La Cumbre introdujo temas como del fortalecimiento Institucional del ALBA-TCP y el uso generalizado del Sucre, entre otros.
La recién finalizada Duodécima Cumbre de los países de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), celebrada en Guayaquil, Ecuador, precisó nuevos objetivos inmediatos para la entidad, luego del impasse generado por el fallecimiento del presidente venezolano Hugo Chávez Frías, las elecciones en ese país y el subsiguiente proceso desestabilizador orquestado por la derecha, además de otras coyunturas en la región.
Los planes de Washington para recuperar el control sobre la nación que posee la mayor reserva mundial de hidrocarburos, instrumentados a través de su testaferro, Henrique Capriles Radonski, el dos veces derrotado candidato presidencial de la derecha, sin dudas que han restado concentración en los últimos meses a la dirección venezolana en el impulso a los programas del ALBA, que ahora se retoman con más fuerza, y ello fue puesto en el tapete de la cita por el presidente Nicolás Maduro.
Aunque el ALBA ha logrado mantener su unidad y su proyección de crecimiento y consolidación, no es menos cierto que enfrenta duros retos y que las oligarquías en sus propios países miembros y otros de su entorno geográfico no cesan un minuto en tratar de obstaculizar y, de ser posible, destruir el novedoso proyecto integrador, contrapuesto a los planes de los Estados Unidos y las grandes transnacionales en la zona.
En la Cumbre, la delegación ecuatoriana promovió la integración incluyente y participativa, centrada en el respeto a la dignidad humana y el desarrollo económico, en el derecho a la autodeterminación de los pueblos y en la defensa de las soberanías. También introdujo el tema del fortalecimiento Institucional del ALBA-TCP, el uso generalizado y ampliación del Sistema Unitario de Compensación Regional (Sucre) y el Fondo Común de Reservas, así como el incremento de los programas y misiones sociales, entre otros.
En un encuentro con participantes en la Cumbre de los Movimientos Sociales, celebrada paralelamente a la del ALBA en Guayaquil, el presidente venezolano Nicolás Maduro dijo que el cónclave servirá para recuperar el tiempo perdido en los últimos meses en lo que definió como lucha intensa entre un modelo liberador y otro hegemónico.
El mandatario venezolano apuntó que se acordó avanzar en la construcción de una nueva y poderosa zona económica y de integración entre el ALBA, Mercosur y Petrocaribe, para consolidar estas alternativas de desarrollo. Esas palabras significan que hubo consenso con naciones como Brasil, Argentina y Uruguay, fundadoras del bloque regional sureño, hacia un esfuerzo conjunto que, de concretarse, puede resultar decisivo.
Porque no es menos cierto que el saboteo económico provocado por la oligarquía venezolana y el trauma originado por la partida física de Chávez han tenido repercusiones negativas en las posibilidades financieras del país que se erige como pivote económico y político del ALBA, lo que se puede subsanar con el respaldo de las dos mayores economías de Suramérica: Brasil y Argentina.
En el plano político, la agresividad de la llamada Alianza del Pacífico (AP), integrada por Chile, Perú, Colombia y México -con el apoyo de Panamá y Costa Rica y naciones extra continentales como Australia, Nueva Zelandia y España, entre otros- es una amenaza directa por la erosión y saboteo de sus clases dirigentes a los esfuerzos de verdadera integración regional.
En concreto, la AP constituye una verdadera internacional de la reacción oligárquica auspiciada por los Estados Unidos para sabotear al ALBA y el MERCOSUR y resucitar el ALCA, enterrada en Mar del Plata, Argentina, en el 2005 bajo la batuta de Kirchner y Chávez; de ahí la importancia de la recién finalizada cumbre del ALBA en Ecuador, porque es demasiado lo que está en juego.
Un balance final de la XII Cumbre del ALBA arrojó positivos dividendos, como la inclusión de Santa Lucía en el bloque, la continuidad de un proceso que puede sumar próximamente a Surinam y a Haití, y la pujanza de los movimientos sociales con su cumbre paralela en la urbe costera ecuatoriana, donde cerca de 10 000 personas recorrieron las calles para manifestar su respaldo al proceso de integración en el subcontinente.
En este despertar político, por iniciativa de Nicolás Maduro, todas y todos ya están invitados para la gran jornada a celebrarse el 11 de septiembre en Caracas, en homenaje del presidente chileno Salvador Allende -asesinado ese día de 1973 en el Palacio de la Moneda- y contra el imperialismo y la reacción.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.