Está demasiado latente su sonrisa como para pensarlo muerto, ausente. Todavía está ahí su proverbial vitalidad y ese optimismo obstinado que le hizo reír y vivir en las circunstancias más extremas.
Por eso Hugo Rafael Chávez Frías renace este 28 de julio como si apenas comenzara el alumbramiento de doña Elena en la casona de Barinas, como si sus restos no honrarán al Museo Cuatro de Febrero.
Cuesta hablar y pensarlo en pasado, mucho más cuando la tierra se revuelve en el recuerdo y lo hace revivir en las lágrimas de su pueblo que le lanzó a la posteridad mucho antes, incluso, de aquella fatídica tarde de marzo de este año cuando el mundo se resistió a dar crédito a la noticia de su muerte.
Duele demasiado y a la vez reconforta. En este día de cumpleaños Chávez no hubiese querido lamentos ni lutos.
No va con la estatura del hombre que encontró aliento y sonrisa durante los dos años de una enfermedad que ya le anunciaba un retiro físico temprano.
Por eso comanda la jornada con su típico jabuco de arañero de Sabaneta o de boina y uniforme militar. O amo de la voz y el discurso, o henchido entre los cerros y los Andes de la mano del indio y del humilde.
Por eso se nos presenta aún con su invicta batalla de las urnas por más de catorce años y pide vivir en nombre de las misiones que hicieron crecer a su pueblo, le enseñaron a leer y escribir, le devolvió la salud a olvidados, le dio techo y cobija y le enseñó que el trabajo es fuente de liberación y cultura.
Se nos presenta con la rebeldía irremediable del joven que hizo posible un Cuatro de febrero y soportó los desafíos del tiempo.
Anda como el hombre que enfrentó reyes e imperios, que escapó a intentonas golpistas a y encaró paros petroleros, crisis energéticas, febriles campañas mediáticas azuzadas por los enemigos que aprendieron a respetarle más allá de su muerte.
Anda en las batallas por unificar a América y hacer realidad los sueños de Bolívar, otro grande que julio nos regaló hace 230 años y que Hugo Chávez revivió por medio de alianzas entre hermanos de sangre y de luchas.
Por eso anda en su afán por dignificar la hora de los pueblos con ese liderazgo natural de revolucionario convencido que persuade y enamora.
Para ser dignos de su legado esta jornada de julio conmina a ahuyentar el llanto. No existe mejor manera para el homenaje que la vigilia permanente de su ejemplo para que su obra muera .
Y porque Hugo Chávez vive más allá de estatuas y homenajes, este 28 de julio volvemos de la mano del arañero de Sabanetas, de poema y canto, de alegría y sonrisa.
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