Este 10 de agosto se cumplen 30 años de la heroica resistencia que tropas cubanas y angolanas protagonizaron en Cangamba, al Sur de Angola.
Cangamba, pequeño poblado en el sudeste de Angola, fue testigo de una de las páginas más heroicas que tuvieron lugar en la guerra librada por esa nación contra el apartheid desde mediados de la década de 1970.
La hazaña tuvo lugar cuando sobre las tropas de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) y un grupo de combatientes cubanos se arreció el cerco enemigo.
Los defensores de la aldea no llegaban a los 700 hombres, y por cada uno de ellos había aproximadamente ocho agresores.
Fidencio González Peraza, hoy Coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, estaba al frente de los internacionalistas cubanos, entonces como Mayor.
“Aunque la primera decena de agosto fue la más tétrica, evocó González Peraza, desde junio estábamos aislados y cercados; sometidos diariamente a cuatro o más ataques de la denominada Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA).
“Hubo momentos muy difíciles al quedar totalmente sitiados. El primero, cuando a las FAPLA las desplazaron de sus posiciones ya con pocas municiones y escaso armamento y se unieron a nosotros en la propia trinchera, en el área que no rebasaba el tamaño de un campo fútbol.
“El otro, cuando una granada de artillería penetró en nuestro puesto de mando y ocasionó la muerte a cuatro combatientes e hirió a algunos de gravedad.
“Las horas más críticas, acotó, ocurrieron al terminarse los abastecimientos, incluidos alimentos, agua y medicamentos”.
Las tropas sitiadas contaban únicamente con municiones para los fusiles; toda la técnica de transporte estaba averiada; y de los 22 refugios que llegaron a tener, quedaron dos.
\»En agosto, rememora, la situación se tornaba muy penosa porque nuestros soldados y oficiales estaban físicamente muy agotados, y algunos hasta se quedaban dormidos en la posición que defendían”.
Cuando la intensidad de los combates disminuía, el jefe cubano se trasladaba por las zanjas de comunicación hasta las trincheras para infundir valor y fe en la victoria.
Su actitud mereció que en la noche del primero de enero de 1989 se le confiriera el título honorífico de Héroe de la República de Cuba, cuya medalla dorada la situó en su pecho el Comandante en Jefe, Fidel castro.
\»A pesar de las dramáticas circunstancias en que nos vimos envueltos se acrecentó el espíritu con el mensaje enviado, a través de la radio, por nuestro máximo líder”.
Al no poder grabar ni transcribir la comunicación, el jefe de la defensa de Cangamba aprovechó los conocimientos del colectivo y se le ocurrió hacer tres grupos con los secretarios del Partido, con la gente de más ideas, para que cada uno interpretara el mensaje a partir de lo que él había oído.
“Escogimos el de más contenido y acordamos que ese fuera el documento del Comandante. Lo circulamos por cada uno de los tres sectores de fuego y los ¡vivas! a Fidel retumbaban en las trincheras entre lágrimas de muchos quienes no pudieron ocultar la emoción del momento”.
“Cangamba: 4-8-1983. A las 05:40 comenzó una fuerte preparación artillera. La aviación nuestra apareció más temprano que nunca. En horas de la mañana, y producto del fuego de la artillería enemiga, cayó heroicamente en su puesto de combate el cubano Alfredo Calzada”.
Así reflejó el entonces Mayor Fidencio en su pequeña agenda de notas la muerte del joven de la provincia de Sancti Spíritus (el primer mártir de la contienda).
Irayda García siente orgullo por la conducta de su hijo, y en perenne homenaje a él, un búcaro con flores siempre frescas junto a la foto del ser querido adornan la sala de su apartamento en la ciudad espirituana.
“El dio su vida por la libertad del hermano pueblo angolano y eso calma un poco mi dolor de madre”, expresó , sin poder contener las lágrimas sobre sus mejillas cada vez que habla de Alfredo, quien apenas contaba 19 años al morir.
Las muestras de valor, heroísmo y solidaridad nunca faltaron en los momentos más difíciles de la batalla. Una de ellas la dio el teniente Luis Galván Socas.
En el improvisado lecho que se le preparó al resultar gravemente herido, continuó asistiendo en su condición de médico a los combatientes, hasta que una granada de mortero puso fin a su vida.
Quizás algunos pensaron que solo un milagro podía garantizar el triunfo de las armas angolanas y cubanas, pero la decisión de Fidel resultó determinante.
Su orden de reforzar y apoyar con inmediatez a los combatientes sitiados no se hizo esperar. Tres destacamentos blindados que estaban ubicados en distintas zonas angolanas avanzaron hacia Cangamba, salvando obstáculos geográficos, enfrentando emboscadas y realizando marchas para devorar distancias de cientos de kilómetros.
Una unidad cubana radicada en Luanda recorrió más de mil 300 kilómetros y llegó oportunamente para asegurar las acciones de la aviación de transporte y de los helicópteros.
La cantidad de bajas sufridas y la amenaza del refuerzo atemorizó a la UNITA, cuyos hombres se retiraron a la desbandada dejando el armamento y más de 500 muertos en el campo de batalla.
Por la parte cubana perdieron la vida 17 combatientes y 30 resultaron heridos, mientras que las FAPLA computaron entre 60 y 70 fallecidos y 157 heridos.
El \»milagro\» de la victoria en aquel amanecer del 10 de agosto de 1983 estuvo sustentado en la preparación ingeniera del teatro de operaciones militares, las convicciones ideológicas, y la racionalización de los recursos.
Igualmente, fue decisivo el ejemplo personal de los jefes, la valentía de todos, la continua comunicación con el mando superior y el aliento dado por el Comandante en Jefe, quien desde Cuba estuvo al tanto de las acciones.
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