Falta menos de un año para que otro de los Cinco Héroes extinga su condena en cárceles de EE.UU. y regrese al seno de los suyos.
El 27 de febrero de 2014, el sistema penitenciario de los Estados Unidos de América deberá dejar libre a uno de sus más de 2 millones de prisioneros, el cual, paradójicamente, nunca debió estar preso, pues su “crimen”, como el de sus cuatro hermanos de encierro, fue combatir el terrorismo para impedir que en su patria y en los propios EE.UU. bandas criminales sembraran el dolor y el luto.
Fernando González Llort, que así se llama este Héroe de la República de Cuba -quien sumará 50 abriles el próximo 18 de agosto-, no es, por tanto, un simple preso entre esa lista millonaria integrada por reos de toda clase de delitos reales o supuestos, como los que le atribuyeron a él, sino que ha sido víctima de una conjura política mayúscula como en su tiempo lo fueron los italianos Zacco y Vanzetti y los judío-americanos Ethel y Julius Rosenberg, de cuyo asesinato “legal” se acaban de cumplir 60 años.
No, Fernando González no es un preso cualquiera. Fue escogido como sus cuatro hermanos de lucha para satisfacer los deseos de venganza contra su patria de los elementos más reaccionarios del estamento estadounidense, y del lobby cubano-americano que encarna a los elementos terroristas incrustados en el sur de Florida.
Como dijo en una parte de su alegato frente al tribunal que lo juzgó en Miami en el 2001: “Sinceramente, confío en que algún día Cuba no tenga necesidad de personas como yo, que voluntariamente y por amor a su país y a su pueblo, vengan a este país a luchar contra el terrorismo”.
Y es que desde hace mucho la patria de Lincoln dio paso a la república imperial de Truman, Johnson, Nixon, Reagan, los Bush… y el Premio Nóbel Barack Obama, responsables de incontables crímenes en nombre de la libertad y de los derechos humanos que, esa nación, más que ninguna otra, vulnera en todo el mundo.
Fernando, además, será el segundo de los Cinco en salir de la cárcel injusta, y conste que aquí, negando el recurrente refrán, segundas partes sí que serán buenas, pues con su liberación se abrirá la segunda gran grieta en el muro de acero, argamasa, silencio e injusticias en que los han tenido confinados desde su arresto en Miami el 12 de septiembre de 1998.
A raíz de la llegada de René González Sehwerert a Cuba el pasado 22 de abril, autorizado para asistir a las honras en memoria de su padre -fallecido hacía pocos días- y su renuncia a la ciudadanía estadounidense, cuya aceptación por las autoridades de ese país le fuera comunicada el 3 de mayo último, Fernando expresó sentirse un poco más libre.
Ahora Rubén Campa acaba de confiarle a un reportero de Prensa Latina su felicidad por la estancia definitiva de René en Cuba y se congratuló que sea precisamente él, de quien encarece su capacidad y su inteligencia para generar ideas, por la seguridad de que pondrá todos sus esfuerzos y su voluntad en función del regreso de sus hermanos que aún continúan cautivos.
Han transcurrido casi 15 años desde el injusto encierro de Fernando y sus compañeros; cinco desde que la sala de apelaciones del tribunal del Onceno Circuito de Atlanta ordenara realizar un nuevo juicio en su caso y en el de Ramón Labañino y Antonio Guerrero, por considerar que no se había actuado bien judicialmente, y cuatro desde la resentencia en que la consabida jueza Joan Lenard le hiciese la pírrica reducción de su condena original de 19 años de presidio, a 17 años y 90 días.
Y hoy, a escasos ocho meses de su salida de prisión, Fernando González Llort no sabe aún si le permitirán venir directamente a Cuba a cumplir la libertad supervisada, ya que a diferencia de René y Antonio no es ciudadano estadounidense, pero de una cosa si está totalmente seguro: que el infame muro de injusticias recibirá ese día otro golpe de ariete que lo podría resquebrajar definitivamente.
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