Tras décadas de ofrecer su arte en disímiles latitudes, el músico trinitario Carlitos Irarragorri presenta su primer fonograma Son-Riendo al mundo, dispuesto a conquistar al público cubano.
Carlitos Irarragorri nunca ha dejado de sonreír, ni siquiera en los días más aciagos, cuando vio frustrado su sueño de ingresar en la Escuela Nacional de Arte (ENA) por no otorgarle una plaza al municipio.
Entonces optó por instructor de arte, pero su éxito ya estaba vaticinado desde que la maestra primaria Úrsula Guerra aconsejó a su madre encauzarlo por los rumbos del pentagrama.
Gracias a tal clarividencia, llegaron las lecciones con El Chino Puerta, un trovador que enseñaba a los niños en sus ratos libres; luego las clases con los profesores Loise Águila y Ramón Mendieta, en la Casa de la Cultura. Todo ello, unido a las artimañas aprendidas del roce con músicos de agrupaciones como Estrellas del 48, el Dúo Escambray…, pulió el don innato del aprendiz.
Aun después de grabar más de 18 discos con grandes del repertorio internacional, de compartir escenario con personalidades como Pancho Amat, Celia Cruz y Andy Montañez, entre otros, este trinitario radicado en Suiza insiste en definirse como “un musiquito de pueblo” y no por falsa modestia, sino con la naturalidad de quien reconoce en el riesgo la clave para alcanzar los sueños.
Esta vez regresa a Trinidad con el anhelo de insertar en el mercado nacional su primera producción discográfica Son-Riendo al mundo, un CD en el que demuestra que “el arte es la riqueza espiritual más grande, capaz de unir talentos de diferentes partes del mundo con el lenguaje de la música”, al decir del propio Carlitos.
Apartado de toda parafernalia, deja a un lado la guitarra, el tres, el piano y prepara su voz, pero no para interpretar un son o un bolero, sino para conversar con Vitrales.
¿Cómo llega un músico de Trinidad a escenarios extranjeros?
Mientras trabajaba como instructor me abría paso entre los músicos profesionales hasta que formé el grupo Montimar. Después fui a Italia con el dúo Los trinitarios. Con el tres llegué a los grandes escenarios porque me llamaron para grabar con Alfredo de la Fe, un grande de la Salsa All Star de los años 70; ya habían intentado con cinco treseros cubanos y al final yo fui el elegido. La interpretación gustó y me quedé en Nueva York, en el grupo de este artista. Con él recorrí parte de Europa, Asia y África.
¿Cuánto pesó el fatalismo geográfico para abrirse camino?
Pesó mucho, al punto de que si no eras capaz de haber pasado por un conservatorio, de haber aprendido la música como debe ser, solfear, leer pentagrama…, cuando llegabas a esas grandes bandas no podías tocar. Ya no es el tiempo de Benny Moré, que no leía música pero hacía un arreglo musical. Por eso no entiendo cómo no existe un Conservatorio de Música en una ciudad con músicos talentosos como esta, que necesitan una formación académica.
Después de tantos años participando en discos de otras agrupaciones, se lanza a la aventura en solitario con Son-Riendo al mundo. ¿Por qué?
Debía hacer un resumen de mi carrera hasta este momento. Además, necesitaba llevar mi nombre, en lo personal, al mundo de la música internacional y sobre todo al ámbito nacional. No quiero ser famoso, pero sí reconocido en mi país. En Son-Riendo al mundo mezclo músicos de Trinidad, como Pedrito o La Profunda, con voces del panorama latino como Jose Alberto “El Canario”, Alfredo de la Fe, Alain Pérez -natal de Manaca Iznaga, hoy día una figura reconocida-, la orquesta Mercadonegro, hasta sumar 39 invitados. Trabajé durante tres años; primero en las composiciones, luego a las grabaciones porque soy el promotor, el director, el arreglista, el instrumentista…
¿Cómo logró desempeñar tantas funciones?
Ni yo mismo sé. Los días pasan y no te alcanzas. Hoy el mundo de las discográficas está muy destruido por la piratería y encontrar una disquera dispuesta a hacerse cargo de una persona que ha trabajado con muchas figuras, pero no tiene un nombre por sí mismo, complica las cosas. Te toca lanzarte a la locura o quedarte sin hacer nada; yo no me doy por vencido tan fácil, aunque tuve ayuda de mucha gente a quienes les agradezco mucho.
En el disco aparecen temas dedicados a Trinidad que son de su autoría. ¿Cómo se da ese fenómeno de escribir para Trinidad, estando lejos de ella?
Realmente estoy lejos en kilómetros, pero nunca he estado más cerca de esta ciudad. Empecé haciendo música instrumental porque no me considero un gran poeta o compositor, pero de pronto vinieron algunas musas. El danzón Calle Alameda lo empecé aquí y lo terminé en el extranjero. Para el tema Ancón, dedicado a nuestra bella playa, recordé sus aguas.
Cada año regresa. ¿Percibe evolución o encasillamiento en las agrupaciones del territorio por las demandas del turismo?
Hay encasillamiento, pero también hay gente haciendo muy buena música, sobre todo jóvenes talentosos con sus guitarras, requintos, tres, pero volvemos al principio: ¿dónde estudiar música en Trinidad? Hay gente que necesita hacer una música totalmente a favor del turismo para vivir, yo también lo he hecho, pero el artista no puede dejar de estudiar.
En Trinidad se insiste en el rescate del patrimonio material. Sin embargo, ¿cómo valora el rescate del patrimonio musical?
No me meto mucho en ese mundo, te voy a hablar como un trinitario más. Yo veo que, por ejemplo, todavía la Banda Municipal da conciertos, aun con escaso apoyo, pero realmente estamos haciendo música para el turismo nada más. Muchos lugares llevan hoy un nombre simbólico, por ejemplo, en la Casa de la Trova son pocos los trovadores que se presentan. Trinidad tiene una herencia musical increíble que urge rescatar.
Toca piano, guitarra, tres, contrabajo, bajo eléctrico, percusión. A la hora de elegir se queda con…
Con la guitarra porque para mí es el instrumento más completo. A lo mejor Leo Brouwer está de acuerdo; pero Chucho Valdés, no. Yo se lo he dicho a Chucho, en la guitarra usamos cuatro dedos de la mano izquierda y uno de la mano derecha, o sea, con cinco dedos puedes tocar un acorde y a veces 10 dedos no son suficientes para tocar ese mismo acorde en el piano.
La última canción del disco se titula Lo que quiero en la vida. ¿Qué más ansía Carlitos Irrarragorri?
Te respondo como dice la canción: Unas veces arriba, otras veces abajo, lo que quiero en mi vida es que no me falte trabajo. Yo no quiero ser rico, solo sobrevivir, con mis hijos benditos y un amor para abril.
Esa foto n es caracteristica de Carlitos ni tiene afinidad cn el texto, pues es certo que siempre se está riendo, es parte de su personalidad
Es cierto q siempre ríe. Despampanantemente. Pero quienes lo hemos visto arrancando acordes emocionadamente a su guitarra, sabemos q es un clásico gesto del músico.