Ahora que tiene los pisos exteriores vestidos con rasilla y losas hexagonales, fundiciones continuas entre las naves, ventanales y techos nuevos, la maestra Odalys Vázquez se percata de una verdad irrebatible: en primavera la escuela se volvía un pantano.
«Esto parece otro lugar» es la frase recurrente con que alumnos, padres y maestros ilustran los trabajos de reconstrucción que salvaron de la ruina a la escuela especial Camilo Hernández Carmona, convertida en imprescindible para el municipio de Taguasco desde que en 1982 una antigua base de camiones cediera sus dominios para fines docentes.
Como el deterioro acumulado exigía una intervención constructiva a fondo, las autoridades del territorio y del sector optaron por cerrar el centro en abril del 2012, reubicar a sus alumnos en otros cercanos a sus lugares de residencia y entrarle «con todos los hierros» al noble propósito de transformar el inmueble.
A la vuelta de diez meses la metamorfosis es tangible: los techos de fibro se cambiaron por placa aligerada con poliespuma, los baños colectivos se sustituyeron por otros con más privacidad y mejor confort, el comedor ubicado a 200 metros se injertó de manera adjunta a los docentes y a los albergues.
Beneficios para los talleres y áreas exteriores, nuevo parque infantil, canchas de voleibol y baloncesto, plaza martiana y cerca perimetral con todas las de la ley completan la obra que al decir de Javier Brito Pérez, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular, es hija de muchas manos.
«Aquí intervinieron fuerzas constructoras de Educación —precisa—, la Empresa Municipal de la Construcción, una decena de trabajadores por cuenta propia de la zona, dos Unidades Empresariales de Base de la Fábrica de Cemento, jubilados y vecinos de la comunidad, padres, trabajadores del centro y movilizados del sector».
Valorada en 434 mil pesos, la inversión incluyó también rehabilitación de la cocina y las redes eléctricas, nuevo mobiliario para el ejercicio docente y ubicación de televisores en los dormitorios, todo en función de algo más de un centenar de alumnos con limitaciones diversas para su aprendizaje, procedentes de todos los consejos populares del municipio.
«Para nosotros significa mucho —dice Pedro Aldo Ramos, el director del centro—; para los estudiantes más; para los padres, garantía y seguridad. Para el pueblo, la Revolución sigue afincada a sus principios».
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