Al presentar el libro “Los últimos soldados de la guerra fría”, Ricardo Alarcón, dijo que se trata de una obra imprescindible, que nos acerca a los héroes como los seres de cuerpo y alma que son.El presidente del Parlamento de Cuba, Ricardo Alarcón, calificó de investigación encomiable el libro escrito sobre cinco antiterroristas de la isla caribeña titulado Los últimos soldados de la Guerra Fría, del periodista brasileño Fernando Morais.
Palabras de Ricardo Alarcón de Quesada en la presentación del libro de Fernando Morais “Los Últimos Soldados de la Guerra Fría”
Evento por el Equilibrio del Mundo, La Habana 28 de enero de 2013
ue sabia la decisión de abrir este espacio especial dentro de una conferencia internacional dedicada a José Martí en su aniversario 160.
Vamos a hablar sobre un libro que él habría leído con amoroso interés en alguna noche de insomnio, en la soledad de su pobre aposento, sin que lo apartase de su lectura el frío rumor del Hudson. Allí, en Nueva York, el Apóstol había descubierto antes que nadie la naturaleza oculta de aquella sociedad, la corrupción y la violencia de la que brotaba un Imperio cuya amenaza él convocara a resistir. Lo habría leído con emoción y asombro al rencontrarse en sus páginas, en cinco jóvenes que supieron como él vivir dentro del monstruo y preservar intactas la dignidad y el amor a la Patria lejana. Son ellos, con su altruismo irreductible, quienes rinden a José Martí, desde hace ya casi quince años, el tributo más puro.
El caso de nuestros cinco compatriotas injustamente castigados en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo que tanto dolor ha causado a nuestro pueblo necesitaba de una obra como la que hoy presentamos. Faltaba una voz que fuera capaz de llegar al corazón de la gente, sin retórica vacía, sin la cansona repetición de fórmulas estereotipadas, con la fuerza creadora de un escritor para quien el lenguaje no guarda secretos, un periodista que no conoce límites en su afán investigador.
El capitán Dreyfus estaría aún sepultado en la ignominia, Sacco y Vanzetti jamás habrían sido, aunque tardíamente, reivindicados si Emil Zola y Félix Frankfurter, no hubieran sabido asumir su responsabilidad ética e intelectual. Eso es justamente lo que ha hecho mi querido y admirado amigo Fernando Morais.
A Fernando no le hacía falta publicar este libro para promover o consolidar su bien ganada reputación como uno de los mayores escritores de nuestro tiempo. Sus obras, reproducidas en incontables ediciones, se leen en todo el mundo y prácticamente en todos los idiomas. Por su innegable maestría ha penetrado a través de los grandes circuitos de la llamada industria cultural, incluyendo el cine, sin haber jamás renunciado a sus convicciones ni a su condición de artista independiente ni a su lucidez e integridad intelectual.
No le voy a agradecer lo que ha hecho porque esta no es una obra de encargo, nadie le pidió y por supuesto, mucho menos, le indicó lo que habría de escribir. Aunque contó con los testimonios de otros y se nutrió con la revisión de inagotables fuentes documentales, ésta es su obra, pertenece por entero a Fernando, es suya como La Isla, Olga, El Rey de Brasil, Montenegro, El Mago y otras que forman parte de una brillante trayectoria que en el futuro nos traerá muchas más, estoy seguro, de excelencia semejante.
Aclaro lo que acabo de decir. Por supuesto que la gratitud que él merece es grande porque siempre rescata de la rutina y la mediocridad un oficio que no todos los escritores aprecian ya como una misión humanista.
Cuando trató, desgraciadamente sin éxito, de salvar la vida a dos inocentes, Frankfurter repitió una frase que parecía como un ruego desesperado a los intelectuales y a los periodistas de su tiempo: “Please, read the transcripts” (Por favor, lean las actas). Porque la inocencia de aquellos humildes inmigrantes italianos estaba claramente demostrada en las actas y documentos del Tribunal de Massachusetts. La inocencia de Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René la comprueba quienquiera que lea lo que consta en la documentación de la Corte Federal del Distrito Sur de la Florida en el voluminoso expediente titulado Estados Unidos versus Gerardo Hernández et. al.
La gente común no hace tal cosa. No estudia los tortuosos procesos judiciales, no tiene tiempo para recorrer las interminables y farragosas disputas de jueces, fiscales y abogados. Depende de los medios, de lo que diga su diario local, de lo que reporten la radio o la televisión. Depende, en fin, de lo que digan los periodistas, quienes divulgan la información o la manipulan o la esconden.
Este libro es, entre otras cosas, una indagación periodística encomiable que ilumina incluso aspectos claves del juicio desconocidos hasta ahora, como los antecedentes del Majesty of the Seas y de su capitán que sirvieron para calzar la mentira norteamericana sobre la provocación del 24 de febrero de 1996.
