En la Galería de Arte Oscar Fernández Morera, de Sancti Spíritus, se exponen las obras incluidas en la muestra del VI Salón Espíritu Abstracto, punto de encuentro para varios cultores del arte no figurativo de varias provincias y generaciones.
(Por: Maikel José Rodríguez Calviño, especialista del Consejo Provincial de las Artes Plásticas)
La historia de la pintura abstracta en nuestro país ha sido tortuosa y polémica, y va desde los míticos grupos de Los Once y Diez Pintores Concretos, hasta la serie de exposiciones que en los años 90 retomaron el trabajo de artistas consagrados o promocionaron nuevos talentos. Lejanas ya las acusaciones sesenteras y ochenteras que lo calificaron de solipsista y aburguesado, en molesta disonancia con el acérrimo figurativismo que debía caracterizar a la plástica revolucionaria, no cabe dudas de que hoy día el abstraccionismo cubano cuenta con más adeptos que detractores, al ser finalmente asumido, estudiado, promocionado y comercializado por academias y galerías como una propuesta estética más, tan válida como cualquier otra.
Por estos días, la Galería de Arte Oscar Fernández Morera, de Sancti Spíritus, acoge la muestra principal del Sexto Salón Espíritu Abstracto, punto de encuentro para varios cultores del arte no figurativo de varias provincias y generaciones. Que el cónclave se produzca en nuestro contexto no es motivo de asombro, pues las tierras yayaberas gozan de una fuerte tradición abstraccionista, desarrollada y defendida por figuras como Luis García Horruitinier, Mario Félix Bernal y Jorge Luis López Álvarez, padres e integrantes del grupo de pintores abstractos que da título al salón.
De manera colateral, el evento incluyó un taller de creación que sesionó en la Quinta de Santa Elena, donde los artistas dieron rienda suelta a la subjetividad creativa y produjeron un amplio número de obras que ya forma parte de la colección atesorada por el Consejo Provincial de las Artes Plásticas.
La lista de creadores invitados al salón es amplia, y prefiero que el público lo compruebe en los pie de obra que acompañan a cada pieza. Muchos no superan los 30 años de edad, detalle que no debemos obviar, y es que el abstraccionismo ofrece a las nuevas generaciones lo que el cubismo brindó a los pintores de vanguardia: una lección estética, un camino a explorar, un método de expresión que algunos abandonan a su tiempo, otros siguen hasta el final, o vuelven a él de manera intermitente.
En las piezas de este salón, el espíritu abstracto pervive, espontáneo y primordial, libre de referentes figurativos, pero en estrecho diálogo con la realidad que líricos, matéricos y geométricos perciben, interpretan, sienten, reflejan o manipulan sin necesidad de copiarla, de manera que al final solo queden óleo, lienzo, sustancias y emoción: la materia en contacto con la materia, los colores y las estructuras en una lucha feroz por ocupar el espacio y sobrevivir a las infinitas combinaciones del espectro.
Usted, como espectador, más que entender esta exposición, debe sentirla, pues la pintura abstracta es, ante todo, susceptible a la percepción intuitiva por encima de la lógica; está la Galería de Arte llena de los ecos y sobresaltos que expresan el huracán interno del creador en atareado intercambio con los planos emocionales de la existencia, tan sólidos como un búcaro lleno de flores.
Quizás al final usted no comprenda ni un ápice de lo que ha visto, pero no se preocupe: afortunadamente, es culpa del arte.
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