Millones de venezolanos acuden a despedir a Chávez, líder indiscutible de un pueblo que, desde hace 14 años, lo admira y reverencia como el fiel seguidor de los ideales de Bolívar
En las afueras de la Academia Militar de Venezuela, el pueblo se mantenía en ascuas. Las cámaras de la cadena multinacional Telesur enfocaban los rostros compungidos, el dolor de miles de compatriotas de Hugo Chávez que no regresaría a sus hogares hasta rendirle el tributo final a quien fuera, durante 14 años, su presidente.
De pronto, en la muchedumbre, emergió el rostro conocido de uno de mis estudiantes de la Patria bolivariana, a quien impartí clases durante casi seis meses en el Nuevo Programa de Formación de Médicos para América Latina que se inició en la Escuela Hospital Salvador Allende de la capital cubana en el año 2005.
Él de seguro va a perdonarme que no recuerde su nombre. Ahora ese olvido involuntario es lo de menos. Atribulados él y yo, ambos sabemos que no nos hubiésemos conocido sin la mediación de aquella cruzada salvadora que los gobiernos de Cuba y Venezuela emprendieron para elevar la calidad de vida al sur del río Bravo.
El Nuevo Programa de Formación de Médicos para América Latina ya graduó a los primeros galenos, jóvenes que actualmente laboran en las más disímiles parroquias y comunidades rurales de la nación suramericana; jóvenes que muestran sus títulos con orgullo y con la convicción de que todo cuanto hagan en sus vidas en lo adelante se lo deben a la oportunidad que Chávez les dio y ellos supieron reciprocar.
Mirando en la pantalla a quien fuera mi alumno, su rostro contrariado y la imagen del Comandante Presidente bien apretada contra su pecho, recuerdo aquellos días en que compartimos un aula de la Salvador Allende y los seminarios devenían espacios de polémica sobre la construcción del socialismo del siglo XXI, sobre la distribución de las riquezas en la Patria de Bolívar, sobre lo humano y lo divino de un líder continental que anoche, en la madrugada de Caracas, mi antiguo alumno vio por última vez.
Hubiese querido estar allá, en medio de la multitud venezolana, para acompañar el cortejo fúnebre de un hombre que fue también hijo de Cuba y hoy se eleva al pedestal de los próceres que han muerto por esta Patria Grande.
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