El Héroe de la República de Cuba accedió a dar una exclusiva a Prensa Latina, en la cual afloraron pasajes de una vida demasiado rica en experiencias que quizás alguna vez se decida a contar.Nunca quise salir solo ni regresar solo a Cuba y para mí fue siempre una imagen que me perturbó, para la que me estuve preparando sobre todo en la medida en que se acercaba esa fecha, afirmó el antiterrorista René González.
Entrevista exclusiva de Prensa Latina con René, luchador antiterrorista. Héroe de la República de Cuba. Condenado a 15 años de cárcel y otros tres de libertad supervisada por un jurado viciado en la ciudad de Miami. Salió de la prisión en octubre de 2011.
El 8 de diciembre de 1990 la vida de René González dio un giro de 180 grados. Con apenas 34 años se «robó» un avión y partió de Cuba para desde entonces respirar bajo otra piel.
En su retina se llevaría la imagen de aquella bata amarilla que llevaba puesta su hija Irmita y la silueta a contraluz de la mujer que lo enamoró desde el primer día con sus ojos: Olga.
Se iban con él el pedazo de cielo que sobrevoló sobre la termoeléctrica de Santa Cruz del Norte, hasta que se sacudió y dijo: «mira palante que estás volando» y el deseo de que quienes una vez lo conocieron confiaran porque él se sabe un hombre bueno.
Veintitrés años después, René González, casi al cumplir 57, está junto a los suyos más allá de las tristezas, las pérdidas irreparables que impusieron la separación y el tiempo, y junto a la misma Olga que lo sigue enamorando.
También al lado de aquella Irmita de la bata amarilla, toda una mujer que le regaló un nieto, y la Ivette que solía colocar sobre su pecho con apenas cuatro meses, ahora una quinceañera.
Rápido en las respuestas, jaranero, de inteligencia desbordante, René González, accedió a dar una exclusiva a Prensa Latina, en la cual afloraron pasajes de una vida demasiado rica en experiencias que quizás alguna vez se decida a contar.
Amigo de los amigos, leal a toda prueba, como en la historia de los Tres Mosqueteros, del francés Alejandro Dumas, René nunca quiso regresar solo a Cuba sin sus hermanos Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, aún en la cárcel.
Hijo de Cándido René González e Irma Sehwerert, nació, por los azares, en la ciudad estadounidense de Chicago, el 13 de agosto de 1956.
Dicen que disfrutabas muchísimo cuando niño armar y desarmar juguetes.
Sí, siempre me llamó la atención. El primer juguete que recuerdo que era en kindergaten en Chicago era un camioncito de bomberos, que se le sacaban las partes, se le abría el capó, se le sacaba el motor…a lo mejor eso me decidió a inclinarme por la mecánica.
Ya cuando estábamos aquí (en Cuba, adonde su familia regresa en 1961) yo me dedicaba a arreglar los juguetes de los muchachos de mi edad en el barrio y también de paso rompía algunas herramientas del Viejo y sin que él se enterara aparecían rotas.
Sí siempre me interesó, desde un inicio me interesó y todavía me interesa me gusta trabajar en la mecánica ese tipo de trabajos manuales siempre me han atraído, pero bueno, después triunfó la aviación que tiene otras fuentes de apasionamiento hasta el día de hoy.
El 8 de diciembre de 1990 había una cita con Olga, un cine, una película que no vieron…una botella de vino en una lavadora. ¿Qué fue lo que realmente ocurrió?
Ese día ocurrió la despedida que había estado postergando. Era una etapa difícil y yo ya había intentado irme varias veces sin éxito y siempre se producía esa despedida que cada día era más difícil.
Es una secuencia que se va haciendo pesada, despedirte de la familia sin saber que los vas a volver a ver y después regresar porque no se dieron las condiciones para la partida.
Se trata de una mezcla de que tienes seguir haciendo tu vida pero al mismo tiempo saber que por las razones que conocemos que la Patria te llama en un momento determinado abruptamente vas a tener que interrumpir esa vida.
Ese día se decidieron las cosas, se presentaron las circunstancias y se pudo producir la partida que siempre es un evento traumático para uno y para la familia, pero había que hacerlo.
Aquel 8 de diciembre me despedí de Olguita. Esa imagen nunca se me olvida. No se me olvida el día anterior. El día anterior yo dejé a Irmita en casa de mi mamá y la recosté en un sofá que mi mamá tenía en la sala.
Un sofá cama donde generalmente dormía cuando se quedaba allá. Yo la dormí y la miré preguntándome si no la volvería a ver.
