Colaboradores de la Salud de la provincia narran sus vivencias de trabajo e intercambio con el presidente Hugo Chávez
“No tengo palabras para definir a Chávez; él es Venezuela, es Latinoamérica, es Cuba; Chávez es amor, solidaridad, entrega, es el líder, es como tener al lado a Fidel”. Así brotó el recuerdo de la doctora Isabel Hernández Aquino, quien se vio de nuevo en los Cerros de Petare, en Zulia, llevando la asistencia médica a aquellos que apenas conocían la Salud.
“La misión me hizo crecer con el ejemplo de ese líder, que se desvivía por sus compatriotas. Al principio la gente no sabía bien el motivo de nuestra presencia allí, pero cuando empezaron a ver que lo que Chávez buscaba era el bienestar y mejorar la vida de ellos, comenzaron a cambiar, a respaldarnos.
“Cuando nos iban asignando a aquellos sitios apartados donde comenzaríamos a trabajar, la misma población les decía a los representantes del gobierno que nos acompañaban: ‘díganle a Chávez que no se preocupe, que nosotros las cuidamos’.
“Hubo un momento en que me desempeñé como Coordinadora de la Misión en el Estado de Miranda, tuvimos una reunión con él, al final se me acerca, me abraza, me pregunta si tengo hijos, le digo que una niña, que se llama Elizabet, entonces él gritó ese nombre allí en aquel salón, luego me dice, no te puedo abrazar mucho porque Fidel se pone bravo porque le estoy abrazando a las mujeres, así era Chávez, estratega, pero sencillo, parecía uno más entre nosotros”.
“Chávez seguía muy de cerca las misiones médicas, fue el artífice junto a Fidel de esos programas, de Barrio Adentro hasta las otras que se fueron derribando de esa misión madre, lo vi. muchas veces buscando la manera de agradecer aquella atención a las comunidades que habían estado excluidas, con ese inmenso humanismo que lo caracterizaba, con ese amor por su pueblo, él no hallaba que más hacer por el bienestar de las personas”, rememora el doctor Alberto Padilla Rubio, quien fungió como coordinador de rehabilitación en Venezuela.
“Para los cubanos era fácil entender a Chávez, su carisma nos era asequible, ver sus desvelos porque los médicos tuvieran las condiciones para trabajar. Me impresionaba su sensibilidad con los problemas de Venezuela, la manera en que buscaba la mayor información sobre cada proceso, se lo comentaba mucho para llevar adelante cada tarea, a los cubanos nos pedía muchos criterios, preguntaba por detalles.
“Tuve contactos con él, participé en una reunión preparatoria para impulsar el trabajo materno-infantil, solicitó información, cosas puntuales de la tecnología, y todo se hacía con mucha ética. Ese encuentro que empezó por la tarde, lo terminamos en su despacho, salimos de allí pasado la una de la madrugada, no había ocasión en que él no agradeciera la ayuda cubana”.
“Lo tuve muy cerca en la consulta de radiología, su figura impresionaba, siempre buscaba el intercambio con los pacientes, con el personal cubano. Venezuela cambió y Chávez también creció como estadista, en la forma de comunicarse con su pueblo, en cada etapa fue ascendiendo como persona. Esta noticia me impactó. Estaba en la calle y tuve que llorar. Venezuela y él me dejaron un ejemplo, una esperanza, a pesar de saberlo enfermo, no estaba preparado para perderlo y siempre me acompañarán su recuerdo y mis vivencias personales en esa misión que cumplí ideada por él y Fidel”, manifiesta la enfermera María Luisa Quintana Piña.
“Chávez es un líder, un hombre de pueblo, caminaba por las calles de Caracas y había que ver el cariño que le trasmitía la gente, un líder nato, el pueblo lo ama, lo venera”, reconoce la doctora Raiza Hernández Hurtado, coordinadora de la Misión Milagro y actual vicedirectora de Salud en la provincia.
“Estratega al fin, supo lograr que el pueblo apoyara y se integrara a esas misiones y al desarrollo de Venezuela. Lo que más me impacta de él es el gran amor por su pueblo, su incondicionalidad a Fidel y a Cuba. Nunca faltó su apoyo, muchas veces le escuche decir que no sabía como agradecer esa solidaridad cubana”.
“Como parte del trabajo intercambiamos con él, era exigente y a la vez, buscaba el momento de bromear con nosotras, se interesaba por la familia, un día me pregunta, ¿ de dónde eres?, y le digo, de Sancti Spíritus, me dice eso queda en el centro de Cuba, estaba al tanto de nuestro país también. En una ocasión me abraza al terminar un encuentro y decía en voz alta, Fidel no te preocupes, que esta médica también es mía.
Cuando estábamos en aquellas reuniones no había distancia, se acercaba siempre a los cubanos. Su muerte me golpeó, mi familia me llamaba ese día para saber como estaba yo, como si hubiera perdido a un familiar cercano, también me conmueve mucho la cantidad de llamadas que recibí de trabajadores de la salud, diciendo directora, lo que haga falta, cuente con nosotros, esa es la semilla de la obra de Chávez”.
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