El campesino espirituano Crescencio de la Cruz Morejón Herrera fue asesinado a traición en las serranías de Guamuhaya.
“No tuvo suerte”, comentaron algunos de sus amigos cuando, tras el triunfo revolucionario del Primero de Enero de 1959, se conocieron las verdaderas circunstancias de la muerte del campesino espirituano Crescencio de la Cruz Morejón Herrera, asesinado a traición en las serranías de Guamuhaya.
Nacido en el barrio rural de Macaguabo el 14 de septiembre de 1934, Crescencio conoció como pocos la miseria en su hogar compuesto por sus padres, Eliseo Morejón Véliz y Erundina Herrera Manso y otros 10 hermanos.
Como de niño no pudo ir a la escuela, Crescencio solo tuvo acceso a las primeras letras cuando ya de adulto pudo pagar un maestro con su trabajo como jornalero en las agotadoras tareas del campo, pero apenas logró llegar al tercer grado.
El muchacho se destacó por la claridad de sus ideas políticas y con apenas 23 años se sumó en 1957 a la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958) y llegó a formar parte de una célula local del Movimiento 26 de Julio.
Detenido en una ocasión por sospechas, el joven fue puesto pronto en libertad, pero su instinto le llevó a cambiar de zona y de trabajo para despistar a los uniformados, motivo por el cual se fue a tierras camagüeyanas a consagrarse en las labores de la zafra azucarera.
Pasado un tiempo regresó a Sancti Spíritrus y empezó a desempeñarse como ayudante de cocina en la Plaza del Mercado, pero sin cejar en su acción conspirativa contra el régimen, hasta que, perseguido de cerca por esbirros, decidió incorporarse a las guerrillas que combatían a la dictadura en las lomas del suroeste espirituano.
Sin un práctico de experiencia que guiara sus pasos, Morejón dio con un grupo de hombres armados a quienes creyó verdaderos insurrectos y al percatarse de la realidad intentó abandonarlos para unirse a las huestes del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, pero ellos lo descubrieron y, aparentando que lo dejaban ir, lo asesinaron cobardemente por la espalda el 24 de octubre de 1958.
Si bien no tuvo la suerte de quienes murieron en combate y mucho menos la de quienes sobrevivieron a la epopeya, Crescencio ofrendó su vida a la causa de la libertad de su patria y su nombre lo llevan con orgullo centros laborales, Comités de Defensa de la Revolución y células de base de la Asociación de Combatientes.
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