Recuerdo la imagen de ella acostadita con una batica amarilla que le quedaba muy bonita, la observé desde la cabeza hasta los pies. Le di un beso y me fui.
Y en la próxima mañana me levanté para irme a volar y efectivamente, estaba el festival de cine, habíamos acordado ir a ver la película. Olguita me hizo el desayuno. Me despidió en medio del cuarto.
Me acuerdo de la silueta de ella, recostada contra la luz de la cocina y el vestido aquel de florecitas, que ella usaba mucho como una bata de casa. La miré, le di un beso…Na son cosas que a veces tienes que arrancarte, virar la cara y salir.
También me pasó cuando salía ya. Cuando abandonaba el país, en el avión después de un despegue traumático, cuando alcancé la costa de Jibacoa (playa al norte de La Habana).
Yo iba volando a ras de mar para que no me detectaran y miré de pronto para atrás y recuerdo nítidamente la chimenea de la termoeléctrica de Santa Cruz del Norte.
Me quedé observándola así por un momento y de pronto me tuve me sacudir y me dije â��mira pa’lante que estás volando en un aviónâ�Ö. A partir de ahí no miré más para atrás.
El llamado de la patria a veces te impone esas cosas, es un desgarramiento, pero lo haces.
¿Qué vieron en ti entonces para que pudieras cumplir esa misión. ¿Cómo fue?
Esa parte yo no la conozco. Habría que preguntárselo a alguien. A mí, sencillamente, me plantearon una misión. Se me acercaron y me preguntaron si estaba dispuesto a cumplir una misión para el país y dije que sí y me insistieron en que lo pensara…
Que podía ser peligrosa
Todo eso me lo dijeron, pero respondí que no tenía que pensarlo que yo por el país hacía lo que había que hacer.
De todos modos me volvieron a insistir me plantearon claramente que si me negaba no había ningún problema, que era natural que una persona también se negara a cumplir una misión que le va a costar la vida, que le va costar tantas cosas.
Yo no dudé. Nunca pregunté por qué me habían seleccionado y hasta hoy no ha sido para mí una preocupación. Yo siempre me he considerado y me considero un soldado de la Revolución.
Me asignaron esa trinchera y la asumí, sin pensarlo. No sé si algún día se me explicará eso, pero no está entre mis prioridades saberlo.
¿Tu destino cuál era?
Mi destino era un guetto donde se ha cocinado por muchos años una mezcla de resentimientos, de egoísmos, odio a la patria que una vez fue de muchos de ellos. No generalizo. No digo que todo el que está allá piensa lo mismo, pero todos sabemos la historia de cómo se fue formando ese sentimiento o mejor dicho resentimiento. Todos conocemos los antecedentes de sumisión al imperialismo norteamericano de cierta clase cubana que después dio origen a ese fenómeno y básicamente mi misión era ser parte de ellos y prevenir las acciones que ellos planificaban para destruir a la Revolución cubana, para dañar al pueblo de Cuba.
Para provocar una confrontación entre Cuba y Estados Unidos que siempre ha sido una de las vertientes en que han tratado de hacer el máximo y nada, convertirme en uno de ellos fue difícil, pero al mismo tiempo cuando lo vas haciendo y comienzas a sentir la satisfacción del cumplimiento del deber, eso te estimula.
¿Estás hablando de Miami?
Estoy hablando de la ciudad de Miami pero no me gusta referirme a la ciudad sino más bien elemento que la controla, al elemento que controla la política de Miami y que obviamente tiene influencia en la política nacional.
No hay duda de que son un instrumento del gobierno americano en su política agresiva contra Cuba. Ese elemento ha corrompido a la ciudad, ha corrompido a la política de la ciudad, a la economía de la ciudad, medra de esa política y es el elemento que todos sabemos que por 50 años ha estado soñando con regresar a Cuba a reclamar lo que consideran que es suyo.
Y no han reparado en medios por eso había que evitar cualquier daño que pudieran hacerle al país y esa fue la misión.
A pesar de ser una urbe con tantas mezclas y culturas yo creo que ese ambiente de resentimiento ha matado la cultura como tal, o sea, la cultura, la vida cultural del Miami que yo conocí era muy pobre: teatro malo, un humor que da grima casi todo dedicado al anticastrismo.
Esa mezcla cultural de tantos países como yo lo conocí, no sé si habrá cambiado, no pudo concretarse en una diversidad cultural rica sino que más bien se manifestaba en forma de pequeños guetos nacionales.
