El 21 de Julio de 1963 una banda armada dio muerte en el norte espirituano al campesino Higinio Delgado Carrero, padre de 16 hijos.
Bertha Delgado Santos evoca con devoción a su padre miliciano y auxiliar de la PNR, Higinio Delgado Carrero, un hombre amante de su familia y dedicado a ella y a la obra de la Revolución, asesinado por una banda armada hace 50 años.
En su plática con Escambray, Bertha recordó cómo en el último año de la dictadura Higinio no dormía con ellos en el hogar allá en la finca Poco a poco, en La Luz, próxima a Venegas, porque los soldados de Batista lo buscaban por comunista y por revolucionario, pues sabían que estaba vinculado a la guerrilla del comandante Félix Torres. Ellos lo detuvieron dos veces y hasta amenazaron su vida.
La esposa Francisca Santos Herrera no había parado de sufrir los apremios de la pobreza y el peligro de perder en cualquier momento a alguno de los suyos, como la tarde en que varios de sus retoños jugaban pelota en un claro de monte a cierta distancia de su casa y dos aviones ametrallaron el lugar. El susto fue tan grande que perdió el embarazo.
El de 1959 fue un año de locura. Higinio se multiplicaba entre las tareas de la Revolución triunfante y las del Partido. En 1960 Félix Torres lo llama a dar su aporte en las lomas de Guamuhaya, y allá se fueron el campesino y su “tribu”, asentándose en un lugar llamado Santa Inés de Palmarejo.
“Por esa época -refiere Bertha- empezó la Limpia del Escambray. Allí casi todos los días se sentían tiros y había muertos. Como al año y pico regresamos a Poco a poco, porque mi papá dijo que tenía la finquita abandonada y que le hacía falta volver para atenderla, pidió permiso y lo autorizaron.
“Ese día él no tenía que ir a trabajar porque debía asistir a un acto en la antigua comandancia de Torres en Jobo Rosado, pero como la actividad era más tarde decidió aprovechar la mañana aporcando malanga en la granja La Gloria. Por eso salió muy temprano, pero parece que los bandidos fueron avisados y lo estaban esperando cerca de la casa de un campesino llamado Oscar Rodríguez.
“Cuando mi padre pasó a caballo, Rodríguez lo oyó y al momento escuchó detonaciones. Oscar esperó a que aclarara y salió a averiguar el motivo del tiroteo. Poco después lo encontró al lado de una cerca de alambre de púas, pegado a una cañada. Estaba boca abajo tendido sobre la pangola. Tenía en total casi 50 tiros en el cuerpo”.
Fue, como tantas otras, una nueva “hazaña” de bandidos que dejaba huérfanos a los 15 hijos de Higinio y al que crecía entonces en el vientre de Francisca. “Si no nos morimos todos entonces fue por la ayuda de la Revolución”, sentencia Bertha.
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