El joven espirituano Andy Álvarez Hernández instruye el arte que derrumba fronteras.
El telón se abre y la luz encandila los ojos del actor. Los espectadores no escuchan los latidos desde dentro, pero sí captan, perciben y sienten el conflicto encarnado con maestría.
Así llega la buena vibra del joven Andy Álvarez Hernández, desdoblado en papeles y discípulos, también en estas líneas digitales desde Venezuela. Con solo 25 años experimenta el escenario, para luego transmitirlo a la nueva generación actoral.
¿Cómo llegó el amor por la actuación?
Cursaba la secundaria y una amiga me embulló a ir a la Casa de Cultura. Realmente ahí me sentía bien cuando intentaba interpretar algún papel, lo experimentaba todo, era libre de proponer en el escenario lo que se me ocurriera. Ese amor fue concretándose, las cosas se fueron poniendo serias y creció, creció, creció…
¿La academia abonó aquella emoción incipiente?
Soy graduado de la Escuela de Instructores de Arte de Santa Clara y la preparación fue muy buena, sistemática. Tuve excelentes profesores que siempre brindaron lo básico para desarrollarme en la calle, en la realidad, en la vida teatral de la sociedad.
¿Primeros papeles sobre las tablas…?
Muy sencillos, sobre todo personajes cubanos de Héctor Quintero y Virgilio Piñera, materia básica del programa de estudio. Después de graduado fue cuando interpreté mi primer papel oficial: Pablo, de la obra Triángulo, de Cabotín Teatro, dirigida por Laudel de Jesús.
¿Alguna predilección dramática?
No tengo obras preferidas. Hay solo dos tipos: las buenas y las malas. Me gusta el teatro serio, novedoso, el no evidente, dirigido con convicciones claras. Quisiera interpretar algún día Un tranvía llamado deseo, de Stanley Kowalski.
¿Cuándo y por qué nace Teatro Espíritu?
Nace de los talleres que impartía en la Casa de Cultura. Siempre tuve ese sueño y escogí a 10 jóvenes. El talento importa, pero me decido mucho por la disciplina y el deseo. El grupo ya tiene más de dos años y me ha dado muchas satisfacciones, como el Gran Premio Escaramujo a nivel nacional con la obra Y sin embargo, se mueve, de Cremata, versionada por mí; el premio de creación en el Festival Nacional de Teatro Olga Alonso y reconocimientos a mis actores.
El nombre del grupo tiene su historia…
Hacemos teatro para jóvenes a partir de las temáticas que les afectan, los conflictos dramáticos y mensajes. Desde que comenzamos con el espectáculo Por los senderos fue intenso el trabajo. El teatro es duro y los muchachos nunca frenaron. Siempre asumen cada rol con entusiasmo, entrega, espíritu… ¿qué mejor nombre?
¿Tu concepción del buen actor?
Debe ser un soldado, disciplinado, celoso con su preparación física y su voz. Debe leer, vivir y disfrutar cada momento teatral.
¿Prefieres actuar, enseñar o dirigir?
Me ha encantado mi experiencia en la dirección, pero un buen director se forma en un proceso de años de estudio e investigación. Me quedo con la actuación, puedo dedicarme más a mí, a lo que siento, a vivir la experiencia de cada dramaturgo, de cada personaje, director, a cultivar la sensibilidad propia. Es magnífica la reacción del público, sea cual sea.
El olor del camerino, del telón, de la escenografía, del maquillaje, el ambiente en la escena, la circunstancia, tus compañeros, la música, la investigación, los aplausos… Me quedo con todo esto.
¿Instructor de arte o artista?
Me considero lo primero, porque en mi instrucción artística siempre está la creación, la obra. Si un instructor de arte no es artista, debería dedicarse a otra cosa.
¿Experiencias en tierra venezolana?
He aprendido sobre nuevas culturas, costumbres y tradiciones que son bastante interesantes. Hay mucho que hacer aquí. El teatro es poco, pero los niños tienen interés, son muy apegados, dicen que mi clase es extraña, pero novedosa. También atiendo a varias animadoras culturales de la especialidad, que con sus proyectos fomentan el arte dentro de las diferentes comunidades.
Participo en festivales, encuentros, eventos y propuestas artísticas impresionantes. He tenido la oportunidad de actuar en galas para los colaboradores cubanos que cumplen su misión en el estado de Zulia.
Hay que enfatizar el trabajo en las zonas de extrema pobreza y hacerlo con las convicciones claras y una positividad que derrumbe fronteras, como la tengo yo.
¿Qué opinas del teatro espirituano y cubano de hoy?
El teatro espirituano está dando un vuelco hacia lo novedoso, ha salido un poco de la escena y se ha ido a la calle. Es vital que el público aprenda a apreciarlo e interpretarlo, eso lo necesitamos.
En Cuba el género dramático vive un tiempo que debe aprovechar, trabajar más. Yo lo veo en un buen momento. Hay mucho que decir y decirlo teatralmente constituye un sentimiento de alivio. Los teatristas cubanos son rápidos y andan actualizados, todo está en no perder el rumbo ni el concepto hacia el verdadero arte y lo bello. Aunque, el arte puede ser malo. El mal arte es todavía arte, del mismo modo en que una mala emoción no deja de ser un sentimiento.
Muy orgullosa que la mirada de alguien se pose en la calidad de algunas de las personalidades de Sancti Spiritus que por años han sufrido el sindrome de ser invisibles para muchos. Andy es un excelente actor, un excelente director y ha sido como el hermano mayor de sus pupilos. Es una lástima que en estos momentos el grupo de teatro Espiritu este disuelto, desde que Andy esta lejos nadie se ha preocupado por volverlos a reunir, son adolescentes y les resulta dificil enfrentar los cambios, creo que compete a la Dirección de las Artes Escenicas de la provincia nombrar a alguien que continue con el proyecto, alguien que como Andy visite hasta las casas de los muchachos, que se preocupe por sus problemas, por sus resultados academicos, que se convierta en lo que es Andy para todos los padres de sus niños, un hijo mayor. Creo que vale la pena intentarlo por el bien de todos los que en este país amamos el arte.
Saludos y besos a Andy si tiene acceso a esta página,
Mirley la mamá de Daniela.