Fallecido hoy a los 95 años de edad en su residencia de Johannesburgo, Nelson Mandela constituye uno de los mayores ejemplos de líderes políticos de la humanidad, con un poder de sacrificio y entrega para la historia de su entrañable Sudáfrica.
Figura inconmensurable, tuvo la capacidad de estremecer como nunca a su país y regalar un ejemplo internacional de extraordinarias dimensiones.
Durante el largo período en que estuvo convaleciente en un hospital de Pretoria, con la vida siempre en un hilo por su agravada afección pulmonar, una vez más atrajo multitudes para aglutinar a su pueblo en torno a su figura, además de despertar la admiración y el reconocimiento internacional.
Mandela tuvo, entre otras muchas virtudes, la capacidad de hacer cierta la palabra al pie de la letra.
«Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo», dijo en una ocasión el hombre que resistió 27 años de prisión.
El queridísimo Madiba (título honorífico concedido por los ancianos del clan Mandela) o Tata, como también lo llamaban afectuosamente, fue el primer presidente de Sudáfrica elegido democráticamente el 19 de mayo de 1994.
Dio una de las muestras más extraordinarias de perdón en su incansable batalla por la reconciliación nacional, cuando ofreció todo su apoyo al equipo de rugby los Springboks (gacela de África del Sur) en la disputa de la Copa Mundial de 1995.
Los Springboks habían sido hasta entonces símbolo de los sectores de raza blanca íntimamente ligados al régimen del apartheid, pero Mandela decidió hacer valer la condición de su país de Nación Arcoiris.
El tema inspiró al reputado cineasta y actor estadounidense Clint Eastwood a realizar la película Invictus, que refleja con evidente admiración la sapiencia, entusiasmo, dedicación y estrategia de largo alcance político de Mandela, pese al quebranto permanente de su salud.
Nacido en Mvezo, El Cabo, el 18 de julio de 1918, estudió Derecho en la Universidad de Witwatersrand, y se graduó en 1942 como abogado. La gran cruzada de su vida fue acabar con la discriminación racial y las asimetrías sociales de su Patria.
«Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma», repetía en Robben Island donde fue confinado 27 años de su vida a trabajos forzados y a una diminuta celda en la cual amplió su cultura general y se convirtió en un apasionado de la música clásica y la poesía.
«I am the master of my fate, I am the captain of my soul», la frase favorita de Mandela, del poema Invictus de William Ernest Henley, guarda relación directa con la esencia del pensamiento del líder histórico del Consejo Nacional Africano (ANC, por sus siglas en ingés).
Tras la creación del Partido Nacional Sudafricano en 1948, con su política de apartheid, Madiba desempeñó un papel relevante dentro del Congreso Nacional Africano (al que ingresó en 1944), especialmente en la Campaña de desobediencia civil de 1952.
Acto seguido, el Congreso del Pueblo de 1955, en el que la adopción de la Carta de la Libertad provee el programa principal en la causa contra el apartheid, Mandela se suma a otra figura de la batalla contra el racismo, Oliver Tambo.
Junto a otros 150 compañeros, Mandela y Tambo fueron arrestados el 5 de diciembre de 1956 y sentenciados a prisión, que cumplen hasta ser liberados en 1961, cuando se les declaró no culpables.
Pero en 1962 Madiba fue arrestado y condenado por sabotaje a cadena perpetua.
Estuvo 27 años en la cárcel, la mayor parte de ellos en Robben Island, donde su reputación creció y llegó a ser conocido como el líder negro más importante en Sudáfrica, con enorme repercusión internacional.
Tras su liberación el 11 de febrero de 1990, Mandela lideró las negociaciones para conseguir una democracia multirracial en Sudáfrica, una de sus grandes quimeras que se hizo realidad en 1994 con las primeras elecciones democráticas por sufragio universal.
Dominó ampliamente los comicios y gobernó de 1994 hasta 1999, con una agenda que dio prioridad a la apertura internacional de Sudáfrica, el agradecimiento directo a todos los países -muy en especial a Cuba-, que contribuyeron a su libertad, a la democracia y también a la independencia de Namibia.
Colocó a la Nación Arcoiris en el mapa internacional ya en el plano de la cooperación, el intercambio y los negocios, y en su permanente afán por la reconciliación, fue artífice además de la sede para su país de la Copa Mundial de Fútbol de 2010.
«Ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás», destacó en una oportunidad Madiba.
Fue laureado con más de 250 galardones internacionales, entre ellos el Premio Nobel de la Paz de 1993. Tuvo seis hijos y contrajo matrimonio con Evelin Ntoko Mase, Winnie Madikizela y, hasta la actualidad, Graca Simbine Machel.
Sudáfrica llora hoy a Nelson Mandela. El mundo también.
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