La conocida y multipremiada periodista Elsa Ramos Ramírez confiesa su compromiso exclusivo con la verdad.
Su micrófono imanta criterio. Voces y galardones, entre ellos los nacionales 26 de Julio y Juan Gualberto Gómez, acreditan sus andanzas por la aridez de la realidad espirituana. La grabadora, una suerte de omnipresencia temática, archiva lo mismo a Frederich Cepeda, una agricultora que a un directivo de Transporte.
“Este es el peor aprieto de mi vida”, revela la popular reportera, Elsa Ramos Ramírez, ahora frente al bombillo rojo que capta su voz propia, REC:
¿Cómo una guajirita trinitaria se inquieta por la noticia?
No lo soñé hasta que me gustó el nombre de la carrera en doce grado. Al llegarme, hubo quien se extrañó al ver una negra. Un profesor llegó a decirme: “Te estás poniendo hasta más blanca”. Me chocó por el racismo y porque creyeran no corresponderme, mas soy mujer de retos, desde niña.
De Caracusey a Santiago de Cuba para convertirte en periodista, ¿cómo recuerdas esa mudanza transitoria?
Al tropezar con aquella urbe me sentí como una chiva en un cine y el pru me parecía un cocimiento de mi mamá. Tuve que hacer una prueba de aptitud y el profesor Rafael Lechuga ante mi nerviosismo me dijo: “Aunque sea serás una periodista mediocre y así en tu pueblo pueden decir que hay una”. Fue broma y lo asumí en serio. Al graduarme fui la mejor estudiante en la esfera docente. Así me enteré de lo que era el periodismo y supe que tenía que ver conmigo.
¿La pasión deportiva nació en los juegos universitarios?
En la universidad competí, pero viene desde chiquilla. Jugaba pelota con los varones y armaba un berrinche si perdía. Practiqué atletismo y llegué a Juegos Escolares Nacionales, pero más disfrutaba verlo. Ese goce propició en mí un entendimiento sobre la práctica deportiva que me sirvió luego para la profesión.
¿Cuánto queda en la reportera actual de esa muchacha que andaba descalza tirando piedras a los frutos de los árboles?
Todo. Creo que por eso aún me quito los zapatos dondequiera. Me interesa muy poco el andamiaje decorativo, quiero que me admiren como soy. Cuando toco eso que los de a pie necesitan oír es porque no he dejado de ser aquella muchacha. Tengo que serlo. No viviría sus situaciones, ni interpretaría sus realidades. Tampoco podría convertir en incumbencia colectiva una queja individual que me tropiezo. Lo hago por quienes menos opciones tienen de ser escuchados y en la prensa ven la puerta cuando han fallado todos los mecanismos de atención a la población. Mi trabajo es abrirla. Si me pongo los zapatos, me distanciaría de lo que es un periodista.
¿Cuál es tu concepción del buen reportero?
Los públicos son los que deben valorar, pero para mí tiene que estar comprometido con la verdad, sin remiendos ni hojarascas, desnuda. Ahora, para decirla hay que prepararse con argumentos que la respalden. El periodista está para cuestionarse cosas, si no es un levantador de actas. Es nuestra misión y salvación, de lo contrario se perpetuará esa crisis de credibilidad ante la audiencia cubana.
¿Cómo se reporta la prensa nacional ante su IX Congreso?
Igual que hace años. Las intenciones no se han materializado. El debate es más excepción que regla y no lo digo yo, lo dice el cubano cuando afirma que donde único encuentra viandas es en los noticieros. ¿Quién eres tú, institución o ministerio, para negar información si el Presidente y el Partido nos exigen fidelidad a la realidad? El silencio es el que le hace la jugada al enemigo. El pueblo se queda con la versión venenosa y la cree. Hoy nuestra condición es de repetidores y aclaradores de la noticia.
¿Y para ti qué es noticia?
¿Qué quieren conocer los públicos? Eso, lo que genera intercambio social. No se hacen tertulias en el parque sobre el cumplimiento de una producción. La agenda personal y la del medio tienen que armonizar con la agenda pública. Me gusta buscar qué se esconde detrás de lo aparente, lo subyacente al orden del día en una reunión. No me preocupan los desentonos.
El mural de la empresa no ostenta averías administrativas, económicas, laborales… , ¿cómo logras olfatear fallas?
El olfato periodístico no nace, se desarrolla. La academia enseña herramientas, pero ninguna suplanta la vivencia personal. En una cola, donde se pone en capilla ardiente la sociedad, el reportero no puede ser otro cliente. Tiene que estar entre académicos, dirigentes, jóvenes, mujeres, para saber qué y cómo piensan. Se precisan oído y lengua para responder las preguntas que el pueblo se hace.
¿Cómo sorteas la negativa de información?
Con la evidencia, como el día en que me escondí en un platanal para comprobar el robo de materias primas, o mediante fuentes no oficiales, aunque es conocida la represalia institucional. Tengo ejemplos similares al de un director de la EIDE que hizo un análisis disciplinario a los entrevistados. Tampoco me anuncio para no encontrar ambientes acomodados. Además, me amparo en la Resolución del Buró Político, aunque para no pocos es letra muerta.
