La final de la pelota cubana dejó lecciones para la próxima serie.
Pueden achacársele con justeza un sinfín de lagunas técnicas y tácticas, mas la postemporada tuvo lo que el espectáculo precisa para brillar: rivalidad, drama, tensión, nervios, alegría. En eso hay que levantar la copa por los dos finalistas, capaces de derrochar entrega en un complejo tejido de estrategias —unas locas, otras desesperadas—, en pos del triunfo a toda costa en cada partido, cada inning, cada out.
Pinar del Río y Matanzas protagonizaron una final justa, como los equipos de mejor palmarés de la campaña. Estuve entre quienes creyeron que para los yumurinos llegaba la consagración por la garra de su juego y su insaciable hambre de triunfo.
Expertos en revertir derrotas, fueron presa de unos pativerdes que hicieron del terreno un sitio de guerra; primero, para remontar un play off cuesta abajo 1-3 contra Industriales; luego, para desbancar a unos reptiles que parecieron indomables al inicio de la finalísima.
Cabría decir que los ahijados de Urquiola se creyeron el título el día en que pararon en seco a los Leones en su propia madriguera en el quinto partido que marcaba el morir o seguir. Un equipo con convicción de victoria gana los partidos claves. Eso hizo Pinar cuando hiló fino en el cierre de la semifinal; cuando remontó un marcador 0-5 para emparejar en el segundo desafío vs. Matanzas; cuando volteó la pizarra con tres en contra en el noveno acto del quinto juego contra los yumurinos o cuando vino de abajo el día final para impedir el séptimo desafío.
Con un nombre de abolengo en la historia del béisbol nacional, Pinar impregnó a consagrados y noveles de la estirpe reservada a los grandes. Solo ello explica que un torpedero “sin nombre” como Luis Alberto Valdés se erigiera dos veces en héroe o un Osniel Madera lo imitara con un jonrón de extrainning en el más emotivo de los partidos.
Contó, además, con un William Saavedra que sin mucho ruido calzó botas de líder cuando Donald Duarte y Yovani Peraza no rindieron lo esperado; con un David Castillo, oportuno en medio de la candela, y dos refuerzos “acomodadores”: Roel Santos y Giorvis Duvergel.
Pero el box marcó las diferencias. Como viejo lobo, Urquiola movió sus fichas y sacó a flote cada pieza en momentos de apuro. Tuvo en su favor un staff de abridores mucho más eficiente para tapar las lagunas de su bullpen y hasta un soplo de lluvia que permitió mayor descanso a sus hombres de puntería.
Así embistió contra Matanzas, con una artillería pesada en el partido decisivo: Yosvany Torres, por mucho el mejor lanzador de la campaña con sus 18 éxitos y Vladimir Gutiérrez, que se echó dos veces en un bolsillo la jauría del “Victoria de Girón” para afianzar sus credenciales de Novato de la Serie. Para el final, un Baños que saldó las deudas que contrajo frente a Industriales.
Tres años después de su anterior título, Alfonso Urquiola alcanzó su tercer trono y desterró viejos rumores sobre ciertas rencillas intestinas, cuando en su última incursión como timonel del team Cuba no llevó a ningún pinareño pese a haber conquistado el campeonato.
Sé que a estas horas nada consuela a Matanzas. Cuando despierte de su espasmo podrá disfrutar el valor de su segunda medalla de plata en tres años de resurrección y aplaudirá al equipo que le dio los mejores colores a la fase regular y cayó con las armas en ristre.
Deberá analizar, además, por dónde le salió el agua al coco: ninguno de sus abridores pudo sacar la cara, ni siquiera Yoannis Yera, incapaz de aguantar una ventaja de tres en el quinto encuentro. Si ante Villa Clara su bullpen salió a flote, ante Pinar sucumbió y Félix Fuentes, aunque lo parezca, no es de hierro. Lo que resulta cuestionable es por qué, si como dijera el propio Víctor Mesa, los lanzadores orientales “tienen mente perdedora”, él mismo insistió en pedirlos como refuerzos.
De Víctor aplaudo sus jugadas arriesgadas, hasta la de llevar a tercera la posibilidad del gane con tal de quitarse a Saavedra o enviar al home a Santoya con un wild pitch corto. También su cambia-cambia de pitcher en su desespero por “adivinar” el efectivo. Mas, cuesta entender cómo un equipo dependiente de su ofensiva prescinde tempranamente de un Ariel Sánchez en plena ebullición o cambia a Raúl González, pese a su bajo promedio, por un emergente sin juego en un partido crucial, mientras deja a ultranza a Víctor Víctor bateando sobre los 100.
Matanzas, nadie lo dude, emergió al cuarteto de los grandes, pero a la cumbre se ha de llegar con la aureola de los grandes, exclusiva otra vez para uno de los llamados históricos.
Las palmas para la afición que, aunque se comió las uñas, presenció un espectáculo limpio, pese a un dead ball cantado de más o un out cantado de menos.
Dejó otras moralejas: no son las estructuras las que resolverán las flaquezas visibles del pitcheo, la defensa endeble y la incapacidad de los bateadores para decantar el mejor lance. Lo que se tradujo como alarde estratégico en busca del triunfo, el uso de 48 jugadores en un partido o 16 pitchers en otro, muestra que hay más de una tarea pendiente para el próximo curso.
Otra amargor: aunque para el mánager matancero las de ahora “sí fueron verdaderas conferencias de prensa”, concuerdo con quienes las descalificaron por su irrespeto con la afición y los propios colegas. ¿Quién decide el modo de realizar estos intercambios, tan normales en todo el mundo? ¿Cómo es posible admitir la concurrencia solo de los ganadores cuando la noticia suele estar del otro bando? Me dispensarán mis colegas, pero esta derrota no es de la Comisión Nacional de Béisbol, sino del propio gremio que pacta las reglas del juego, a sabiendas que transgrede la ética.
Sobre la grama del “Victoria de Girón” se advierte aún el olor a tabaco, un aroma que embriagó al país de la mano de peloteros capaces de derrochar una garra que ahora no es gratuita, a juzgar por las remuneraciones pagadas —por fin— al cierre de campaña y que en algunos casos llegan a sumas suculentas. Razón de más para, tras el último sorbo, sentarse corriendo a sacar las cuentas que le devuelvan a nuestro béisbol la calidad que todavía precisa.
siguen los Espirituanos sin ganar un campeonato nacional ,gano el único equipo de los cuatro semifinalista que no tenia un espirituano.pero gano el mejor
Felicidades nuevamente para el equipo PINAR DEL RIO y muchas gracias no se a quien debo darlas por haber podido difrutar d los juegos por la TV d aqui en Jacksonville ,d nuevo muchas gracias. PINAR CAMPEOOOOOOOONNNNN