González Llort tenía apenas 35 años aquel sábado 12 de septiembre de 1998 cuando fue arrestado por fuerzas del FBI en la ciudad de Miami.
Un cálido beso a su Rosa —esa mujer de ojos claros, inmensos, profundos—, es lo que ahora mismo Fernando González Llort estaría deseando. No puede. Como no ha podido tampoco despertarse junto a ella en muchos años.
Como le han privado también comer la yuca con mojo, ese plato criollo que solo Magali, su mamá, sabe hacer como le gusta, y que ella no ha vuelto a cocinar desde que su hijo falta.
Es una añoranza que le crece en la medida que se acerca la fecha del regreso.
Un regreso después de una cárcel injusta, una sentencia injusta, como lo ha sido todo el proceso seguido en Miami que un día de diciembre del 2001 lo condenó a él y a Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar, Antonio Guerrero Rodríguez y René González Sehwerert —-cinco hombres hermanados en la lucha por preservar la vida—-, a largas penas en prisiones de Estados Unidos.
Fernando cumplió 50 años este 18 de agosto. Tenía apenas 35 aquella madrugada de sábado del 12 de septiembre de 1998 cuando fuerzas del FBI le interrumpieron el sueño, pero no lograron quebrarle los principios.
«Los 50 años me dan la satisfacción de haber actuado según mis convicciones, inculcadas por la familia y la Revolución. Me permiten también la comprensión de que el camino continúa, que la labor de mejorarme como ser humano, como hombre, como revolucionario, como hijo, como pareja, es una labor que nunca se puede dar por terminada. Es la perspectiva que me ofrece este aniversario».
Así llegan sus palabras desde una penitenciaría de Arizona. No se trata de una entrevista. Imposible. Son las respuestas que en medio de un breve intercambio obtuvo la reportera…
¿Qué son 50 años en la vida de un hombre?
No son nada si la perspectiva es la historia del hombre como especie biológica, ni siquiera desde la perspectiva de la historia del país en el que uno vive y desarrolla su actividad.
Ahora, 50 años para un ser, vistos desde el aspecto de la vida personal, popularmente se considera «la media rueda».
Aunque yo a manera de jarana siempre digo que mi rueda dentada tiene más de 150 dientes y, por tanto, yo estoy lejos aún de la mitad.
Creo que lo más importante es sentirse feliz con lo que uno hace, que no implica un nivel de satisfacción que le impida a uno proponerse metas o asumir nuevos retos o planes.
Tampoco quiere decir que uno acierte en todo o que haya aprovechado al máximo el tiempo vivido.
La prisión ofrece oportunidad para pensar, para valorar, para crecer si uno aprovecha el tiempo de forma positiva.
Por tanto, los 50 años en la vida de un hombre pueden ser un buen momento para hacer balance y ganar experiencia con vistas a seguir el camino. Uno que todavía es largo y que yo espero que el desarrollo de la ciencia y de los avances médicos, así como de la cultura que yo sea capaz de adquirir, permitan que sea aún mucho más largo.
El Che y Camilo son mis paradigmas. Me parece que entre los revolucionarios de mi generación ellos son los paradigmas para la mayoría.
Esta opinión no es el resultado de una encuesta ni de un estudio sociológico, puedo estar equivocado.
Pero son las figuras de nuestra historia más reciente que han dejado una huella profunda en nuestra formación. Por supuesto, ni al Che ni a Camilo los conocí personalmente. Pero desde que era pequeño en la escuela las cosas que nos enseñaban causaban una gran impresión.
Luego, en mi juventud, con las lecturas y los comentarios de quienes sí los conocieron y compartieron con ellos riesgos, tareas de la Revolución, trabajo se fue profundizando esa imagen que estaba sembrada desde la niñez.
Posteriormente, ya de adulto, el conocimiento de la obra de cada uno de ellos, de sus historias y de sus características personales con un poco más de profundidad, vienen a confirmar y a reforzar aquello que desde la niñez me había sido inculcado.
Mira, y creo que en nadie se conjuga como en el Che la capacidad de ser consecuente con lo que se piensa y la capacidad de sacrificarlo todo por las ideas en las que uno cree, por el afán de cambiar para bien el mundo en que vivimos.
Un ser humano en el que se imbrican características como la consecuencia, la ética, la capacidad teórica, la intrepidez en la acción, y un amor profundo por la humanidad que fue su motivación, lo que lo impulsaba en su vida.
No es por gusto que vemos su foto en manifestaciones en cualquier rincón del mundo, por lejano que sea a los entornos geográficos en los que el Che desarrolló su lucha.
Es posible que algunos de aquellos que portan su foto en esas manifestaciones no tengan el mismo nivel de detalle que los cubanos tenemos de la vida y la obra del Che, de su legado ideológico, teórico, etcétera.
Pero el actuar consecuente del Che, su capacidad de sacrificio y su ética revolucionaria impactan y han dejado un mensaje al mundo, un mensaje que llega a lo más profundo del ser humano. Un mensaje que moviliza.
