La XXIII Cumbre Iberoamericana de Panamá entra este sábado en su período de sesiones de trabajo y pocas horas después terminará con una declaración que recoge el interés de reanimar un mecanismo que ha ido perdiendo relevancia.
Esto último se constata en esta cita a la que han asistido el 50 por ciento de los 22 jefes de Estado o Gobierno que debían estar presente, un indicativo de que el contenido de esas reuniones puede que no satisfaga los intereses y políticas de una buena parte de los gobiernos iberoamericanos.
Es sintomático, por ejemplo, que de la región suramericana hayan asistido solamente dos mandatarios, el colombiano Juan Manuel Santos y el paraguayo Horacio Cartes, mientras que no asistió ninguno de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA).
Tampoco se ha visto con buenos ojos que se haya introducido en esta cumbre el tema de la Alianza del Pacífico cuando numerosas voces entre los países de la conferencia se han manifestado en contra por considerarla un caballo de Troya de Estados Unidos para resucitar el Área de Libre Comercio de las Américas.
Toda esa situación ha hecho que España y otras naciones, a través de la Secretaría General Iberoamericana, se plantearan la necesidad de renovar el sistema para tratar de impedir su desaparición.
En consecuencia, los acuerdos que aparecerán en la declaración final no deparan sorpresa alguna y se sabe que están dirigidos a ese objetivo renovador, como celebrarla cada dos años y alternarlas con las de la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe.
Como dijeron Iglesias y el rey Juan Carlos, seguramente se acordará concentrar actividades en grandes áreas de acción como espacios iberoamericanos del conocimiento, la cultura, cohesión social, economía, y llamamientos a mejorar la organización de las cumbres.
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