Iniciado el pasado miércoles, el coloquio vino a confirmar que la música cubana es una de las expresiones artísticas más trascendentes y valiosas de la cultura nacional.
Con un currículum digno para quitarse el sombrero frente a él –sépase que no es una lisonja-, el profesor, investigador y musicólogo Juan Enrique Rodríguez Valle no es hombre de cerrar puertas. En octubre último, en una tarde de domingo para disfrutar en familia, bastó una llamada telefónica para que atendiera mis reclamos periodísticos de cierta urgencia.
En aquella ocasión hablamos de uno y mil temas, entre estos la celebración del XXVII Coloquio sobre Estudios de la Cultura Musical Cubana, que desde el pasado 5 de diciembre y hasta este viernes tiene por sede a Sancti Spíritus.
¿Cómo ha logrado mantenerse en cartelera un evento de este tipo?, indagamos en ese momento con el también presidente de la filial de Música de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en Sancti Spíritus, quien comentaba sin pensarlo un segundo: “Hemos aprendido a adaptarnos a las circunstancias y hemos renovado el coloquio en su concepción, porque ningún evento debe mantenerse estático”.
¿En cuál sentido se ha enriquecido?
“Por ejemplo, para respaldar la exposición de las investigaciones, incorporamos demostraciones en vivo con artistas y agrupaciones musicales. Esa idea le da vida a las ponencias, a los estudios que se presenten. El Conservatorio de Música Ernesto Lecuona nos ha servido de gran apoyo en esto; lo cual contribuye, también al desarrollo artístico-musical de sus alumnos y profesores”, apuntó Rodríguez Valle.
Con el auspicio, igualmente, del Museo Nacional de la Música, de la Dirección Provincial de Cultura y de instituciones, esta nueva edición del coloquio no defraudó en cuanto al programa científico, capaz de abordar diversas zonas y personalidades de la música cubana.
Sin chovinismos exacerbados, podría subrayar otro elemento de relevancia, con ciertos hálitos de perogrullada: la versión 27 del encuentro demostró las riquezas y las tradiciones musicales de Sancti Spíritus, en la mira de estudiosos como Juan Gaspar Marrero, Sixto Edelmiro Bonachea y del propio Rodríguez Valle.
La presencia espirituana en la fonografía musical cubana, La Amistad y El Progreso. Las primeras Orquestas del siglo XX espirituano y La Parranda Típica Espirituana. Identidad y patrimonio constituyeron indagaciones con sello local demostrativas del amplio registro cultural e investigativo existente en nuestras fronteras.
La dimensión nacional del encuentro estuvo refrendada por la presentación de temas como el piano en Cuba, y el acercamiento a figuras de renombre, léanse, por ejemplo, José Ardévol, Teresita Fernández y María Teresa del Sol Castañeda; en este último caso con una destacada trayectoria como profesora y compositora, incluida la elaboración de manuales para la formación de estudiantes en las escuelas de arte de nivel elemental, según la investigadora Isabel Díaz de la Torre, de Villa Clara.
De acuerdo con el programa del evento, la última jornada incluye un paréntesis para las conferencias Significación histórica de las Academias de Música en Sancti Spíritus entre 1806-1968; Un acercamiento a la educación musical espirituana en el contexto de la República Neocolonial y Actividades identitarias de apoyo al programa Educación Musical II.
A pesar de que su poder de convocatoria puede y debe ser mayor (además de Sancti Spíritus, contó la participación de representantes de La Habana y Villa Clara), el coloquio vino a confirmar que la música cubana es una de las expresiones artísticas más trascendentes y valiosas de la cultura nacional.
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