La ESBU Felino Rodríguez, de Meneses, en el municipio espirituano de Yaguajay, sobresale por la calidad del proceso docente-educativo y su labor comunitaria.
El señor Meneses, quien bautizó con su apellido las parcelas de Cuatro Caminos, poblado emergido en 1895 en la zona central de Yaguajay, nunca sospecharía que, tras 64 años de soledad, los descendientes de la servidumbre podrían cultivar conocimiento en vez de cañaverales y que, además de la tierra, plantarían escuelas.
“Meneses tendrá un gran centro escolar, capaz de albergar en su matrícula a todos los niños del pueblo y sus zonas aledañas”, diría Camilo Cienfuegos en los albores de la Revolución.
El augurio del Héroe se consumó. Para recoger hombres, la Revolución sembró varios planteles docentes por aquellos predios. La Secundaria Básica Felino Rodríguez es una de esas instituciones que hoy cincela intelectos con vistas a impulsar el desarrollo local.
Fundada en 1977, esta ESBU del Plan Turquino resultó la mejor de su tipo en Sancti Spíritus durante el curso anterior y mereció el reconocimiento de Centro Martiano, concedido por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte.
PAREDES ADENTRO
Ocupan sus pupitres más de 270 alumnos con un índice de promoción que asciende al 94.5 por ciento; muestra de la labor docente desarrollada, revertida de igual modo en concursos de conocimientos.
Alrededor de 40 pedagogos sujetan las riendas de la enseñanza; de ellos, alrededor de una veintena titulados de másteres. “Tenemos un claustro muy estable, con vasta experiencia; la mayoría acumula entre 15 y 30 años de trabajo y se consagra a lo que hace”, indica Yamilka Trujillo Rodríguez, directora de la ESBU yaguajayense, quien también detalla sobre la actividad desplegada para formar vocaciones que responden a necesidades laborales de la localidad.
Leidy Díaz y Abdiel Galocha son profesores que, además de los muchachos frente al pizarrón, tienen pupilos motivados por el mundo del magisterio y la historia.
“Elaboran muestrarios, laminarios, mapas y gráficas. Se entusiasman y es notable el desarrollo del conocimiento”, cuenta la maestra, y Galocha añade: “Fortalecemos el valor internacionalismo a través de conversatorios, proyecciones de filmes y documentales”.
“Definitivamente, quiero ser maestra. Aprendí que a los niños no podemos hablarles en diminutivos y hay que entenderlos”, cuenta Lismary, alumna de noveno grado, atraída por la Educación Preescolar. Como ella, el ciento por ciento de la matrícula se enrola en más de 30 círculos de interés, mientras en no pocas instituciones escolares cojea esa faena esencial para la forja del mañana.
Preocupado por la continuidad de estudios de sus estudiantes, el centro potencia este movimiento que no se ciñe a especialidades pedagógicas, sino que abarca diversidad de intereses; entre ellos, confecciones textiles, construcción, albañilería, hidráulica, agronomía, elaboración de alimentos, informática y gastronomía.
Según la directora, el colegio cuenta con garantías de estabilidad y responsabilidad de los organismos, los que asumen la encomienda de orientar el gusto y la disposición estudiantil por profesiones u oficios vitales para el avance económico-social del norteño territorio.
EXTRAMUROS
Comunicación y vínculo estrecho con la escuela matizan los convenios, gracias a los cuales los jóvenes tienen la posibilidad de aprender a pie de obra, en la cocina de cualquier centro gastronómico o frente a la máquina de coser en el Taller de Confecciones Textiles.
“Me enseñaron varias puntadas y dobladillos”, “He visto cómo funciona el taller y quisiera trabajar allí en el futuro”, “Ya comprendo que el país necesita este oficio para podernos vestir”, alegan Anay, Yiliagnis y Leticia sobre sus experiencias.
En tanto, Adrián, Owen y Leandro, aprendices de albañilería, refieren: “Ser constructor es bueno para ayudar a los que se quedan sin casas por los ciclones”, “También para mejorar la situación de la vivienda aquí”, “Vamos a lugares donde se está construyendo y nos muestran cómo preparar la mezcla y hacer bloques”.
Así, la actividad educativa no queda intramuros. Y es que la ESBU Felino Rodríguez se cultiva de forma integral, diseminándose por toda la comunidad. El concierto de niños, maestros, padres, la Brigada de Instructores de Arte José Martí y la Casa de Cultura de Meneses propicia la interacción con el entorno y sus habitantes.
Alrededor de 80 alumnos encarnan moralejas y cubanía a través del teatro, los bailes populares o repertorios musicales de tradición campesina. “Vamos a poblados como el de La Caridad en Turquino 2, sobre todo los fines de semana. Participamos en planes asistenciales, carnavales infantiles, desfiles, actividades políticas, culturales y recreativas que se organizan en la zona”, explica Yoandry Prado, instructor de arte en la especialidad de Danza.
En estos escenarios el estudiante se fusiona con el artista y, según la joven Lorena, “queda el placer de enseñar algo a los demás”.
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