Hace 37 años, una aeronave de Cubana de Aviación, con 73 pasajeros, explotó en pleno vuelo debido a un atentado terrorista.
“Mi padre era lo más grande que yo tenía. Nada en él era terrorismo, nada en él era violencia. Esa política de terrorismo contra Cuba hace que personas como yo terminen de esa manera tan triste. El 6 de octubre es el día más triste de mi vida”.
Margarita Morales ha quedado prendida de las memorias de aquel 6 de octubre de 1976. Un avión civil cubano estalló en pleno vuelo; en el agua, solo despojos de vida. Setenta y tres pasajeros viajaban en la nave, entre ellos su padre Luis Alfredo, director técnico del equipo de esgrima que regresaba a Cuba con todas las medallas de oro disputadas en el recién finalizado campeonato centroamericano de esa disciplina.
Toda la tragedia vivida por tripulantes y pasajeros no cabe en descripción alguna. Aún conmociona aquel escalofriante llamado de auxilio: “Tenemos una explosión a bordo, estamos descendiendo inmediatamente…Tenemos fuego a bordo”, hecho por el comandante de vuelo Wilfredo Pérez, a la torre de control del aeropuerto internacional barbadense.
Y luego de la explosión, del esfuerzo inútil por evitar lo inevitable, de la noticia en boca de todos, una frase en clave transmitida telefónicamente desde Trinidad y Tobago a Caracas por Hernán Ricardo desnudó toda la bestialidad contenida en los autores del crimen: “Dile a Luis (Posada Carriles) que el autobús con los perros se cayó”.
El sadismo no tuvo límites y parece no tenerlo a juzgar por la actuación del gobierno norteamericano que nunca ha tomado en cuenta el abultado expediente criminal del terrorista más connotado de América. Y cuando en El Paso, Texas, la balanza pudo estar del lado de lo justo, Carriles fue absuelto de todos los cargos tras un juicio de 13 semanas que el jurado remató en tres horas.
En Estados Unidos, país donde se ordenan búsquedas de presuntos terroristas por todos los rincones del mundo, se le rinden honores a esta criatura diabólica engendrada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), al “guerrero”, al “soldado universal” capaz de escribir un libro sobre sus “luchas”, cuyas páginas se tuercen ante los ojos de tantas víctimas que solo ven en ellas líneas de sangre y pavor.
Posada Carriles, mentor de tantos que echan pasto a su cuenta corriente a costa de los quejidos ajenos, goza una vejez reposada, quizás no tan reposada, supongo que mantener toda una vida las manos y el alma sumergidas en tanta sangre termine en una hervidura donde quepan las culpas de la voladura del avión de cubana el 6 de octubre de 1976 y todas las demás culpas.
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