¿Historias de molinos de viento contra la crítica?
Han sido varias las diferencias; nadie quiere que se le critique por los posibles efectos. No se entiende que en caso de una sanción se debe a irregularidades en su labor, no por ser publicadas.
Una palabra se magnifica o malinterpreta. Me he ganado muchas etiquetas: incisiva, polémica, equivocada, extremista… Respeto el criterio ajeno, pero eso es reportar. Estoy curada del espanto de los reclamos. Más que inconvenientes, son categorías del oficio. ¡Qué malo que nadie reaccione! Si no pica, no interesó. Uno no puede sustraerse del elogio ni de la llaga y debemos educar a las fuentes informativas en que el periodista está para las dos verdades.
¿Cuál es el autoanálisis posterior a la publicación?
Casi nunca reviso lo publicado. La retroalimentación que tengo es cuando alguien se me acerca. A algunos les ha parecido fuerte. Yo no lo he entendido así. Quien le pone la fortaleza es el que lee o escucha. Pienso que lo que llega es la dureza propia de la verdad.
¿Cómo defines tu estilo?
Directo, no suelo usar eufemismos ni está en mí rodear. Opto por no pulir ni enmendar los textos, los dejo silvestres como me salieron.
Lo que jamás escribirías…
La crónica de que esta Revolución terminó. Hay peligros, como han advertido Raúl y Fidel, de que esta obra desaparezca por nosotros mismos. Al periodista le toca alertarlo ahora, no lamentarlo después.
¿Eres de valentía natural o propuesta?
No soy valiente. Esa es la etiqueta que menos me agrada. Lo fui cuando me quedé sola con mi hija enfermiza de un mes, no por hacer periodismo. La sociedad pide al médico que cure, a nosotros publicar asuntos que quiere oír. Es lo que me toca.
Pero no siempre hay coraje para hacer lo que corresponde…
Cuando existe la preparación, no tienes qué temer. Hay un margen de censura, aplicable en todos los medios del mundo, pero a la persona que te habla ninguna autoridad le ha llamado la atención. Creo que existe más autocensura. Yo prefiero congeniar líneas que no escribirlas nunca. El espacio Con voz propia me ha ratificado que todos los asuntos son debatibles, depende del enfoque y de cómo eduques al oyente a establecer la polémica desde el respeto.
¿Se ha equivocado Elsa Ramos alguna vez?
No soy marciana. He fallado en cierta omisión de un dato deportivo o equis atleta, pero hasta ahora nunca he errado en un enfoque. Tal vez se piense que sí. Yo sigo aquí. ¿Qué tú crees?
Esa crítica a tu crítica puede venir de cerca si compartes almohada con el entrenador de pitcheo de los Gallos…
Bajo mi techo tengo dos críticos: mi hija y mi esposo. A él algunos tratan de utilizarlo para que medie. Confieso que me liberé de todo eso y se lo dije incluso a los directivos, que el que estaba en ese equipo no era mi marido, sino el entrenador de pitcheo. Ha habido roces normales. Él es mi fuente y yo la periodista. Las entrevistas se las hago en el estadio como al resto. Lo hemos sobrellevado con un acuerdo nupcial: en la casa no circula Escambray.
¿Ha topado reojos varoniles tu insurrección en este sector?
A veces los hombres menosprecian la opinión femenina y más sobre deporte. Dudaron premiarme en un concurso por ser mujer. Tuve que estudiar, velar esa noticia aparte del marcador, conversar con expertos. Ya se me acercan hombres para polemizar de igual a igual. Tal vez entendieron que Elsa Ramos también usa pantalones.
Guion, dirección, micrófono, pluma, cámara, web… ¿Cómo se reparte la versatilidad en tu agenda?
Me cuesta decir no y ha significado un sacrificio del sueño, de la distracción y la salud, pero sin arrepentimientos. Disfruto abrir en la computadora trabajos de tres temas. Me obliga a prepararme y es mi única habilidad, la cual aprovecho además por el factor económico.
¿Y qué espacio tiene la familia en la barra de tareas?
En medio de un comentario de los Gallos y otro de la producción de frijoles trato de atenderlos. Me han propuesto ir a otros países, pero mi hija está delante. Quisiera ser mejor madre que periodista.
¿Las noticias más significativas en la vida de Elsa?
El día en que fui mamá, el título de periodista, el Premio Nacional de Periodismo Deportivo y la solución de un problema del oyente.
Quiero qu sepa que la admiro profundamente,pue es muy valiente en todos sus comentarios,además de ponerle el dedo en la llaga a los que le duele.Ojala todos fueran así de valiente a lo mejor nuestra prensa fuera más interesante.
Un saludo a nuestra gran periodista Elsa Ramos, admiramos su trabajo ,le saludamos desde,Qatar,
Excelente entrevista esta de Elsa , por parte de las dos. Muy objetiva, fresca, profunda e inteligente. Además,muy bien merecida. Felicidades!!!