Influyó mucho el anticastrismo que absorbió mucho el teatro de Miami, lo convirtió en una parodia. Está el caso de tantos artistas que han ido de aquí para allá con tremenda calidad, artistas de renombre y en Miami no han encontrado nada serio que hacer y eso es una muestra de ese fenómeno.
Es una ciudad muy compleja, al mismo tiempo un contraste entre las riquezas de algunos lugares y el peligro, la miseria en otros. Un contraste que puede apreciarse de una cuadra a la otra.
Hablabas de la imagen que dejaste cuando te fuiste, el vuelo rasante. ¿Qué sentiste cuando divisaste el punto de destino, el contraste, la llegada, el recibimiento?
Mi recibimiento fue un poco atípico. El viaje todo fue un poco atípico. Las condiciones en las que tuve que irme eran muy precarias y llegue allá con el combustible justo para alcanzar tierra.
Hubo un momento en que yo tuve que considerar si amarizar cerca de un barco porque ya el combustible se me estaba acabando, pero sucedió como a veces pasa en las películas y nos parece que en la vida real no puede ocurrir.
En el momento decisivo vi la tierra y tuve la suerte de que los cálculos me salieron precisos y tenía delante de mí la base militar de Boca Chica.
Ya con la base naval ahí me dije que si tenía que amarizar que fuera cerca de la costa y el avión llegó. El aterrizaje fue traumático, fue uno de los peores aterrizajes que he hecho en mi vida, porque ya estaba tenso de toda la escapada, el problema del combustible.
Al ser entonces ciudadano estadounidense las cosas se facilitaron mucho y de entrada yo no formé parte del circo que se arma normalmente cuando uno arriba en las condiciones que yo llegué.
Los trámites se hicieron por otra vía. Mi abuela fue localizada enseguida, se me liberó de inmediato, desde luego un interrogatorio más bien formal y partí para Sarasota.
Mi introducción en el ambiente de Miami tuvo que producirse después gradualmente, pero una vez que llegué si se me recibió como el «héroe» que le llevó un avión a Cuba, que le «robó un avión a Castro».
El terrorismo bueno y el terrorismo malo, ¿crees que existe?
Para Estados Unidos todo lo que le conviene es «lucha por la libertad» y lo que no le conviene es terrorismo.
A veces uno hasta se cansa de hablar de eso porque es tan obvio, pero vivimos en una época histórica un poco complicada y la impunidad le impone a veces al resto del planeta ciertos patrones que la gente acepta y uno se pregunta por qué.
Yo me pregunto por qué hay gobiernos que tienen que aceptar una definición tan hipócrita del terrorismo, por qué tiene Europa que hacerlo, por qué hay países que se supone que son independientes que tienen que aceptar eso.
Al final el sentido común nos indica que el tema del terrorismo nos es más que una excusa para seguir conquistando como antes lo fue civilizar, como antes fue cristianizar o como antes fue la lucha contra el comunismo.
René, logras que Olga viaje a Estados Unidos tu hija mayor Irmita a finales de 1996. En 1998, en abril, nace Ivette y en septiembre son encarcelados. Poco tiempo estuvieron juntos después de una separación traumática.
Olguita llegó en diciembre de 1996. Fue como si nos hubiéramos estado viendo el día anterior. No sé si eso es normal, pero en la familia nuestra se ha dado esa química en que nos reencontramos y seguimos la vida y logramos vivir como si no hubiéramos estado separados cosa que también me ha pasado con relación con Cuba.
Tal vez porque son dos de mis más grandes amores: Cuba y Olguita, pero me ha sucedido en ambos casos y por supuesto con Irmita también entonces.
Fuimos muy felices durante ese poco más de un año, Irmita decía que parecíamos novios, creo que ahora dicen lo mismo, que parecemos novios.
Desgraciadamente se interrumpió esa felicidad con el arresto. El arresto en Estados Unidos es un elemento muy importante en el proceso legal, o sea, la forma en que lo hacen.
Para ellos en el sistema legal es primordial que tú renuncies a tu derecho de un juicio, que tú renuncies a tu derecho constitucional de defenderte de demostrar tu inocencia y el sistema funciona sobre esa base.
Cuando se habla de un arresto en Estados Unidos, normalmente estamos hablando de un asalto. Tu casa es asaltada de una forma brutal para desde el primer momento golpearte.
Yo he dicho que es comparable a lo que hacen con un país del tercer mundo cuando lo agreden que lo bombardean hasta que lo someten es lo que ellos le llaman golpe y estupor y esa técnica la aplican a un arresto.
