Los intelectuales espirituanos pusieron en solfa los puntos álgidos que hoy signan su quehacer.
¿Cómo eliminar la crisis institucional que hoy afecta el desarrollo de la cultura espirituana? ¿Cómo garantizar el diálogo efectivo entre funcionarios del gobierno, creadores y centros locales difusores o comercializadores de arte? ¿Qué estrategias de supervivencia han diseñado los responsables de nuestra enseñanza artística para el futuro inmediato, ahora que ha desaparecido la academia trinitaria? ¿Qué apoyo puede ofrecer la intelectualidad espirituana a los procesos pedagógicos que se llevan a cabo en escuelas y centros universitarios de cada municipio? ¿Cómo garantizar que los más de 200 estudiantes dispersos en provincias vecinas regresen, se acoplen e inyecten nuevos bríos a las dinámicas culturales de nuestra ciudad?
He aquí una breve selección de las tantas preguntas que emergieron durante la Asamblea de Balance efectuada por la filial espirituana de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) esta semana.
Tras una revisión exhaustiva de los logros, deficiencias e insatisfacciones entre el 2008 y el presente año, los intelectuales se apropiaron de los micrófonos y, en un clima de transparencia y respeto, enarbolaron sus opiniones acerca de la importancia de preservar nuestras tradiciones y fortalecer los lazos identitarios con el espacio citadino gracias a la cultura del detalle, la cuestionable calidad de las festividades populares, la imprescindible salvaguarda del patrimonio espirituano y la impostergable necesidad de evitar el anquilosamiento de los cuadros que dirigen la Cultura, muchos de los cuales asumen responsabilidades diametralmente opuestas a sus competencias profesionales.
Entre comentarios y desacuerdos emergió una idea común: la Cultura —como institución— de nuestra provincia pide a gritos un cambio de enfoque, directivo y metodológico, en el cual los artistas e intelectuales sean valorados en su justa dimensión y se inserten de lleno en la urgente lucha contra la pérdida de valores que sufre la sociedad cubana.
Durante la asamblea se constituyeron las comisiones encargadas de preparar desde la provincia el VIII Congreso de la Uneac y se entregó la distinción Canto de Ciudad a la Universidad de Ciencias Pedagógicas Capitán Silverio Blanco, al escritor Mario Luis López Isla y a los músicos Roberto Jiménez Tornes y Miguelito Velazco.
Asimismo, Rigoberto Rodríguez Entenza, Luis Blanco Rusindo y Rafael Orellana Miranda recibieron el Reconocimiento Uneac de Sancti Spíritus, mientras que José Ezequiel Cardoso, Ramón de Armas Villar, Cirilo Esmel Hernández y Rafael Daniel Hernández Castellanos fueron agasajados con la distinción El Güije, que también otorga la filial espirituana. Para cerrar con broche de oro, se entregó la certificación que avala a Antonio Díaz Rodríguez como nominado al Premio Nacional de Artes Plásticas 2013.
¿Plenaria del deja vú? ¿Una vez más los mismos problemas irresolutos, las mismas inquietudes que no hallan oídos pacientes ni receptivos? Sí, impotencias hubo, también conflictos e insatisfacciones que la Cultura ha arrastrado durante años y emergieron una vez más; pero sobraron voluntad revolucionaria, deseos de cambio, esfuerzos por alcanzar ese punto de giro que sacuda de una buena vez las telarañas culturales y devuelva a la ciudad el brillo que se merece a las puertas de su aniversario 500.
En la asamblea de los intelectuales y artistas espirituanos se labraron piedras angulares que la filial provincial de la Uneac hoy erige al inicio de un nuevo camino lleno de transformaciones y enriquecimientos ideológicos cuyo destino, ¿quién lo duda?, es el futuro.
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