Expertos reconocen labores de conservación desplegadas por una familia trinitaria para preservar el inmueble que ha recibido como herencia.
Sin la alharaca que suele acompañar la restauración de imponentes mansiones capitalinas, ni más armas que el interés de la familia que la habita desde la década de 1920, la vivienda erigida en la calle José Martí número 263, en Trinidad, conquistó mención en el Premio Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos, recientemente otorgado por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural.
Exponente del período ecléctico en Trinidad, el inmueble mantiene a buen recaudo los elementos arquitectónicos que adoptara a partir de 1925, cuando Manuel Mauri y Urquiola lo adquirió por el valor de 14 000 pesos en moneda americana y lo transfiguró según el estilo en boga.
Más allá del formidable estado de los espacios originales, pavimentos, trabajos de herrería y carpintería, techos y falsos techos, objetos decorativos y utilitarios, la casa trasciende en el entramado urbano por constituir ejemplo tangible de cuánto puede lograr la familia, con sus recursos y la asesoría de los expertos, en el empeño de preservar el contexto en que vive, explica a Escambray Blanca María Pérez Bravo, directora técnica de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios.
De ello está consciente Ana Sofía Lemes Mauri, propietaria de la vivienda desde el 2001, y Carlos Gil, su hijo y uno de los principales defensores de la integridad del inmueble, quien sostiene: “Intentamos respetar al máximo sus valores porque estamos conscientes de la importancia de la casa para el patrimonio de Trinidad”.
Calificadas por los especialistas como acciones de conservación auténticas y respetuosas, las sucesivas intervenciones realizadas en la casona han contribuido a la preservación no solo de los rasgos que la tipifican estructuralmente, sino también de los ambientes característicos de una época histórica, todo lo cual coadyuvó, sin dudas, a que le fuera conferida una mención en Conservación, acápite en el que obtuvo el premio la monumental obra llevada a cabo en el Cristo de La Habana.
Qué hermoso ha sido para mi, poder leer y ver esas fotos de la casa de Ana Sofía, porque en esa casa, practicamente me crié yo y pasé mis años de infancia, con unos recuerdos que mantengo vivos de cada uno de sus rincones. Confieso que no he podido contener alguna que otra lágrima escapadas de mis ojos, ante tantos lindos recuerdos. Gracias por esa publicación y un abrazo fuerte y cariñoso para mi prima Ana Sofia. Gracias a todos
Enhorabuena a sus propietarios. Es un ejemplo, pues a pesar de la dificultades,el buen gusto y el amor al patrimonio debe ser una premisa indispensable para conservar lo heredado del pasado.