Fallecido a los 58 años, pocos hicieron tanto por sus compatriotas, por la madre América y por la humanidad en un tiempo tan breve.
Ha muerto Hugo Chávez. Se ha ido luego de una lucha sin cuartel contra la terrible enfermedad que tronchó su vida en la etapa más fecunda. Ha muerto el adalid, el artífice de un mundo nuevo que él empezó a construir tres lustros atrás en su querida Venezuela.
Pocos hicieron tanto en un lapso tan corto. Desde ya figura Chávez en el panteón sagrado de los héroes, junto a Bolívar, a Martí, al Che Guevara, a San Martín, a Sucre…
La inmensa obra de Hugo Rafael ha sido esencialmente incruenta. La sangre derramada en su tierra de origen la vertió la derecha, inconforme con la llegada al poder de un hombre que se dedicó en cuerpo y alma a la noble misión de rescatar el legado del Libertador, cambiar la faz de su país, hacerlo soberano y devolver la dignidad a su pueblo.
Pero es que Chávez, como Martí, como su amigo entrañable Fidel Castro, se propuso además un derrotero colosal: salvar su patria para después salvar la América Nuestra y con ello equilibrar el mundo. Que nadie piense resumir la acción de ese jovial gigante en unas pocas líneas. Habrá que investigar y escribir mucho para acercase al contenido, significado y trascendencia de su obra inconclusa.
Chávez es el hombre que acudió presuroso ante cada tragedia sufrida por los suyos, desde los deslaves del estado de Vargas, a la explosión de la refinería de Amuay, con su solidaridad de hermano y la ayuda concreta para restañar heridas y mitigar dolores.
Con el concurso solícito de los cubanos, el otrora cadete emprendió una cruzada que sacó de la ignorancia a millón y medio de sus compatriotas, alfabetizándolos con el método cubano “Yo, si puedo”. Impaciente por la laxitud de estructuras burocráticas heredadas de la IV República, Chávez creó las misiones con el propósito de obtener resultados en cuestión de meses.
A dos manos con Cuba surgió la Operación Milagro que devolvió la visión a decenas o cientos de miles de venezolanos y que después traspasó fronteras y continuó su obra benéfica en otras tierras de este continente. De igual modo emergieron las misiones Barrio Adentro I y II, para llevar la atención médica a los sectores más necesitados; la Misión Rivas, para hacer asequible la educación superior a todos en la patria de Bolívar.
Por iniciativa de Hugo Chávez surgió el Plan Mercal, el cual facilitó víveres baratos a los de menos ingresos, y comenzó un programa de desarrollo integral de la infraestructura, que ha llenado el país de nuevas carreteras, ferrocarriles, puertos, hidroeléctricas… y ha ido completando la base productiva con nuevas industrias, al tiempo que se trazaba el plausible objetivo de lograr la autosuficiencia alimentaria potenciando la producción propia de alimentos.
A Chávez y su equipo se debe la reducción en dos terceras partes del índice de pobreza que encontró cuando asumió el poder en 1999 y que ascendía a un 66 por ciento.
En los últimos años, más de millón y medio de personas se beneficiaron con las cerca de 300 000 moradas construidas para los damnificados por distintos desastres como parte de la Misión Vivienda. La potenciación rápida de la industria productora de materiales de construcción dio trabajo a decenas de millares de venezolanos y aportó al crecimiento del PIB, que en el 2012 fue del 5.2 por ciento.
Pero si grande ha sido la obra de Hugo Chávez en lo interno, en la arena internacional resultan inconmensurables sus alcances. Baste decir que transformó a Venezuela de un país cliente totalmente supeditado al imperialismo estadounidense en una nación dinámica y soberana que rescató sus recursos naturales, empezando por el petróleo y el gas, y los puso al servicio de su patria y de América.
De Bolívar acá nadie hizo tanto por la unidad y la integración latinoamericana y caribeña. Por iniciativa de Chávez y Fidel surgió en La Habana el 14 de diciembre de 2004 la primeramente llamada Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), y que hoy con el nombre de Alianza agrupa a ocho países del área, mientras otros tres se encuentran en proceso de ingreso.
A diferencia de otras entidades regionales que le precedieron, el ALBA rinde honor a su nombre al marcar un amanecer de Ibero- América, por estar inspirada en la colaboración y la complementación solidaria entre los gobiernos y pueblos de sus estados miembros, y no en la competencia.
Cuatro días después, el 18 de diciembre de ese año y con el concurso activo de Hugo Chávez, se hizo la declaración constitutiva de la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), organismo regional que tiene como objetivos construir una identidad y ciudadanía suramericanas y desarrollar un espacio regional integrado, cuya entrada en funciones se concretó el 23 de mayo del 2008.
Pero si grande es el significado del ALBA y de UNASUR, mayor aún es el de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fundada en Caracas, Venezuela, a inicios de diciembre del 2011, y calificada con justicia como el mayor avance hacia el logro de la unidad entre nuestros pueblos desde los tiempos de Simón Bolívar.
En la concreción de esa unión solidaria de los países de Nuestra América hubo un arquitecto principal e impulsor incansable: Hugo Rafael Chávez Frías.
Solidario, amistoso, cargado de afecto y de ternura, con su raíz de pueblo y su nobleza inmaculada, este hombre insustituible y pleno tuvo enemigos naturales, adversarios acérrimos, pero nadie como él cosechó tantos amigos en su patria y en el mundo.
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