Los jatiboniquenses suman a su cotidianidad el regocijo de ser merecedores de la sede del acto provincial por la efeméride moncadista.
Quienes viajan desde oriente hacia occidente, o viceversa, quizás no noten la significación de los días que vive ahora Jatibonico, territorio limítrofe de la provincia doblemente marcado en los albores del 26 de Julio.
Empeñado en consumar acciones desde el comienzo de la Jornada del Esfuerzo Decisivo que emprendió Sancti Spíritus semanas atrás, suma a su cotidianidad el regocijo de ser merecedor de la sede del acto provincial por la efeméride moncadista.
En un gesto en el que se combinan simbolismo y utilidad, arboledas con 100 plantas de frutales han sido sembradas en las bases productivas, bajo el nombre 60 Aniversario. Un grupo de obras, dispersas por comunidades y asentamientos poblacionales, toman cuerpo y perfilan su terminación, o se exhiben en la plenitud de su puesta en funcionamiento en la mitad de un año en el que la tasa de mortalidad infantil permanece en cero.
A la vista de todos, progresos en objetivos económicos de acceso diario a los ciudadanos, como la bodega reacondicionada en El Guayo, la reparación y cambio de carpintería en las farmacias situadas en los edificios, La Yaya y Melones; la apertura de un gimnasio biosaludable en Arroyo Blanco o el rescate de la Academia de Ajedrez, sin hablar del Mercado Centro, suerte de promesa para la venta de productos alimenticios que se erige en la esquina de las calles Cisneros y Céspedes.
Simbólica y alentadora para cualquier lugareño resulta la reanimación del estadio Genaro Melero, favorecido además con la pintura hasta la segunda sección de sus torres; y como la cuestión no es solo de imagen, otras acciones que van más allá de lo externo permitieron concretar la rehabilitación de cinco estaciones de bombeo, entre ellas la de la Papelera, y la reparación de la red de evacuación de residuales líquidos en la comunidad La Vega.
El agua de Jatibonico, insegura por su calidad, ha tenido ajetreados a sus habitantes por estos días, cuando el desvelo por mejorar el cuadro higiénico sanitario del municipio ha desplazado a un segundo plano los ánimos festivos. Pero tanto esfuerzo conjunto no se puede ignorar, y como no todos los años se alcanzan los resultados que en este pudieron materializarse, Jatibonico tendrá su fiesta el próximo martes 23, antes de que el sol llegue a calentar sus hogares, en la intersección de las calles Céspedes y Juan M. Feijóo, frente al monumento a Antonio Darío.
Al acto central provincial le seguirá una feria con venta de productos en áreas de la Pista Recreativa, y el 24 en la noche se celebrará una gala donde el talento local se dará la mano con un resumen audiovisual de cuanto se ha avanzado en el último año, marcado por una zafra que colocó a la provincia en la cima del país, con las áreas cañeras del municipio y el Uruguay como protagonistas innegables.
Para esos días, numerosas escuelas primarias exhibirán el mejoramiento de sus instalaciones y algunas como la Camilo Cienfuegos, hasta su cerca perimetral completamente restaurada; acumulará días de inaugurada la parada para los coche-motores que trasladan viajeros hacia los consejos populares de El Patio y El Jobo, ambos chapisteados y pintados; y la terminal de Ómnibus Nacionales mostrará su rehabilitación.
El apogeo constructivo incluye obras de vital importancia, como la sala de hospitalización del Policlínico II donde se concluyen acciones que redundarán no solo en el mantenimiento de diversas áreas, sino además en el mejoramiento de las condiciones para pacientes ingresados, al conferirles privacidad y confort, y permitir la puesta en funcionamiento del Sistema Integrado de Urgencias Médicas en un área anexa a dicha sala.
Pero independientemente de estos y otros avances que redundan en la calidad de vida de quienes habitan Jatibonico, la clave quizá esté en el arte para hacer parir la tierra que ha de alimentar a su gente. Mientras se habla de un importante sobrecumplimiento en la siembra de cultivos varios, hay ya 150 hectáreas de ellos bajo riego por goteo y otra cifra superior a las 800 hectáreas de plantaciones cañeras también con el beneficio del regadío. Porque, imposible resulta soslayarlo, la siembra de caña es, por estos meses, el plato fuerte de la tierra en el más oriental de los municipios espirituanos.
Así, aunque el viajero no lo perciba y hasta encuentre cerrados sitios de expendio de alimentos que habitualmente marcan su intinerario, Jatibonico late, con el regocijo de su arteria principal completamente restaurada y la insatisfacción por sus viales internos en franco deterioro; con ánimos menos briosos por esa alerta que obliga a la cautela en días en que, indudablemente, hay razones para el festejo.
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