Obviamente en el caso nuestro, en el cual está implicada la relación con Cuba, donde está ese resentimiento, esa mentalidad de no perdonar al país, se esforzaron en quebrarte y le resulta mucho más importante.
El propio arresto es parte de eso, se adentran en la casa, derriban las puertas, te lanzan al suelo, te amarran, te tratan rudamente para que tú desde ese momento te sacudas, en el caso nuestro de tus convicciones, de tu capacidad de resistencia.
Después vinieron los interrogatorios. Al final ellos definen quién tiene capacidad para resistir y quién no. Más adelante el confinamiento en el hueco, las celdas de castigo durante año y medio, el tratamiento ese abusivo no solo con nosotros sino con la familia.
Los primeros días son muy difíciles sobre todo cuando te trataron de esa forma porque normalmente cuando tú eres arrestado desde el primer momento puedes comunicarte con la familia
Se supone que cuando llegas al Centro de Detención te dan una explicación del funcionamiento del lugar, te integran a la población general y puedes llamar a la familia, pero en el caso nuestro nos privaron de todo eso.
Los tres primeros días fueron muy, muy difíciles, tu solo en una celda sin que nadie te diga qué va a pasar, sin que nadie te diga cómo funciona aquello, como un animalito al que le llevan la comida y le retiran el plato.
Además, ellos lo calculan bien todo, te arrestan el sábado por la mañana de forma que hasta el lunes no puedes tener ningún contacto con más nadie cuando vuelve a trabajar la Corte.
Todo eso está muy bien calculado. Está estudiado. Yo pensaba en esos tres días en Olguita, en las niñas con el FBI en la casa, porque a mí me sacaron de la casa y se queda todo el FBI y cómo estaría impactándole eso a ella, qué haría Olguita para resolver el problema de Ivette que tenía cuatro meses, son elementos en un proceso por ablandarte.
Mi primer aliento fue bajar a la corte ese lunes y ver el ánimo de Irmita y de Olguita. Cuando yo bajé allí y entre todo aquel espectáculo, porque además se armó un espectáculo.
Ya estaba citada toda la contrarrevolución, todo el mundo estaba allí viendo a los «espías». Te llevaban vestido casi de payaso con un overol anaranjado, sin afeitarte, sin pelarte, sin peinarte, sin nada.
Te pasan entre todo ese tumulto para que ellos lo disfruten. Todo es bien preparado, la corte llena de personas, todos hostiles, y en medio de esa hostilidad Irmita que estaba afuera.
Yo voy caminado y siento un «!papi!», cuando miro, era Irmita levantándome el dedo en medio de toda aquella gente, eso me dio fuerza.
A partir de ahí las cosas empezaron a ser un poco más llevaderas en el sentido de que comienzas a aprender que tú tienes que responder por tu seguridad, por tu bienestar de la forma que tú puedas y tienes que confiar en que ellos van a hacer lo mismo fuera.
Es muy importante que tú des siempre una imagen de optimismo de que no te van a derrotar. Yo creo que se establece una comunicación en ese sentido y lo hemos podido lograr los cinco con la familia.
Cuando ustedes estaban en el Centro de Detención de Miami Olga pasaba de un lado al otro de la calle, fue lo que ustedes se inventaron para verla a ella y a tus hijas.
Esa es una imagen difícil, es una imagen que se queda porque a mí no me dejaban ver las niñas, o sea, como parte de todo este proceso de ablandamiento ellos se inventaron una disposición carcelaria que solamente aplicaba a nosotros.
Como el que tenía niñas era yo aplicaba a mí y según esa disposición por alguna razón que nunca explicaron pues ellas no podían subir a verme a la visita.
Normalmente al preso que estaba en el hueco recibía a sus hijos lo bajan al salón de visitas o si era un caso muy sonado, muy complicado, lo llevaban al tercer piso a una oficina y veía a sus hijas o a sus hijos.
En el caso mío se les ocurrió que no que no que yo no podía ver a mis hijas y entonces la única forma de verlas era que Olguita estuviera afuera en la calle y se parara en la acera.
Yo le hacía con una seña desde la ventana con el overol anaranjado.
Movía el overol en la ventana, que era un rectángulo como de ocho pulgadas a lo mejor de metro y medio, era un rectángulo de un cristal blindado.
Lo que hacía era subir y bajar el overol por ese rectángulo para que ella ubicara mi celda y a partir de ahí nos comunicábamos visualmente.
