¿Llegará o no llegará la estatua del más grande de los espirituanos al parque que lleva su nombre?.Encabritado sobre sus patas traseras, el caballo de Serafín Sánchez ni siquiera imagina que no es real, que en su lomo no lleva una montura de cuero y, sobre ella, al general espirituano de las tres guerras. Corcel y jinete no se yerguen ahora mismo en medio de ninguna escaramuza bélica, sino en un peculiar teatro de operaciones militares: el taller del escultor Félix Madrigal, un sitio apacible en el que, no obstante, han venido sorteando desde hace años el fuego cruzado de una batalla no menos violenta.
En una barricada, quienes apuestan por hacerle justicia al paladín de los espirituanos con una estatua ecuestre; en la barricada de enfrente, los que se escudan en por cuantos, por tantos y resoluciones de la Oficina de Monumentos para mirar con recelo una iniciativa que, a fuerza de posponerse año tras año, más bien parece una deuda.
Dicen los historiadores que el mismísimo Máximo Gómez estuvo a punto de publicar, en la prensa de 1900, una convocatoria para que artistas de medio mundo presentaran proyectos para levantarle una escultura a Serafín en La Habana, pero retiró el anuncio cuando supo del interés yayabero por erigir una efigie en estos predios, el recodo cubano donde nació y cayó en combate. Lo que el Generalísimo no sospechó hasta 1905, cuando murió en su lecho de anciano venerable, es que la pretensión de los espirituanos seguiría suspendida en el limbo de la desidia más de un siglo después.
Aunque, para ser justos, la deuda se saldó en parte, porque en 1982 la escultora Thelvia Marín instaló, en la Plaza de la Revolución Mayor General Serafín Sánchez Valdivia, una estatua en bronce de 5 metros que, unida a los bajorrelieves en la base del monumento, ilustran pasajes de la vida del caudillo.
La escultura que preside el complejo, sin embargo, no resulta del todo feliz, porque si bien pondera la faceta humanista de Serafín Sánchez, inmortalizado mientras enseñaba a leer a un esclavo, también parece desdeñar la relevancia militar de un hombre que participó en más de mil acciones de guerra. Es como si Alberto Lescay hubiese preferido esculpir al Titán de la plaza santiaguera con un libro entre las manos por aquello de que Maceo tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo.
La idea del Serafín ecuestre vuelve a resurgir ahora, cuando la ciudad se alista para cumplir su medio milenio con una restauración capital del parque que lleva su nombre y que apenas exhibe un tímido busto del héroe, de escasos valores artísticos. Y una vez más, al caballo del Mayor General se le anteponen no pocas talanqueras.
En una decena de reuniones en escenarios administrativos y culturales, humanos y divinos, se ha caldeado la polémica: que si se debe analizar la escala de la efigie para evitar que desentone con el contexto; que si una estatua de Serafín de medianas o grandes proporciones pudiera “enemistarse” con el busto de Martí que desde la República gobierna la zona sur del parque…
Este último argumento, el de crear un cisma entre dos personalidades históricas que en vida mantuvieron una proverbial amistad, me parece de lo más infantil e ingenuo que yo haya escuchado en los predios de la gente culta. De seguir esta (i)lógica de pensamiento, en todas las áreas públicas donde se levantara un busto a Martí no podría homenajearse a ningún otro héroe, o habría que medir milimétricamente para que su escultura siempre terminara sobresaliendo. Como si el Apóstol necesitara de pedestales para ser, como en realidad es y sin necesidad de artificios, el más grande de los cubanos.
Si el Serafín que hoy espera, moldeado en resina y fibra de vidrio, en el taller de Félix Madrigal conseguirá emplazarse o no en el parque central de Sancti Spíritus es una determinación que aún está por tomarse y que, en última instancia, no corresponde solo a los cenáculos de expertos y administradores del presupuesto, sino también —y en mayor medida— a la voluntad soberana de la gente.
Publicado originalmente en Cuba profunda, blog personal de la autora.
Comparto al cien por cien esta aspiración de tantos coterrános y ha sido un placer disfrutar en pocas líneas de la siempre espontánea escritura de la autora, a quien desde los tiempos en la academia de Periodismo las letras le salen como descarga eléctrica de la que uno no quiere desprenderse.
La escultura hay que ponerla, es ahora o nunca, ya ha sido demasiada la espera. Tal vez en la zona sur podría ponerse no sólo a Martí sino un pequeño conjunto que incluya a Maceo y otros, así ya no se vería como una comparación Martí-Serafín, seguro estoy que artistas aquí hay para para resolver ese «conflicto», al arte se le sobran ideas y los materiales en caso extremo se pueden pedir hasta por donación a los espirituanos que con toda seguridad van a aparecer para esto y para otras muchas cosas.
Se agradece este artículo periodístico. Destaco en el mismo la inclusión de la dimensión social del proceso ya que no solo es competencia de decisores y especialistas sino también de los ciudadanos que somos los que al final aportamos los recursos. Recuerdo en mis días de estudiante de primaria una convocatoria que se realizó para aportar un pedazo de bronce para la estatua de Serafín. |Sería muy bueno hacerlo de nuevo. En lo personal me gustaría que se empleara el mármol de la provincia en una empresa como esta. Quizás deberían presentarse varios proyectos y que pudiéramos escoger entre ellos. Son algunas impresiones. No olvidar que tenemos otros patriotas (algunos sencillamente olvidados) que están reclamando su lugar en la ciudad. Creo que es momento de rescatar la figura de un José Miguel Gómez.
La gallarda presencia del General de las 3 Guerras en el parque central espirituano enaltecería al parque y a su entorno, se saldaría una deuda con el hijo ilustre espirituano que supo limar asperesas que conllevaron a un fin bien logrado: la unión de titanes para la libertad de Cuba. Es hora de festejar la colocación de su escultura acompañada del bravío caballo, el 500 aniversario de la otrora villa nos demanda saldar la deuda. Dejemos los temores y que por siempre acompañe al parque Serafín Sánchez la escultura del glorioso mambí a la altura que siempre vibró su machete.
Desde que conocí y reporté periodísticamente los inicios del proyecto del escultor Félix Madrigal allí quizás más de dos años, me alegré infinitamente al saber que al fin se iba a enmendar la pifia de la escultura del Mayor Serafín Sanchez instalada en la Plaza de la Revolución que lleva su nombre y que no tiene vinculación alguna con su extraordinario aporte a la independencia de la patria. Ádemás, como una convención internacional, todo monumento de militar caído en campaña de los tiempos de la caballería, debe hacerse montado en un corcel y este parado en dos patas. No me convence argumento alguno que esté en contra de situar la mencionada escultura precisamente en el parque principal de Sancti Spiritus que lleva su nombre. No encuentro contradicción alguna con el entorno del lugar, a la entrada del centro histórico de la ciudad, con la concepción de la obra escultórica. Me parece que siempre sería un orgullo para todos los espirituanos ver a su gallardo Mayor General en combate, erguido virilmente en su caballo de guerra.
Bueno como dicen por ahí ahora o nunca si con la reparación que se le realizara al parque no se pone la escultura creo que demorara para que se emplace allí esa bella escultura, si el parque lleva su nombre porque no poner su escultura, debería pensarse mucho mejor.