Un proyecto para rescatar el alumbrado público devuelve atractivo nocturno a la tercera villa de Cuba.
Las noches en Trinidad tienen un halo mágico: la sombra de un balcón en una esquina, los rojísimos tejados, la luna dibujada entre las piedras y la fascinación de quienes viven la ciudad en su espíritu más bohemio y ahora elogian el proyecto para restaurar el alumbrado en las principales arterias del centro histórico de la tercera villa cubana, al borde de su medio milenio.
Caprichosamente decoradas, las farolas de factura artesanal adornarán otra vez las principales arterias de la ciudad, lo que significará modificar el sistema de distribución aérea de electricidad en una red empotrada en muros y otros elementos constructivos propios de la arquitectura colonial con la intención de incorporar un ambiente luminoso más homogéneo e íntimo.
La reanimación del alumbrado en la tercera villa suma a varios colaboradores: la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Valle de los Ingenios, la Empresa Eléctrica Municipal y un financiamiento francés por más de 14 000 euros a favor del proyecto que pretende mejorar las condiciones de vida de los habitantes de un conjunto histórico sui generéis, caracterizado por su homogeneidad constructiva en tipología de cubiertas, en carpintería y todas sus visuales urbanas, patrimonio no solo de la ciudad sino del mundo.
En su primera versión la propuesta, fiel a las exigencias técnicas que impone el proceso de conservación e imagen de una ciudad Patrimonio de la Humanidad, iluminará las calles más concurridas de la Trinidad de noche; y más adelante encenderá otras zonas como inmuebles, plazas e instituciones culturales y turísticas, ahora con mayor valor de uso para un turismo que sabe apreciar la exclusividad de este sitio histórico.
DESDE EL PASADO
Hacia principios del siglo XIX Trinidad aún conservaba parte de su opulencia económica. Hasta el centro sur de la isla llegaban también los aires del urbanismo europeo que impulsó por estos predios un proceso de reanimación citadina con la construcción de parques de recreo, la pavimentación de las aceras y el alumbrado público.
Las referencias en las actas capitulares dan fe, desde el año 1821, de la preocupación ciudadana por el abandono del servicio en aquellos años, antecedente importante para que apareciera el alumbrado de aceite en 1838, un verdadero suceso que recuerdan las publicaciones locales.
Ya para diciembre de 1859 la Compañía Cubana del Gas establece en las principales calles de la villa y también en algunas plazas de recreo como La Reina y Carrillo un novedoso sistema de iluminación pública que luego es sustituido por el alumbrado eléctrico.
La crisis económica de las dos últimas décadas en Cuba limitó las inversiones en el sistema electroenergético y apagó también no pocas luces en el centro histórico de la Trinidad debido a los altos costos para la renovación del equipamiento desde las técnicas tradicionales, pero el proyecto en marcha ha venido a iluminar nuevamente las añejas callejuelas.
Y SE HIZO LA LUZ
Pensar la ciudad histórica iluminada en pleno siglo XXI requirió mirar hacia el pasado y reinterpretar un sistema de alumbrado de típicos faroles y otras maravillas del talento humano; ahora sostenibilidad y aportes locales definen la estrategia del Plan Maestro de Trinidad con la premisa de traer nuevas luces a un espacio donde florece la actividad turística estatal y por cuenta propia.
El novedoso proyecto prevé, además, el ahorro de electricidad a largo plazo a partir de los planes de reparación y mantenimiento del sistema de alumbrado, evaluados por la empresa eléctrica del territorio, cuyos operarios trabajan de conjunto con los expertos para acometer las labores en edificaciones y sitios patrimoniales de la villa.
De las manos de artesanos y estudiantes de la especialidad de Herrería de la Escuela de Oficios de Restauración Fernando Aguado y Rico nacen los primeros modelos de las farolas que alumbrarán los espacios más íntimos de una ciudad igualmente bella de noche.
Entonces, recorrer las calles de chinas pelonas y sombras de aleros y balcones se convertirá en emocionante atractivo para noctámbulos empedernidos, seducidos no solo ya por la luz de las estrellas.
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