Recuerdo aún nítidamente que Ivette era una matica de pelo negro, no se veía nada más, ella estaba dando sus primeros pasos y entonces Olguita con Irmita parqueaba el carro ahí mismo y cruzaban la acera.
Yo las veía ahí en la esquina. Ella cuidando de Ivette que estaba dando sus pasos, se caía, veía que la matica de pelo que se sentaba, se volvía a levantar.
Al mismo tiempo que era edificante era difícil porque esa era un área un poco peligrosa. A veces tú estabas mirándolas y veías acercarse personas desconocidas, que no sabías quiénes eran, por suerte siempre fueron transeúntes.
Me ponía cuando alguien pasaba porque tú te preguntabas qué sucederá si les hacen algo y yo estoy aquí arriba, no puedes hacer nada, estás encerrado a 13 pisos de altura, no puedes llamar a un guardia porque no los hay, una puerta de hierro, era realmente difícil.
Entonces era una mezcla de alegría por verlas con la ansiedad de que les pudiera pasar algo frente a tu vista y que tú no pudieras reaccionar y tuvieras que verlo que presenciarlo sin poder defenderlas, sin poder hacer algo.
Por suerte nunca ocurrió nada y era la forma en que nos veíamos. Es una imagen que es imposible olvidar y me imagino que ellos no olviden la imagen mía allá arriba moviendo el overol, una ventaja de que el overol fuera anaranjado entre tantas desventajas, pues solo por ese color era más fácil verlo a través del cristal.
Dices que con ustedes se hizo un linchamiento judicial.
La frase no es mía es de Eddy Levis, un cubanoamericano judío de Miami que siempre ha sido uno de los defensores de los Cinco desde el principio.
Nunca he olvidado la indignación con que él lo dijo, pero sí eso fue: un linchamiento judicial, fue una parodia, un circo romano trasladado al Miami contemporáneo, con gradas con payasos, con todo lo que lleva un circo.
La prensa comprada, jurados atemorizados por la propia prensa frente a la jueza, jurados que se quejaron de esas acciones, de esas actividades de amedrentamiento sin que a la jueza pareciera importarle demasiado.
Una prensa que se dedicaba a violar las órdenes de la jueza y hablar por la fiscalía con total impunidad, una fiscalía que hizo lo que quiso durante el juicio: chantajeó a testigos, mintió descaradamente, engañó a jurado, le faltó el respeto, violó las leyes, o sea, esa es la palabra fue un linchamiento.
Con excepción del armazón, de la soga que se usaba en el lejano Oeste, todos los otros elementos de un linchamiento ocurrieron en el juicio de nosotros, la única diferencia es que el patíbulo era la jueza con la autoridad para hacerlo, lo demás se puede aplicar al caso de nosotros.
Todo el ambiente de un linchamiento de aquellos medievales que a veces se ven en las películas donde se va a cortar la cabeza de una persona, donde la gente va a entretenerse a divertirse y a gritar. Todo ese ambiente se aplicó al juicio de nosotros.
Y en él participaron todos los elementos del sistema judicial o sea participaron la corte, participó la fiscalía, participaron las autoridades policíacas, participó la oficina de probatoria que se supone es una oficina neutral.
Todos participaron de eso, participaron con alegría, participaron con una función malsana, se sintieron alegres cada uno de hacerlo, tú lo veías y todos esos elementos se confabularon ahí, de la misma forma que se confabula un barrio para hacer un linchamiento.
René, una administración demócrata fue la que los llevó a ustedes a la cárcel, una republicana fue la que los mantuvo a ustedes en la cárcel, la que les hizo el juicio, y en otra demócrata todavía ustedes siguen en la cárcel. ¿Qué criterio te merece esto?
No hay mucha diferencia entre un demócrata y un republicano. A veces los demócratas mientras más esperanzas ofrecen de cambio o de variar ciertas políticas más efectivos son en mantenerlas,
Como bien hay quien dice «es cambiar para que todo siga igual».
En relación a la política con Cuba nunca ha habido diferencias entre demócratas y republicanos, es un problema del establishment norteamericano.
Es una política obsesiva en la que han participado gobiernos de ambos partidos por igual y hasta ahora no hemos visto ninguna diferencia, uno quisiera pensar que con Obama antes de que termine sus mandatos pudiera haber algún cambio por una combinación de circunstancias.
Pero al establishment le cuesta trabajo hacer lo correcto y es una cosa que duele y puede ser que esté asociada la impunidad y a ese sentimiento de superioridad que con los años se ha ido adueñando de ese establishment.
