A una semana de la clausura de la exitosa cita regional en La Habana continúa su repercusión en el mundo.
Declaraciones de líderes de China y Rusia, en las que reconocen el papel de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en la arena internacional, así como de parlamentarios de varios países y de medios de prensa en los que se valora el presente y el futuro de la organización regional, siguen apareciendo una semana después de la cita habanera en distintas partes del mundo.
Tanto Vladimir Putin como Xi Jinping, coincidieron en los días de la Cumbre —28 y 29 de enero— y a raíz de ella, en que esta unión de los pueblos latinoamericanos y caribeños constituye un factor de estabilidad en un mundo signado por disímiles conflictos. No es ocioso entonces que la Celac y China hayan convenido en constituir un foro de cooperación bilateral y que el gigante asiático haya desplazado a Estados Unidos y Europa como principal socio comercial de algunos países latinoamericanos de un tiempo acá, proceso que continúa.
A su vez, Bernard Piras, senador del gobernante Partido Socialista francés y el diputado por el Partido Comunista de Francia André Chassaigne concordaron en señalar, en París, los beneficios que para los pueblos de la región latinoamericana y caribeña aportará la Celac.
Piras, quien preside el Grupo de Amistad Francia-Caribe en la cámara alta, expresó al colega de Prensa Latina Amílcar Morales que la Cumbre «es mucho más que un símbolo, es un gran acontecimiento” cuyos beneficios son no solo para la nación caribeña, sino para todo el conjunto de pueblos de la región. Chassaigne, por su parte, consideró que, “la creación de la Celac es un hecho de una gran importancia histórica que revela cómo cada vez un mayor número de pueblos se liberan del dominio de Estados Unidos”.
De otro lado, observadores internacionales hacen notar los crecientes vínculos de la Celac con naciones que conforman el llamado grupo BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica— y que la agenda global del citado organismo concuerda de manera armoniosa con la que defienden las potencias emergentes, al tiempo que se aleja de manera notoria de la esgrimida por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.
Así las cosas, el hecho de que Cuba, como presidente saliente de Celac haya sido el anfitrión de la II Cumbre del organismo regional en La Habana, donde recibió el respaldo solidario de sus 32 hermanos del subcontinente, ha devenido motivo adicional de irritación en Washington, que ha visto venirse abajo progresivamente el andamiaje colonial disfrutado durante tanto tiempo en esta parte del mundo, a la cual consideraba hasta hace muy poco su patio trasero.
Más aún cuando la influencia directa de la isla en las decisiones de la Comunidad no terminan al dejar la presidencia pro témpore, por cuanto, según la nueva estructura adoptada, que sustituye a la llamada troika —formada por el país que la presidió, el presidente actual y el próximo— será en lo adelante un cuarteto que incluirá también un miembro rotativo de la Comunidad de Estados del Caribe (CARICOM).
Por tanto allí estarán Cuba, una isla-estado caribeña: Santa Lucía, y Ecuador, el próximo presidente, acompañando a Costa Rica, que acaba de asumir el mando, y esta composición asegura contra posibles veleidades de San José, uno de los aliados políticos de Washington en el área.
Entretanto, el diario Página 12, de Argentina, y La Jornada, de México, acaban de publicar un artículo del periodista y escritor brasileño Eric Nepomuceno, en el cual se apunta que “el viaje a La Habana —de la presidenta Dilma Rousseff— mucho más que para participar de la cumbre de la Celac, obedece a la nueva estrategia brasileña destinada a la isla: el país pretende, a corto plazo, aumentar fuertemente su presencia en Cuba y ocupar un espacio amplio y de gran peso”.
Luego de mencionar las palabras de la mandataria carioca en la inauguración de la primera etapa del puerto del Mariel, de las cuales subrayó las frases “Brasil está determinado a convertirse en un asociado de primer orden para Cuba”, “Brasil cree y apuesta por el potencial humano y económico de Cuba”, respaldadas por una inversión total de más de mil millones de dólares estadounidenses, Nepomuceno deriva una afirmación significativa:
“Ese es, sin duda, el mayor proyecto de Cuba, con posibilidades concretas de ser el eje transformador de la economía del país y parte esencial de las reformas que traerán grandes mudanzas para la sociedad isleña”.
Y esto último, aunque no fuese la intención del escritor brasilero, incide sobre otro punto capital, porque el hecho es que el Imperio ha considerado siempre al bloqueo que mantiene contra Cuba, la piedra angular de su política para asfixiar a la isla y ahora, junto con Celac, le llega a La Habana esta bocanada de aire fresco en el terreno económico que, en principio, viene a golpear esa guerra económica impuesta injusta y arbitrariamente contra la patria de José Martí.
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