Cuando te menciono nombres como Nelson Mandela…
Un gigante de la resistencia y de la dignidad. Soportó 27 años en una cárcel sin declinar un ápice y su estatura creció tanto que en cualquier rincón del mundo se le conoce con solo decir Mandela.
Su talla universal lo hacen uno de los imprescindibles de este tiempo. Fue el primer Presidente negro de Sudáfrica, un hombre que ha sabido ganar muchas batallas, la más reciente es por su vida.
Aun desde la cama de un hospital sigue en la batalla. Infinidad de personas le han rendido homenaje por su 95 cumpleaños a este ícono de la lucha contra la segregación racial. Sencillamente, porque Mandela inspira.
Quiero aprovechar que me preguntas mi opinión sobre tan significativa personalidad contemporánea para mencionar que yo he tenido el privilegio de compartir años de prisión con Oscar López Rivera. López Rivera es otro gigante de la resistencia y la dignidad, quien lleva más de 30 años en prisiones norteamericanas por su lucha a favor de la independencia de la isla hermana de Puerto Rico. Quiero también rendir homenaje a este compañero que lo merece y del cual aprendí mucho en los años que compartimos en prisión.
¿Mahatma Gandhi?
Un visionario. Un hombre que supo descifrar la psicología de un imperio, el inglés, que se descomponía, para enfrentarlo con gran efectividad hasta lograr los propósitos de independencia para su país.
Y también tuvo el valor inmenso de enfrentarse a la fuerza política y militar de ese imperio, y a las fuerzas represivas del mismo, solo con la protección de sus convicciones y su moral, que a la postre fueron superiores a toda la fuerza y la arrogancia del imperio inglés.
¿Fidel Castro?
Un gigante político, un hombre de grandes luces, pero más que nada, un gigante moral. Una de las personalidades políticas más grandes de la segunda mitad del siglo XX y del XXI.
Una dicha para los cubanos que hayamos contado y que contemos con su presencia y su actuación. Culminó lo que a Martí le fue imposible por su prematura caída en combate. Lograr y mantener la independencia de Cuba es un hecho histórico de una complejidad singular.
Nada más hay que mirar un mapa mundi y ver la ubicación geográfica de nuestro país; una pequeña isla a solo 90 millas del imperio más poderoso que ha conocido la historia y que por más de 200 años ha soñado con apoderarse de esa isla.
Fidel supo cómo lograr esa independencia en las más complejas condiciones históricas, y cómo mantenerla y solidificarla en condiciones aún más complejas.
Nos enseñó a vencer en las más difíciles condiciones, a tornar un acontecimiento negativo e incluso aparentemente fatal (pensemos en Alegría de Pío, o en la caída del campo socialista, por ejemplo) en una victoria.
Las ideas, los conceptos y la manera de enfrentar las dificultades que Fidel nos ha enseñado hoy son parte del acervo ideológico y cultural con que contamos para hacer frente a las complejidades del mundo actual, para salir adelante ante cualquier situación por difícil que sea y para vencer.
Hay quienes dicen que eres el más inteligente, o que tienes tremenda prosa, o que eres callado y a la vez un jodedor cubano. Dime…
René es el más inteligente de nosotros. Cualquiera de nosotros cuatro te diría lo mismo sin pensarlo un segundo. No sé de dónde sale lo de la «prosa hermosísima», nunca había escuchado esa opinión sobre lo que yo he escrito, que tampoco es mucho.
Sí, me han comentado en ocasiones sobre mi hábito de la síntesis, que considero a veces es bueno pero no siempre lo es.
Hay veces que puede convertirse en un obstáculo. Pero es cierto que, para bien o para mal, es un hábito que tengo.
El resto de lo que mencionas: «El más callado o un jodedor cubano», creo que soy un poco de ambos. Tiendo a ser reservado, a observar desde la tranquilidad y a disfrutar de esta, a formarme opiniones antes de emitirlas, a no emitirlas frívolamente.
No soy una persona extrovertida, pero también me gusta la broma y la rumba, esta última no solo en el sentido del género musical, que también me agrada, si no en su acepción más general.
El 13 de octubre del 2009 comenzó el proceso de resentencia dispuesto por el Onceno Circuito de la Corte de Apelaciones de Atlanta en los casos de Fernando González, Antonio Guerrero y Ramón Labañino que concluyó dos meses después (8 de diciembre) en la Corte de Distrito de Miami. Entonces su sentencia original de 19 años fue modificada a 17 años más nueve meses en prisión. Debe salir por cumplimiento de condena a finales de febrero del 2014. Hijo de Magali Llort y Fernando Rafael González, Fernando nació en La Habana en el año 1963. Se graduó con título de Oro en Relaciones Internacionales y como otros jóvenes cubanos de su generación estuvo en Angola. Y dan ganas de admirar más a este hombre —a estos Cinco hombres que su pueblo cataloga de Héroes—, quien pese a los pesares afirma, sin titubeos: «A los 50 años soy feliz y a la vez comprendo cuánto me queda por aprender».
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.