Obviamente ellos necesitan demostrarle al mundo de que ellos gozan de impunidad para hacer lo que quieren y de que nadie puede impedírselo y parecería como que llega el momento de que gozan con eso.
Para un presidente norteamericano es muy fácil por ejemplo hacer lo que hizo (George W.) Bush: mentirle a todo el mundo, invadir un país (Irak) y exterminar a 100 mil personas sin que eso le cueste mucho problema.
Sin embargo, hacer una cosa correcta como sería corregir la injusticia que se cometió en las cortes norteamericanas contra cinco personas es mucho más difícil que hacer lo que hizo Bush.
Es que la sociedad estadounidense se ha permeado con la noción de que si hacen algo bueno son débiles o es una debilidad del presidente.
Hasta ahora es lo que nos dice la historia es que a ellos les cuesta mucho trabajo tener un gesto de generosidad sobre todo si tú no te has humillado y eso no lo vamos a hacer.
¿Cuál es tu percepción de la posible normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba?
Yo creo que hay una confluencia de circunstancias que pudieran favorecer esa posibilidad en este momento en relación con otros momentos y creo que si este momento pasara quién sabe cuándo volverá a repetirse.
No nos podemos exagerar en el optimismo porque como te decía es muy difícil para el gobierno norteamericano rectificar un crimen, les es mucho más fácil cometerlo que rectificarlo.
La sociedad norteamericana sobre todo el establishment político la propia prensa todo ese aparato se ha movido un poco a la derecha. Por lo general reaccionan a las crisis moviéndose a la derecha.
Hay un elemento en la sociedad norteamericana que nunca le va a perdonar a Obama estar ahí pero él no ha tenido la capacidad, el coraje de sobreponerse a esas presiones y de reciprocar a ese elemento con el mismo desprecio que le tienen.
El mundo está pidiendo que se levante el bloqueo, América Latina está condicionando su relación con Estados Unidos en su relación con Cuba o sea hay ciertos elementos que apuntan a esa posibilidad pero yo no me atrevo a decir una cosa u otra lo que si creo que es la ventana de oportunidades para que suceda.
Cómo suceden las cosas en la cárcel, es decir en un medio que es tan hostil, que alguien pueda hablar de la solidaridad de otro preso.
La gente un poco que se sentía atraída por los Cinco, los cubanos en general que estaban allí se nos acercaban yo creo que ven un poco a la Cuba que extrañan la ven en nosotros.
Yo recuerdo a un preso que era tremendo barbero y él no pelaba a nadie pero nos pelaba a los Cinco y él nos decía «yo no estoy pa’eso, pero yo a los cinco sí los pelo», o sea, cosas así.
Creo que ellos en ti ven lo que extrañan de Cuba, también ven la dignidad , el orgullo cubano por mucho que hay un elemento en Miami, que por suerte se está reduciendo, pero que está lleno de resentimiento y de odio, y no quiere saber de Cuba si no cosas malas. Sin embargo, hay muchos cubanos que no tienen ese odio no tienen ese resentimiento y entonces en la cárcel se te acercan y eso fue lo que sucedió.
A mí llegó una persona y me dijo «no, yo soy cubano» yo conocía su nombre era un empresario y nada, le pregunté qué te hace falta, lo ayudé.
Pienso que eso es una cosa que en general a los Cinco nos ha ayudado mucho, porque en la cárcel se producen muchas relaciones de interés: yo te doy y tú me das o me pagas, y cuando tú empiezas a romper ese patrón la gente te responde y te respetan además de otras cosas pero creo que eso influye.
Es importante en la cárcel buscarse relaciones positivas y bueno funcionó y también es bueno dejar una huella positiva porque al final, yo creo que el bien que tú haces siempre repercute.
Tú no sabes si tu ayudas a una persona esa misma persona ayuda a otra de la misma forma en que hay quienes se empeñan en que multiplique el mal, pero un revolucionario debe tratar de que multiplique el bien.
Quisiera presentarte frases y palabras para que me asocies.
René: Yo no soy muy bueno en eso, pero vamos.
1977
Una experiencia muy importante en mi vida: Angola.
Unidad Militar 3075
Otra experiencia importante. Tengo que ir por ahí
Tanque T34
Ese es uno de los mejores tanques en la historia y lo manejé, tuve la suerte de ser artillero del T34 en Angola.
San Nicolás de Bari
Una de mis pasiones: el deporte aéreo.
Teté
La mejor abuela del mundo.
Año 1983
Olguita (sonríe)
¿Ese año se casaron?
Sí
Aunque ya has hecho la referencia quiero insistir: color naranja.
