Dos espirituanos, por entonces estudiantes, rememoran la llegada de Fidel aquí al frente de la Caravana de la Libertad.
Es oportuno recordarlo sobre todo en este instante, 54 años después de aquellos extraordinarios acontecimientos, porque ahora, como entonces, la Revolución que nacía y esa misma Revolución -ya con la madurez de más de medio siglo- emprendían un punto de viraje en la historia de Cuba, siempre con la mirada puesta en el presente y el futuro, con voluntad de trabajo y de progreso.
Preciso es evocar la atmósfera exaltada, eufórica y al mismo tiempo conmovida que se respiraba en Sancti Spíritus, inmersa en un halo que emulaba o quizá superaba lo real maravilloso, surgida por lo menos desde el 23 de diciembre, día de la liberación de la villa, cuando por primera vez en casi 60 años de república neocolonial se respiraba un aire de verdadera independencia.
RECUERDOS DE UN QUINCEAÑERO
Para José Ramón Polanco, en aquel momento con apenas 15 años de edad y estudiante de la especialidad de Mecánica en la Escuela de Artes y Oficios, la vida de pronto había dado un enorme vuelco en relación con apenas días atrás:
“Recuerdo que había una atmósfera combativa extraordinaria en la población. Desde el cierre de las escuelas de la enseñanza secundaria a inicios del año 1957 se vivía bajo una gran presión. Los estudiantes, y fundamentalmente los dirigentes de las organizaciones estudiantiles estuvimos estrechamente ligados a la lucha contra la dictadura en todo lo que podíamos.
“Luego vino la liberación de la ciudad, y a los pocos días, la llegada de la Caravana de la Libertad. Yo te digo que el 5 de enero, nos cogió la noche y la madrugada en el parque Serafín
Sánchez en medio de una emoción tan grande que el tiempo volaba, y a la vez nos comía la impaciencia.
“Como a la una y treinta de la madrugada -no puedo precisarlo- se bajó Fidel de un blindado y lo subieron hacia el edificio de la Sociedad El Progreso -hoy la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena-, mientras todo el mundo gritaba: ¡Fidel!, ¡Fidel!, y de la multitud enardecida salía un clamor tremendo.
“Hasta que por fin llegaron, y era una columna enorme de cientos de carros, de la que en el parque solo pudo entrar la vanguardia. Yo me mantuve abajo. La gente pedía a gritos que Fidel hablara y al poco rato él se asomó a un balcón del edificio y habló. Pronunció un discurso muy emotivo, memorable”.
UNA CONMOCIÓN INDESCRIPTIBLE
Luis Morales Pina, “Moralito” para familiares y amigos, afirma que su vida tuvo un antes y un después en aquellos días finales de diciembre de 1958 e inicios de enero de 1959, cuando los acontecimientos se sucedían a un ritmo acelerado y cada suceso tenía un efecto trascendente.
Con el aval que le aportaba su responsabilidad de jefe de Acción y Sabotaje del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, y presidente de la Federación de Estudiantes de la Segunda Enseñanza en Sancti Spíritus, Moralito, quien estudiaba en la Escuela de Artes y Oficios de la localidad, conocía e interactuaba con los dirigentes de los otros centros de ese nivel en la ciudad y no estaba seguro de alcanzar a ver el día de la victoria. Pero llegó el 23 de diciembre, y lo vivió, luego el 6 de enero del 1959 y también pudo ser testigo…
“Cuando se supo de la cercanía de la Caravana, los jóvenes revolucionarios nos pusimos de acuerdo para desplegarnos a lo largo del recorrido que debía hacer. A mi grupo le tocó situarse en el Parque, frente a la actual biblioteca Rubén Martínez Villena.
“Ya a las seis de la tarde el gentío era tal que casi no se podía caminar por el parque. Algunos no aguantaban la tensión de la espera y en su impaciencia remontaban las calles Independencia o Céspedes y se iban hacia la Carretera de El Jíbaro, hasta que ya avanzada la noche entró la Caravana en la ciudad.
“El pueblo entero gritando ¡Fidel!, ¡Fidel!, ¡Fidel! cuando se bajó del vehículo en que viajaba. Entre aquel mar de pueblo, él, su escolta y los miembros de su estado mayor, confundidos en la multitud, entraron al edificio de la antigua Sociedad El Progreso.
“Cuando Fidel entró al edificio, allí estaban muchos revolucionarios de fila, pero también los representantes de la burguesía local, opuestos al régimen de Batista. Esa es la verdad histórica”.
“Llegó un momento en que Fidel, rodeado de gente mayor, preguntó dónde estaban los están los estudiantes, y entonces alguien miró en derredor y dijo: ‘Mire, allí’, señaló para mí y me llamaron.
“Yo me acerqué y cuando estuve a su lado lo primero que hizo fue ponerme una mano en el hombro y expresó: ‘Dicen que sin azúcar no hay país’ -que era un eslogan famoso en la Cuba de aquellos tiempos-, ‘pero de ahora en adelante, con azúcar o sin azúcar, tiene que haber país y si no tenemos frijoles tendremos malanga, y si no tenemos malanga, tendremos calabaza, y si no tenemos calabaza, tendremos yuca…’
“Aquellos fueron momentos inolvidables, de esos que solo se viven una vez en la vida y no todos tienen un privilegio de esa dimensión. Para mí constituye un don del destino que 54 años después podamos estar evocando esa proeza con la Revolución en el poder y sus promesas cumplidas”.
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