Fernando hizo lo que pocos han hecho. Se batió con las decenas de miles de páginas del caso más largo de la historia norteamericana, buscó y habló con quienes tuvieron relación con el proceso en Cuba y en Estados Unidos, hurgó en archivos y bibliotecas y sobre todo, se empeñó por descubrir, más allá de los papeles, quiénes eran las personas involucradas, los seres humanos protagonistas de una historia real que a veces desafía la imaginación.
El resultado no es una explicación jurídica de este prolongado y complicado proceso. Tampoco es un alegato probatorio de la ilegalidad cometida contra los Cinco ni una descripción detallada de sus vidas o de la lucha que ellos libraron para salvar a su pueblo y a otros del terrorismo. Sin dejar de tratar estos aspectos importantes, a ello no se contrae el libro que también ofrece en diestras pinceladas el contexto de lo que sucedía en Cuba y en Estados Unidos, y las tensiones públicas y privadas entre ambos países, mientras se desarrollaba la saga de estos hombres.
El libro se propone una meta superior imposible para quien no posea el genio de un artista verdadero. Sin ser la biografía de ninguno de ellos, sin embargo, nos acerca a los héroes y los muestra como los seres de cuerpo y alma que son. Al asomarnos así a su humanidad concreta nos revela la dimensión exacta de su heroísmo, un heroísmo, sin embargo, nada distante del lector.
Por eso “Los últimos soldados de la Guerra Fría” ha alcanzado una impresionante difusión en Brasil, donde se han agotado varias ediciones y ha merecido especiales reconocimientos. Hoy sale ésta, la primera versión en castellano y debo anunciar que ya se trabaja para que pronto se pueda presentar una nueva edición en Cuba.
Son muchos los que gracias a este libro conocieron en Brasil la verdad de nuestros Cinco hermanos y accedieron a una historia que el Imperio y sus grandes corporaciones mediáticas han condenado al silencio y al olvido. Para ellos cayó el muro de la ignorancia con que se ha tratado de impedir que la justicia prevalezca. Serán muchos más los que accedan a la verdad a medida que se multipliquen futuras ediciones en inglés y en otros idiomas.
El libro aparece cuando se le requiere con más urgencia, ahora que nuestros compañeros libran la última batalla ante el sistema judicial norteamericano.
La esencia de esa pelea es, precisamente, la exigencia al gobierno de Estados Unidos a que ponga fin al ocultamiento de evidencias que lo obligarían a ponerlos en libertad ya, sin más dilación, a todos y cada uno de ellos, a los Cinco, sin ninguna excepción. Washington debería revelar lo que esconde sobre su conspiración con supuestos “periodistas” de Miami a los que dirigió y pagó para desatar una campaña de odio, que incluyó amenazas a los miembros del jurado para crear lo que el panel de la Corte de Apelaciones de Atlanta describió como “una tormenta perfecta de prejuicios y hostilidad”. El tribunal debería rechazar la insólita demanda de la Fiscalía que busca eliminar documentos esenciales del Habeas Corpus de Gerardo y por el contrario debería anular su brutal condena o al menos, como primer paso, darle la oportunidad de comparecer y refutar la falaz acusación que lo llevaría a morir dos veces en prisión.
La Corte de Apelaciones de California, por su parte, también tiene ante sí la demanda formulada por una prestigiosa organización privada para que Washington muestre las imágenes tomadas por sus satélites espaciales sobre el incidente del 24 de febrero de 1996 que fue utilizado maliciosamente para inculpar a Gerardo en un cargo que el propio gobierno admitió haber fracasado en demostrar. Durante 17 años Estados Unidos ha impedido que nadie más pueda ver esas imágenes porque sabe que ellas prueban que el incidente ocurrió en territorio cubano y en consecuencia el tribunal de Miami nunca tuvo jurisdicción al respecto. El panel de esa Corte superior de California acaba de tomar una importante decisión al ordenar que sea revisada la decisión tomada antes por una instancia inferior que había sostenido la negativa del Gobierno a mostrar dichas imágenes. Estamos a la espera ahora de la reacción gubernamental.
Algún día triunfará la justicia. Pero no será sólo por lo que ocurra en una Corte federal. Gerardo lo predijo hace años. Será un jurado de millones quien les devuelva la libertad. El libro que hoy presentamos es una muy valiosa contribución al empeño duro y difícil para crear ese jurado.
Fernando dedica palabras muy justas para Leonard Weinglass quien entregó los últimos años de una vida ejemplar a luchar por la justicia dentro y fuera de los tribunales. La última foto suya, tomada pocas horas antes de la muerte, muestra a Lenny revisando la apelación final de nuestros compañeros. Que él nos de ánimo para multiplicar la lucha hasta el último aliento, para anticipar el día en que Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René, aquí en La Habana celebren con Fernando Morais la victoria.
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