Bueno, el color naranja (sonríe) como siempre hemos tratado de sacar lo bueno de todo estoâ��además de servirme para señalizar mi celda cuando Olguita iba a vernos creo que nos permitió darle una bofetada moral a esos agentes.
El día que detuvieron a Olguita y le pusieron un overol naranja bien sucio bien feo y de pronto me introdujeron en una habitación, cuando entro está ella sentada frente a mí y era como un circo, como un teatro donde se reúnen los grandes jurados, el gran jurado como mirando la escena.
Sin embargo, cuando Olguita y yo nos vimos que nos abrazamos ahí que yo le dije te queda bien el color naranja que le di la vuelta y además nos reímos, porque nos reímos con ganas, le dimos una bofetada que no pueden haber olvidado.
Un lápiz, un diario
No sé si llamarlo lápiz. Yo diría escribir con un centímetro de lápiz, por supuesto acudiendo a la imaginación a la inventiva.
El diario, como se sabe, fue una carta que le hice a Olguita y como le dije a ella el primer día es la carta más larga de mi vida, no sabía que iba a ser tan larga, pero bueno el juicio terminó durando siete meses y al final el diario salió.
Lo que escribí en un inicio fue una muestra de mi lealtad hacia ella porque Olguita quería estar en el juicio, pero la deportaron cinco días antes de que empezara el juicio y yo consideré que le debía e ella ese diario para que supiera por mí lo que estaba pasando.
Me costó mucho trabajo hacerlo, porque era tomar las notas, salir de la corte y subir a la celda pero bueno al final se hizo, creo que ella lo merecía.
Carrera de Economía
Primero, es algo que tengo que terminar; segundo creo que es un deber de la misma forma que fui a Estados Unidos a cumplir con un deber como revolucionario, como cubano, la economía es en este momento la trinchera más importante y que es un deber con el que tengo que cumplir y lo voy a hacer.
Cándido René
El Viejo era la dignidad en persona yo nunca le escuché decir una cosa que no sintiera, jamás. Ni le escuché tampoco callarse lo que sentía, o sea, era un hombre que era íntegro decía lo que pensaba y actuaba según lo que decía.
Donde quiera que llegó siempre tuvo una moral ante la gente que hizo que lo quisieran mucho y esa es la imagen que me llevo de un padre excepcional que nunca, pese a haberse casado tres veces, nunca se divorció de sus hijos, a los que nunca les dio un mal ejemplo, jamás.
Si el Viejo hizo algo malo yo no lo supe, bueno excepto alguna maldad que otra que nos reíamos juntos, pero fue un hombre íntegro y con una dignidad que nos dio mucho.
Marianna, 7 de octubre de 2011 Un momento esperado lleno de felicidad, pero al mismo tiempo conflictivo yo nunca quise salir solo ni regresar solo a Cuba y para mí fue siempre una imagen que me perturbó, para la que me estuve preparando sobre todo en la medida en que se acercaba esa fecha.
En realidad yo siempre tuve la esperanza de que los Cinco pudiéramos regresar mucho antes del 7 de octubre del 2011.
Debo tomar lo positivo, como hemos hecho en todos estos años, y disfrutar de mis hijas, tomar la parte la parte buena.
Pero pesa el saber que tus compañeros están en la cárcel. Yo siempre he sabido lo contento que ellos están de que yo esté libre, conozco sus sentimientos y ellos también conocen cómo me siento yo.
¿Cuánto ha cambiado René González en 20 años? No hablo del tiempo físico.
Físicamente dice Olguita que no he cambiado, por lo menos no mucho, pero yo creo que uno siempre crece y uno adquiere experiencia.
En 20 años yo vi cosas que no conocía y en ese sentido se cambia. Yo creo que es importante cambiar, ir evolucionando. Me apena la gente que no cambia, que no tenga la capacidad de cambiar ni de superarse.
He tratado de aprovechar toda la experiencia que he vivido para superarme como persona, sacarle la mejor partida posible.
En ese sentido, en cuanto a superación, en estos años de prisión pude leer un poco cosas que tenía atrasadas.
Pienso que sí que cambié, cambié desde el punto de vista de mis hábitos también.
Tengo una perspectiva de la vida un poco más amplia que antes y espero que sea para bien y que este cambio sea para el servicio a mi país.
¿Cómo está tu corazón? Eso te lo pregunté en una carta en el año 2003, te lo repito ahora.
¿Mi corazón?, entero.
En aquel momento decías seguirá latiendo por Cubaâ��
Y está entero. Va a seguir latiendo.
