Yulieski y la ruleta de la suerte

Parece una suerte de ruleta.  Ocurre  casi al calco en Series Nacionales o eventos foráneos. Yulieski Gourriel Castillo volvió a estar en esa encrucijada que le toca con endemoniada casualidad, o suerte, cada cierto tiempo.

Otra vez el 10 tuvo que decidir la suerte de su equipo a la hora cero cuando no queda otra opción entre el marcador y su bate.
Para quienes tuvieron el privilegio de presenciar en vivo el partido de este miércoles  huelgan las descripciones. Después de una remontada memorable cuando su equipo perdía al cierre del noveno, con  las bases llenas y dos outs Yulieski volvió a su ser o no ser, el del éxito o el fracaso.
Muchos no pudieron evitar los trazos de la memoria y aquellos momentos tristes.  Otros voltearon el rostro. Muchos pidieron a quien sabe cuantas deidades humanas y divinas.
Y comenzó la guerra del bateador con el pitcher y del bateador con él mismo. Es el sagrado momento en que, según dicen, la presión se carga sobre los hombros, la respiración se acorta y el corazón hasta aumenta su latir. Y esta vez Yulieski Gourriel pudo, por fin, ser héroe.
“Me ha tocado pasar por momentos muy difíciles, no se los deseo a nadie, este es muy grande para mí, hace rato que estaba esperando un momento de este tipo,  le di a una recta por fuera, pero estaba preparado para todo lo que viniera por la zona, tenía muchas cosas en mi cabeza: que el pueblo en general espera mucho de mi y sobre todo pensé en mi familia que siempre me apoya en los buenos y los malos momentos”.

Pudo ser por la grandeza que cargan sus números o por su tamaña calidad de  pelotero que salió a flote en un momento crucial. Pudo ser por la química que hace falta en momentos de este tipo: la de sus compañeros para ponerle la mano en el hombro en el círculo de espera y aconsejarle paciencia.  Pudo ser la de su manager que le ratificó confianza porque reconoce sus atributos y “es de los míos, de los mejores peloteros de Cuba”.

Y pudo ser también  por esa química con su publico al cual Danger Guerrero pidió desde el terreno acompañar a su ídolo  e inyectarle con sus vítores y aplausos la dosis que hacía falta para el batazo salvador.

Le hacía falta a él y a Sancti Spíritus. Como él mismo dijo,  se lo debía al pueblo y a él mismo. A él que con su espada de capitán, le toca comandar la épica de estos play off donde ciertamente sus soldados, los de los Gallos,  han enseñado, al menos hasta hoy, un rostro diferente, de guerreros convencidos que luchan con garra contra su propia historia. Una historia cuajada de fallidos intentos de sus hombres claves y de héroes convertidos en villanos.

Alguien lo sugirió desde lo hondo. El batazo de la noche de este miércoles bien puede valer una semifinal o tal vez más  por su carga emotiva y su simbolismo.

Por eso, al margen de los hilos futuros de este play off, Sancti Spíritus arrolló anoche a ritmo de congas y tambores como si el Yayabo se hubiese desbordado con la magia de un batazo.