Cuando los fundamentos del béisbol fallan, difícil resulta ganar, más contra un equipo que te ha tomado bien la medida. Y eso fue lo que incidió en la derrota (2-6) de Cuba ante Holanda al iniciarse la segunda fase del III Clásico Mundial.
El pitcheo no pudo hacerse justicia y se ratifica como la principal laguna de la novena dirigida por Víctor Mesa. Ismel Jiménez se presentó muy noble ante una ofensiva que hace rato está bien ajustada, sobre todo contra nuestra selección, que soñará más de una vez con el camarero Jonathan Schoop, quien pegó un cuadrangular decisivo de tres anotaciones y par de dobletes.
En rescate de Ismel llegó Freddy Asiel Álvarez, bastante efectivo y con una estrategia diferente, pegando su recta rápida y lanzando bajito y por fuera. Cuando no lo hizo en el inicio del sexto episodio, Kalian Sams le disparó tubey y llegó a tercera por fly al jardín derecho de Dashenko Ricardo. Después otorgó boleto a Anderlton Simmons y fue sustituido.
Yadier Pedroso vino a hacerse cargo de la situación y su desempeño fue fatal. Schoop le disparó el jonrón que puso el marcador 5 x 1, algo así como un cubo de agua fría que prácticamente sacó de juego a la selección nacional cubana.
Después, en el séptimo, las bases se llenaron de tulipanes y explotó Pedroso, quien ratificó las dudas sobre su inclusión en el staff cubano y en su rescate vino Yander Guevara.
El avileño inscribió un relevo extraordinario al dominar a Smith y Sams y ponchar a Ricardo, para aplacar la rebelión holandesa, que no se amilanó y en el octavo marcó el puntillazo.
Si miramos fríamente los números a la ofensiva del equipo cubano, con 12 inatrapables, se puede estar satisfecho, pero la situación es diferente. Cinco jugadas de doble play mataron toda posibilidad de amenaza cubana, salvo los cuadrangulares de Despaigne y Yulieski, ambos sin corredores en circulación, que sirvieron para marcar las dos únicas carreras de los antillanos en el partido, donde José Miguel Fernández, con doblete y sencillo, ratificó sus condiciones de excelente bateador.
Como un buen sastre, Diegomar Markell, el pitcher ganador, le ha tomado algo más que las medidas a los toleteros criollos, quienes no acaban de ajustarse a su pitcheo.
No recuerdo a un mismo serpentinero dominar tantas veces a un equipo cubano como lo ha hecho Markell. Durante el desafío en varias oportunidades se vio a los toleteros criollos ansiosos, buscando batazos grandes, incluso con el marcador cerrado y eso no ha funcionado nunca contra este tipo de lanzador, amén de algún que otro jonrón.
Dicen quienes saben que ante esta situación dejar lanzar y acomodarse a determinados lanzamientos para chocar la bola es lo ideal. Sin embargo, no ha sido de esa manera contra Markell, algo así como el director de escena del Fantasma de la Opera en que se nos ha convertido Holanda, que además hace rato es un equipo a tomar en cuenta.
Parece que por fin Yulieski despierta y esa pudiera ser buena noticia. Otros que necesitan hacerse justicia son Guillermo Heredia y Eriel Sánchez. El primero no acaba de funcionar bien como primer bate y el receptor espirituano tampoco ha aportado lo que de él se espera, con sobradas potencialidades como bateador de fuerza, sin desconocer ciertos deslices a la defensa.
Precisamente, este acápite por momentos se muestra inestable y con fisuras. Frente a Holanda se cometieron par de errores que costaron.
El equipo cubano llegó a la segunda fase del torneo invicto, incluida la victoria sobre Japón que se nos hacía esquiva en estos eventos, pues le funcionó bien el arma principal de los criollos: la ofensiva, secundada por la defensa y el pitcheo.
¿Qué nos queda? Esperar que Danny Betancourt se presente dominante ante Taipei, que se ajuste el cerrojo de la defensa y que los bateadores, además de la fuerza que distingue a la alineación, aprovechen un poco más la inteligencia para ganar y tomar un segundo aire en las aspiraciones de llegar a San Francisco.
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