En una entrevista a tu esposa Olga el 4 de octubre de 2011, tres días antes de tu salida de la prisión nos expresó el deseo de y cito: «caminar juntos otra vez esta Habana que le resultará tan diferente a Rene cuando vuelva».
La hemos caminado. No me resulta tan diferente. Un poquito diferente. No tanto. Me había preparado bastante para encontrar La Habana.
Y creo que eso me ha ayudado a asimilar La Habana que encuentro que no es la misma obviamente que cuando me fui, pero bueno, espero seguirla caminando con Olguita.
En esta Habana la familia creció, ahora está Ignacio René, tu nieto.
A él lo vi por primera vez estando aún allá. Pero bueno, ya lo llevaremos a caminar al primer lugar en que caminó Irmita, espero que sea una tradición familiar.
¿Cuál es tu condición actual René? ¿Qué sucede, la jueza ya se pronunció?
Ya ella se pronunció. Mi caso está oficialmente cerrado.
¿Eres un hombre enteramente libre? Hasta que mis cuatro hermanos nos estén en Cuba no soy enteramente libre, puedo moverme en Cuba, puedo moverme por el mundo, pero hasta ellos no estén de regreso yo no me siento enteramente libre.
Se acerca el 12 de septiembre, 15 años ya del arresto, ¿qué piensas?
Que ha sido demasiado tiempo. Cada día que ellos amanecen en prisión es una injusticia que se comete.
Es una injusticia multiplicada ahora por cuatro y tenemos que hacer lo posible por sacarlos rápidamente de la prisión.
En el caso de los Cinco ya no se hará justicia, pero también vivimos en un mundo en que es así, para mucha gente en el mundo no se hará justicia.
Ni para las víctimas (del terrorista internacional Luis) Posada Carriles, ni para las víctimas de Orlando Bosch, no se va a hacer justicia (ambos autores del sabotaje en pleno vuelo a un avión civil cubano con 73 personas a bordo en 1976).
Tampoco para las víctimas de (George W.) Bush, esos niños, mujeres personas que murieron masacrados en una guerra, guerras de conveniencia.
Históricamente quedarán muchas víctimas esperando justicia que nunca la habrán tenido, pero en el caso de los cuatro que todavía están presos, tenemos la posibilidad por lo menos de que se ponga fin a esa injusticia.
Acaba de celebrarse en Washington una jornada de apoyo a los Cinco. Has expresado en algún momento que justamente la solidaridad o las acciones enfilarse a Washington porque allí fue donde se cocinó todo, ¿cierto?
Yo creo que es importante que en este contexto de ahora que se haga presión sobre el gobierno norteamericano, ellos ya conocen del caso y Obama conoce del caso, se le ha insistido.
He sabido que a la propia (exsecretaria de Estado) Hillary Clinton en muchos lugares del mundo que fue a visitar se le habló del caso, pero es necesario aumentar esa presión. Y la única forma de hacerlo es que toda esa energía que se ha logrado, porque hay mucha energía que se ha logrado acumular que se concentre sobre Washington. Creo que parte de la solución consiste en que Washington sienta esa presión y hay que hacerlo.
¿Qué pasará con René González a partir de ahora?
Voy a seguir siendo un patriota cubano. Mi prioridad es la lucha por los Cinco.
Quiero ser un cubano más participando en este proceso. Creo que Cuba vive un momento interesante, además decisivo. En estos años se definirá si construimos un socialismo viable o sin nos conquistan.
Yo deseo ser parte de este proceso, quiero ayudar a que se construya un socialismo viable.
Para mi esas son las prioridades: la libertad de los Cinco, o sea, luchar hasta que venga el último de los Cinco y ser parte del proceso en que está envuelto el país ahora para perfeccionar nuestro socialismo.
¿Son cinco y seguirán siendo cinco?
Claro. Un número que se puede dividir por cinco o por uno (sonríe), pero no, sí seguimos siendo cinco. Yo siempre he dicho que la lucha no es por uno ni por dos ni por tres, ni por cuatro, es por los cinco.
Nota al pie: El Ministerio de Relaciones Exteriores, a través de su Nota 450 del 13 de mayo de 1993, puso en conocimiento de las autoridades norteamericanas, la actuación del PUND contra Cuba desde territorio norteamericano, pero sus acciones anticubanas no se detuvieron.
Nota al pie: El 29 de diciembre de 2001 Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, recibieron en ausencia durante una sesión especial de la Asamblea Nacional del Poder Popular el título honorífico de Héroe de la República de Cuba.
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