viviendas del Centro Histórico, con lo que se han beneficiado calles emblemáticas como Santa Ana, Amargura, Las Tres Cruces y Real del Jigüe, donde se han reparado fachadas y segundas crujías. Los espacios públicos recibirán también el empuje renovador con trabajos en las plazas Carrillo y Santa Ana; el Museo de Lucha contra Bandidos y el parque infantil de La Popa.
De gran impacto en la población resultó la apertura de un minizoológico donde se exhiben más de una veintena de especies, así como la reparación de la Clínica Estomatológica de Casilda y el Policlínico II, de Trinidad, junto al asfaltado de las principales calles de acceso, el vial Manaca-Condado y la carretera a Topes de Collantes.
Mención especial merece el Valle de los Ingenios, igualmente Patrimonio Cultural de la Humanidad, donde se trabaja en la restauración de las haciendas Guáimaro, Buenavista, Guachinango, El Abanico, el sitio San Isidro, futuro Centro de Interpretación Arqueológica del lugar, así como el sitio Manaca-Iznaga, antiguo barracón de esclavos y el único que se conserva en Latinoamérica.
El fin es preservar una ciudad con casi cinco siglos a cuestas, llena de patrimonios irrepetibles, elementos de una riqueza natural y cultural que pertenecen a toda la humanidad y, por ende, un hito que queda como un legado permanente para incalculables generaciones.
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