Con cuatro libros publicados, el maestro taguasquense Jesús Núñez Pérez siente como la primera vez aquella necesidad de enseñar, que ahora satisface, además, con su poesía.
El hombre del sombrero llega con paso decidido frente a los niños, acomodados bajo la sombra de las matas de almendras. Piensa sorprenderlos con un poema, sin embargo, no lo consigue. Cuando comienza con el primer verso la avalancha de voces infantiles termina la estrofa a coro y lo deja perplejo.
“Siempre son así de especiales”, sentencia Jesús Núñez Pérez y recuerda aquella escuela que, sin saberlo, ya soñaba con su poesía. Nunca ha podido desprenderse de los parajes bucólicos que rodearon su niñez y juventud. La creación literaria no lo había sobrecogido aún, pero ya la literatura le corría por las venas.
“Yo viví en un lugar que le dicen Los Hatillos, allí cursé la primaria y la secundaria la hice en Iguará. Con 15 años empecé a impartir clases como maestro emergente y me sentí uno más de mis alumnos. Por la mañana les daba las lecciones y por la tarde me iba con ellos a jugar pelota y a tumbar mangos. A esa edad escribí algunos poemas, obras muy cursis, después no escribí más, me dediqué a otras manifestaciones. Yo siempre le di mucha importancia al arte porque lo llevo dentro, cada persona lo trae consigo aunque no lo sepa. Por ahí a veces alguien que ni nos imaginamos te sorprende con lo que es capaz de hacer”.
¿Cuándo comienza la creación artística?
Siempre he sido un promotor cultural natural. Todo el tiempo que estuve trabajando en las escuelas hice con mis alumnos obras de teatro, los ponía a escribir para que participaran en concursos. Yo tuve una vez un grupo con muchos problemas en el aprendizaje, y logré que se motivaran a través del arte y se superaron mucho.
Ese trabajo constante con los niños, esa motivación hacia la creación me llevaron a escribir obras de teatro. Cuando incursioné en la narrativa infantil me salieron demasiadas metáforas y la escritora Mildre Hernández me sugirió que mejor escribiera poesía.
Hoy, cuatro libros publicados denotan la certeza de aquel consejo, ¿talento o suerte?
Creo que los dos, porque sin el talento, por muchas ganas de hacer que tengas siempre te quedas en las ganas. Suerte porque logré publicar tres libros en Ediciones Luminaria, uno a continuación del otro: Tesoros de cristal, El espejo de la sirena y Las coplas de Doña Luna. Trabajando en la edición del primero conocí a Osvaldo Pestana Montpeller, él ha sido el ilustrador de mis cuatro libros. El editor Pedro Mendigutía me enseñó unas ilustraciones de él y quedé encantado, porque en verdad lo que yo pienso siempre lo refleja en sus dibujos, tiene mucho poder de sugerencia.
Musas, ganas, inspiración…
Yo creo en todo eso, pero en lo que más creo es en la vida, en lo que me pasa, en las personas, porque si no fuera por lo que me ocurre, nunca pudiera tener ni una musa, ni una escoba mágica, ni una lámpara. Fíjate si es así que en una ocasión estaba recogiendo cocos y me cayó uno en la cabeza. Salí dando trastumbos al estilo de Chaplin y ese día me puse y escribí cinco poemas. Un buen amigo mío los leyó y me dijo: Hace falta que todos los días te caiga un coco en la cabeza.
Cuéntanos de Romances del Pirata, tu último libro publicado por la Editorial Gente Nueva.
Yo estuve por problemas de salud de reposo absoluto. En cama releí grandes obras a las que siempre hay que volver. Una de ellas fue La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson. Cuando la terminé, la solté por un lado y por el otro comenzaron a nacer Los romances… Ya yo tenía mi isla creada en la cabeza, mis barcos y mis velas.
Muchos escritores dicen que la literatura entrega momentos gratos pero también ingratos…
Es muy cierto, pero yo prefiero recordar los gratos, como cuando aceptaron mi primer libro y todo lo que me ocurrió después. Yo soy metodólogo y en una escuela un día estaba visitando una clase que era de las fases de la luna. La maestra dijo que había muchos escritores que se habían inspirado en ella. Entonces una niña pidió la palabra, pues había traído un libro con una poesía sobre la luna. La muchachita la recitó y yo le pregunté por el nombre del libro y respondió: “Tesoros de cristal”. ¿Tú lo tienes ahí? “Sí, yo siempre lo tengo en la mochila”, me comenta y lo saca. La cubierta estaba coloreada, con cosas escritas, besos por aquí, dibujos por allá. Entonces le dije, ¿tú conoces al autor de ese libro? Por supuesto que no lo conocía. Entonces me presenté.
¿Algún poema que lo haya marcado?
Hay un poema que la gente ha cuestionado, le ven un trasfondo político, no sé. Es la historia de un niño que está encerrado en un cuarto, lo castigan y él comienza a hablar con su espejo.
Te miro desde afuera, / me miras desde adentro. / Te duermes si me duermo. / Me besas si te beso. / Tú allá dentro eres tan libre. / Yo aquí afuera estoy tan preso.
No me gustan ni un poquito los castigos. Siempre les digo a los niños que estudien mucho la vida y que aprendan de ella todo lo que puedan, para que lo reviertan en satisfacciones personales.
¿Maestro o escritor?
Soy maestro desde siempre y toda la vida seguiré siendo maestro, llegué a una escuela muy joven y aunque yo visite los maestros me siento uno de ellos. Me dedico mucho a promover la lectura, me encanta el trabajo con los niños. La literatura nunca la voy a dejar tampoco y espero que ella nunca me abandone.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.