La samba le ganó la partida a la cumbia y Brasil vive, gracias al mejor de los partidos jugados por la canarinha ante una Colombia que reaccionó de forma tardía para perder, lastimosamente, dos goles por uno.
Por los locales salieron otros hombres para, al fin, mostrar las potencias del ataque del pentacampeón. Thiago Silva bien temprano y David Luis con un golazo sentenciaron la suerte de su equipo, antes de que los cafeteros se animaran a presionar la puerta de Julio César, tanto que lograron forzar un penalti a favor de James Rodríguez, el benjamín de la Copa, quien se marchó entre lágrimas con su liderazgo de seis goles.
Justo para anular a los cafeteros, que llegaron con cintillos de favoritos, Brasil se las ingenió para alejarles la brazuca de sus pies hasta en los últimos minutos trepidantes del partido, cuando se puso de pie todo el estadio. Apena que se haya ido uno de los mayores animadores. Alegra que el local mantenga vivo el Mundial y enseñara categoría para seguir. Ahora se las verá con Alemania, que emergió del clásico europeo del primer partido de cuartos de final.
En un duelo tranquilo para lo agitado de esta Copa, pasó lo que tenía que pasar. Más de un amago francés fue ahogado en la anatomía de Neuer y los germanos mostraron su candidatura al título. Para ello les bastó el gol de Hummels, tan temprano como en el minuto 13, para controlar a su antojo el partido, que terminó por desesperar a los franceses y a su astro Karim Benzemá.
Para este sábado Brasil seguirá paralizado cuando el más intruso de los atrevidos, Costa Rica, le acepte el juego a un Holanda que en papeles lo supera, tanto como todos los gigantes (Uruguay, Italia, Inglaterra) que ya dejó en el camino. Podrán perder, pero los ticos ya ganaron el Mundial desde que se colaron por primera vez en cuartos de final, tras eliminar a aquellas potencias y luego aguantar el empuje griego, con un hombre de menos por más de una hora hasta protagonizar la espectacular tanda de penales con la genialidad de su portero Keylor Navas. A ese aguante apelarán para resistir a unos tanques holandeses que en eso de correr a contrapelo del sol y del calor nadie les gana, así como en su ofensiva potente, repartida y hábil, a lo Robben.
Este sábado el graderío se pondrá otra vez blanquiazul a cuenta de los hinchas, que tanto como animan presionan a una tropa que está por enseñar su esplendor futbolístico y se ha mantenido a la vera de un Messi que los salve, ya sea en gol, ya sea en pase. Medio Argentina invadirá Brasil, como ya sucedió con los 10 000 que, se dice, ocuparon territorio carioca en octavos. A ver si así coartan el gol de los belgas que, sin mucho ruido, llegaron hasta cuartos y han sido letales en las prórrogas. Ahora vendrán por el desquite después que dos goles de Maradona en 1986 los dejaran tendidos en campo mexicano.
Quedan aún uñas por comer, al menos las que subsistieron tras unos octavos de final que deleitaron, con más de la mitad de los partidos definidos después de los 90 minutos, dos de ellos en penales, para confirmar a este como el Mundial del sufrimiento, pero también el de la justicia si nos atenemos a que llegaron a cuartos los ocho cabezas de grupo.
Martes y miércoles será el duelo semifinal por los dos cupos para la discusión del título el próximo domingo o el partido del honor, el sábado. Hasta entonces no sabremos si la Copa saldrá con atuendo de india o sostendrá una corona imperial.
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