En el poblado fomentense de El Pedrero se firmó el primero de diciembre de 1958 una alianza trascendental entre el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo como antídoto a la división fomentada por el II Frente Nacional del Escambray
Es el lunes primero de diciembre de 1958 y en el pequeño poblado fomentense de El Pedrero se produce la firma de un histórico documento de unidad entre el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, que pone en blanco y negro la alianza estratégica entre ambas organizaciones en el territorio central de Cuba —extensivo a todo el país— y deja abierta la puerta para la incorporación de otras formaciones beligerantes contra el régimen asesino y podrido de Fulgencio Batista.
Para un observador ajeno a este proceso, el acto formal, ejercitado en aquel pueblucho al pie de la cordillera de Guamuhaya, donde el mítico guerrillero argentino-cubano Ernesto “Che” Guevara ha fijado su campamento, constituye, cuando menos, un sinsentido, sobre todo si se tiene en cuenta que el día anterior ha comenzado en la zona una gran ofensiva del ejército de la dictadura con más de 1 000 hombres que avanzan desde tres direcciones y cuentan con artillería, blindados y el apoyo táctico de la aviación.
Sin embargo, para la dirigencia rebelde, encabezada por el Che y Faure Chomón Mediavilla, jefe máximo del Directorio, aquella peligrosa arremetida contra la Comandancia del argentino, ejecutada por las mejores unidades militares del batistato en la región central, significa el canto del cisne del poder ofensivo de sus fuerzas armadas, luego de lo cual, como ocurrió tras la derrota de la acometida de verano contra la Sierra Maestra, intuyen un desbordamiento decisivo de las huestes libertarias.
RAZONES MEDULARES DEL PACTO
El Pacto de El Pedrero, en tanto acuerdo político-militar entre las dos principales agrupaciones que combaten a Batista, es totalmente necesario. En principio, representa la actualización y plasmación concreta de los enunciados de la Carta de México suscrita en el otoño de 1956 en el hermano país azteca por el jefe del Movimiento 26 de Julio, doctor Fidel Castro Ruz, y José Antonio Echeverría, líder máximo del estudiantado revolucionario cubano.
En este documento se plasma la situación real de la dictadura, bajo el embate de las fuerzas guerrilleras en los distintos frentes de combate, que una vez fracasada la farsa electoral del 3 de noviembre del 1958, en su intento por legitimarse y darle continuidad al régimen, pone todas sus esperanzas en el traspaso del poder el 24 de febrero de 1959 al candidato “electo” Andrés Rivero Agüero, por lo cual hace todo su esfuerzo para resistir hasta ese día a costa de la sangre de sus soldados ya exhaustos y desmoralizados.
Pero, además, el Pacto es un antídoto contra una plaga que ha venido dañando a la Revolución en esta parte de la isla y afectado su accionar liberador: la división en el bando revolucionario, provocada por Eloy Gutiérrez Menoyo, el usurpador del nombre de II Frente Nacional del Escambray, escogido por la máxima dirigencia del DR-13-Marzo para denominar su organización guerrillera en las montañas del centro-sur de la antigua provincia de Las Villas.
Puesto por el Directorio en la cordillera de Guamuhaya como responsable de un grupo de hombres y con las armas reunidas por la organización con el objetivo de preparar las condiciones para la apertura del nuevo frente de lucha, Eloy pactó con politiqueros de la llamada Organización Auténtica (OA), regida desde Miami por el expresidente Carlos Prío Socarrás, por medio de su representante, Plinio Prieto.
No contento con eso, en la cúpula de la formación usurpada al Directorio, Gutiérrez Menoyo dio cabida a elementos delincuenciales y traidores como los titulados comandantes Jesús Carreras y Armando Fleites —que había venido en la expedición del Scapade— el “Argelino”, el “Negro” Vargas, y los agentes CIA de nacionalidad estadounidense John Mapples Spiritto y el asesino y aventurero William Morgan, entre otros.
Pronto estuvo claro que lo menos que se proponían hacer los directivos del II Frente era luchar contra los soldados de la dictadura, de ahí su inmovilidad durante las acciones armadas en apoyo a la huelga general nacional del 9 de abril, en cambio intrigaban y calumniaban contra sus compañeros de otras organizaciones mientras ejercían todo tipo de abusos contra los campesinos en su radio de acción.
MÁS LEÑA AL FUEGO
Era tanta la prepotencia y repulsión del citado grupo de facinerosos, que antes de llegar el Comandante Guevara y sus hombres al firme de la cordillera, lo alcanza ya el 16 de octubre en su primer campamento en Cantú, una carta amenazante e irrespetuosa de Jesús Carreras, en la cual este le pone condiciones a los invasores y les veda sectores de las montañas que aquellos se reservan para acampar y operar.
El Che viene encargado por Fidel en misión unitaria y con el objetivo de cohesionar todas las fuerzas revolucionarias en la región en pos de la victoria, por eso en sus primeras conversaciones con Chomón, dirigente máximo del Directorio, trata de convencerlo para intentar llegar a un acuerdo con Menoyo y su grupo, a lo que Faure pone objeciones y le explica que se trata de una tarea prácticamente imposible.
No pasaría mucho tiempo antes de que el Che se percatara por sí mismo de lo atinado de las consideraciones de Chomón, lo que reconoce en una carta fechada a inicios de noviembre en que le informa de continuos roces con la gente del II Frente, quienes —le dice— llegaron incluso a hacer objeto de “(…) una franca agresión a unos de mis capitanes en la zona de San Blas.”
Y agregaba el extraordinario guerrillero: “Esa delicada situación hace imposible llegar a un acuerdo con la citada organización”. En vista de lo anterior, el Comandante le propone a Faure realizar “conversaciones concretas sobre todos los puntos de interés de nuestras respectivas organizaciones”.
Más adelante le indica: “En conversaciones oficiales sostenidas con miembros del Partido Socialista Popular, estos se han mostrado en una postura francamente unionista y puesto a disposición de esa unidad su organización en el llano y sus guerrillas del frente de Yaguajay”.
Esta misiva, que el destinatario respondió el 13 del propio mes, aceptando la propuesta, puede ser considerada, por tanto, la génesis de lo que sería el Pacto de El Pedrero, histórico convenio proyectado al presente de la lucha en aquellos días finales de 1958 y al futuro inmediato, luminoso y complejo en una Cuba libre.
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