Con diferencia de pocas horas los soldados de la dictadura de Batista asesinaron al rebelde fomentense Silvino Águila y al revolucionario yayabero Rafael de la Aguilera.
El 28 de septiembre de1958 el guerrillero Silvino Águila Angulo, subordinado a la tropa del Comandante Víctor Bordón Machado en el Escambray, recibió la orden de bajar al llano para cumplir una misión de coordinación y abastecimiento con la dirección del Movimiento 26 de Julio en la zona de Fomento.
Silvino era el más idóneo para ese cometido porque a lo largo de varios meses, durante su accionar clandestino en esa localidad y sus alrededores había hecho el trayecto hacia las montañas en varias ocasiones llevando armas, municiones y mensajes para los rebeldes que desde allí operaban.
Al amanecer del 29 de septiembre se escurrió del campamento y con su agilidad montuna y la energía de sus 35 años devoró montes y veredas hasta llegar a los lugares indicados.
Quizá recordó entonces las vicisitudes y miserias sufridas en el hogar constituido por sus padres, Marciano Águila y Bartola Angulo, allá en el caserío fomentense de Platanico, donde tuvo que dejar la escuela cuando cursaba el cuarto grado para poder ayudar a los suyos a ganar el sustento en las duras faenas del campo.
Los trabajos y miserias experimentados desde que era un niño lo hicieron proclive a las ideas izquierdistas y democráticas, de ahí que clasificase como un opositor natural al régimen del dictador Batista, y que se sumara a las actividades para derrocarlo, pero esto no tardó en ser conocido por los sicarios del régimen, que empezaron a perseguirlo con saña. Ello determinó su alzamiento a mediados de aquel trascendental año de 1958.
Y ahora venía de regreso, pensativo, con la satisfacción de la misión cumplida, sin saber que en la espesura, cerca del villorrio de Alfonso, los guardias aguardaban emboscados y cuando estuvo al alcance de sus fusiles, abrieron fuego. Silvino salió precipitadamente del lugar, pero no pudo cargar con el fusil.
Cuando creyó que estaba a salvo, esperó un tiempo prudencial y regresó en busca de su arma de guerra, pero los soldados, que al parecer la encontraron, se mantuvieron vigilando el sitio en previsión de que él volviera, sabedores de lo que para la guerrilla significaba un arma y lo que para el guerrillero implicaba perderla.
Lamentablemente, sucedió como lo habían concebido, pues Silvino regresó y fue capturado herido en una pierna, pero a pesar de su indefensión y violando todas las normas de guerra, los jenízaros le dieron muerte alegando luego su caída en combate.
OTRA VÍCTIMA EN EL CAMINO DE SANTA CRUZ
El 30 de septiembre de1958 —al otro día del asesinato de Silvino— apareció muerto en el Camino de Santa Cruz, finca Pica Pica, cerca de Sancti Spíritus, el revolucionario espirituano Rafael de la Aguilera Serrano, a escasos metros de donde una semana antes fueran recogidos los cuerpos de sus compañeros de ideales Àngel Montejo Lorenzo, Ismael Saure Conde y Gilberto Zequeira Díaz.
De la Aguilera, de 53 años, poseía un amplio expediente de enfrentamiento a las dictaduras que asolaron su patria, pues fue de los jóvenes que durante la satrapía de Gerardo Machado (1925-1933) integraron la vanguardia estudiantil contra el régimen en la Universidad de La Habana, donde estudiaba la carrera de Medicina y fue fundador de la organización revolucionaria La Joven Cuba, encabezada por el líder izquierdista Antonio Guiteras Holmes.
Pero el “Asno con Garras” —como atinadamente lo llamara Rubén Martínez Villena— decidió clausurar la Alma Máter y el joven espirituano de formación religiosa, pues había estudiado en los colegios católicos privados de La Salle, en Sancti Spíritus, y Monserrat, en Cienfuegos, se vio obligado a dejar la carrera cuando cursaba el cuarto año.
Por entonces, imposibilitado de regresar a la Universidad, y aprovechando los conocimientos adquiridos, se hizo viajante de productos farmacéuticos, con desplazamientos frecuentes a La Habana y dentro de la antigua provincia de Las Villas. Cuando cae Machado el 12 de agosto de 1933, ya Rafael ha dado un giro a su vida y el proyectado regreso a las aulas nunca llegaría a ocurrir.
Pero el 10 de marzo de 1952 otro militar corrompido, Fulgencio Batista, encabeza un golpe de Estado e instaura la segunda dictadura en la república neo colonial, cuando se cumplía el primer medio siglo de independencia formal, y encontró desde un inicio la oposición militante de De la Aguilera, quien aprovechó los continuos movimientos de su profesión para sus trajines conspirativos.
Eso bastó para que la jauría amarilla y azul encabezada por el capitán Ramón Mirabal lo plagiara de las calles espirituanas e, internándolo en el Escuadrón 38 de la Guardia Rural, lo torturase salvajemente hasta darle muerte. Luego, sin gran imaginación, procedieron casi exactamente igual que con sus últimas víctimas, abandonaron su cadáver acribillado a la vera del Camino de Santa Cruz, escenario de otras de sus fechorías sangrientas.
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