La muestra de Jorge González se mantendrá abierta al público en la Galería de Arte Oscar Fernández Morera durante el mes de agosto.
Jorge González celebra 70 años de vida con un agasajo henchido de goces. Ágape de frutas, la muestra transitoria que durante todo el mes de agosto exhibe la Galería de Arte Oscar Fernández Morera, resume gran parte del trabajo desarrollado por este pintor autodidacta desde sus primeros encuentros con la naturaleza muerta, protagonizados en el ya desaparecido taller de artes plásticas del antiguo convento de Los Mercedarios, en los altos del boquete del Coco, donde aprendió los rituales del óleo y el aguarrás gracias a Tomás Capote y Rogelio Valdivia, entre otros imprescindibles de la plástica yayabera.
Verdadero maestro del trampantojo, sin grandes pretensiones estéticas ni excesos conceptuales, Jorge nos convida en esta ocasión a un exquisito recorrido por la belleza de flores, frutas y vasijas que podemos encontrar a nuestro alrededor. De técnica y dibujo impecables, sus lienzos revalidan la importancia que ha tenido el bodegón como reto formal o ejercicio académico para estudiantes y pintores de todos los tiempos.
Según el propio artista, las naturalezas muertas son una constante en su quehacer pictórico porque le ofrecen un modelo estático que observar detenidamente y reproducir al detalle, aunque dicho estatismo es aparente, pues el proceso de maduración modifica la forma y la textura de las frutas, y la luz misma cambia con el paso de las horas, bosquejando una constante metamorfosis natural que representan un desafío para su talento creador.
En la muestra destacan tres piezas que remiten a conocidas obras del panorama artístico cubano y universal. La primera es Naranjas para la siesta, donde el artífice ha reproducido el conocido óleo sobre lienzo La siesta, del cubano Guillermo Collazo. Por su parte, La mesa del copista y Campanario incorporan respectivamente a la Virgen de la silla y a los conocidos angelotes que reposan a los pies de la Madonna Sixtina, piezas ejecutadas por el maestro renacentista Rafael Sanzio. En las tres versiones de Jorge, el elemento natural se inserta en la realidad pictórica de manera subrepticia, convirtiéndose en una suerte de punto de fuga que, si bien cede protagonismo al resto de los objetos, es capaz de atrapar rápidamente la atención del espectador.
A pesar de que el propio artista reconoce no estar interesado en explotar la apropiación como recurso expresivo característico de la posmodernidad, estas referencias a conocidas piezas en la historia del arte occidental marcan un punto de giro con respecto a su trabajo anterior, abriendo nuevos senderos conceptuales que sus hábiles pinceles debieran explorar más a fondo. De hecho, el tenaz apego que Jorge experimenta hacia la pintura como método artesanal de expresión estética le confiere a su trabajo un aire de contemporaneidad que guarda total consonancia con el regreso al paradigma pictórico experimentado por la plástica cubana desde finales de los años 90.
Una vez más, sus naturalezas muertas podrán incitar en quien las contemple un feroz apetito por las formas y el color. Encontraremos en ellas mucho de silencio y algo de melancolía, pues nos recuerdan que solo el arte puede inmortalizar la belleza que brota y desaparece día a día frente a nuestros propios ojos, tan fugaces como la hoja que cae, o la fruta mordida por las horas y el olvido.
Por: Maikel José Rodríguez Calviño
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